Se estima que ocho de cada 10 jóvenes, de entre 18 y 25 años, han consumido porno al menos una vez. Además, la exposición al contenido sexual explícito cada vez es a edades más tempranas. En promedio, el inicio del consumo de estos contenidos está entre los 12 y 14 años, impactando en la vida sexual de los jóvenes. Así lo indica una investigación de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).

El artículo se denomina “Consumo de pornografía y su impacto en actitudes y conductas en estudiantes universitarios ecuatorianos”. Analiza cuantitativa y cualitativamente el consumo de contenido sexual explícito en la población de 18 a 25 años. Fue realizado por la Mgrt. Marie France Merlyn, la Mgrt.Liliana Jayo, la Mgrt. Dorys Ortiz y el Ph.D. Rodrigo Moreta–Herrera (Sede Ambato). Todos ellos son docentes investigadores de la Facultad de Psicología de la PUCE. 

El origen de la investigación  

La Mgrt. Marie France Merlyn comenta que buscaban elementos que les permitieran relacionar el consumo de porno con las prácticas de los jóvenes.  Para ello, realizaron grupos de conversación con jóvenes, hombres y mujeres, de entre 18 y 25 años de distintas carreras universitarias. Abordaron temas generales como las relaciones, sus concepciones sobre la sexualidad y el consumo de la pornografía. Adicionalmente, para el análisis cuantitativo, se aplicaron 590 encuestas digitales a voluntarios. 

Los hallazgos de la investigación 

El 78 % de los encuestados se expuso al porno al menos una vez en su vida. La edad promedio de exposición inicial fue a los 14 años. Del total, el 44% accede a contenidos sexuales con regularidad. En promedio,dedican tres horas semanales a esta actividad.  

Por otro lado, se encontró que existe un impacto en las conductas sexuales de usuarios de porno. Una de ellas es la reproducción de conductas violentas durante la relación íntima, sin el consentimiento de la pareja. Entre estas se detalla jalar el cabello, dar cachetadas, asfixiar momentáneamente y agredir físicamente a la otra persona. 

En cuanto al género, existe una mayor recurrencia y tiempo de exposición a contenido sexual en los hombres. Asimismo, los hombres hablan sobre el tema durante más tiempo y de manera más fluida. Además, quienes consumen habitualmente porno tienen mayor aceptación y actitud positiva frente a la pornografía. Por ejemplo existe una naturalización del sadomasoquismo o del uso de lencería. 

Según la investigadora Merlyn, los datos reflejan que el tipo predominante de porno es aquel que circula en Internet. El cual suele ser estereotipado y dirigirse hacia el placer masculino, desde una perspectiva heterosexual. Los estereotipos influyen en diversos aspectos, como la percepción corporal, las expectativas en las relaciones sexuales y las sensaciones que deben experimentarse.

“En este tipo de pornografía, muchas veces, las mujeres son humilladas y violentadas. Tienen que realizar todo tipo de prácticas sexuales. Entonces, ves que a las mujeres las penetran por todo lado y están satisfechas, aceptan todo y son multiorgásmicas. Esto te genera ideas erróneas de la sexualidad”. 

Además, agrega que la naturalización de ciertas prácticas puede devenir en otras problemáticas sociales. Pone como ejemplo la naturalización del incesto, pues abundan los títulos relacionados con el sexo entre familiares: hermanos, madrastras, tíos o abuelos.

Porno al alcance de un clic 

La Mgtr. Merlyn comenta que ha cambiado el medio y la forma de consumo de pornografía. Antes, los jóvenes consumían porno, principalmente, a través de las revistas. La pornografía no era tan aceptada socialmente, así que el individuo que compraba la revista quedaba expuesto. Luego de saltar esta barrera, la revista era compartida con el grupo. Adicionalmente, ni las fotografías, ni el papel tenían la calidad actual.  

El 25% de las búsquedas que se realizan en Internet y el 35% de las descargas están relacionadas con pornografía. Es decir, en la era digital, el consumo de pornografía es realmente accesible, incluso si no lo haces de forma voluntaria.

Esto porque mientras navegas en la Web, saltan ventanas emergentes con este contenido, las cuales son difíciles de evadir. Asimismo, el contenido es prioritariamente audiovisual y puedes acceder a él de forma anónima. Esto modifica, a su vez, la frecuencia de consumo porque está disponible cuando lo requieras. 

Por otro lado, los medios digitales te permiten, a la par, ser productor y consumidor de contenidos. Así lo señala la doctora Ana Gabriela Dávila, subdecana de la Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura.  

“Entonces eso ya te ubica en otra esfera. El consumidor de la era actual es mucho más protagonista, más dueño de lo que consume. Además, tiene más posibilidades para producir y ser validados por los otros en esa producción”. 

En ese sentido, la docente Merlyn comenta que la categoría “amateur” es popular en los portales porno. En esta se encuentran videos íntimos de parejas. Algunos, alerta la investigadora, incluso están en línea sin el consentimiento de una de las partes.

La edad sí importa 

La autora de la investigación señala que la edad de inicio de consumo de pornografía es muy relevante.  Durante la adolescencia, la exposición a la pornografía puede moldear las ideas y las expectativas sobre la sexualidad. En este momento de la vida, recién se está construyendo la identidad sexual y la concepción de los relacionamientos de pareja.  

La doctora Dávila coindice en ello.  Pues, desde un inicio, los medios de comunicación han tenido gran influencia en la construcción de hábitos prácticas, estereotipos e imaginarios. Esto se acentúa en edades más tempranas ya que el sentido crítico aún no está desarrollado.  

“Existe una validación de lo que ves. Es decir, existe la idea de que debes hacer lo que ves en la pantalla. Por eso estas prácticas se asumen y se normalizan con tanta facilidad. Asimismo, si tú estás involucrado frecuentemente, eso que ves se convierte en tu referente”. 

Según Merlyn, para muchos adolescentes, la pornografía viene a remplazar en gran medida la educación sexual que deberían recibir en los colegios. Más allá de la explicación del mecanismo anatómico-biológico, enfatiza en la necesidad de abrir espacios de diálogo sobre la sexualidad desde la adolescencia. Según la doctora Dávila, se suma que los espacios de validación real como la casa y la escuela puedan funcionar.  

Adicionalmente a este estudio, el grupo de investigadores de la PUCE publicó otros artículos que exploran los relacionamientos y percepciones de los jóvenes. Esto podría ser muy valioso para comprender mejor las dinámicas sociales y las necesidades de esta población en particular.

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