El 31 de julio es la fiesta de San Ignacio de Loyola. En esta fecha, como Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), queremos recordar el legado que San Ignacio dejó en el campo de la educación. Herencia que ha trascendido siglos.

“Los jesuitas decimos que no queremos formar profesionales exitosos en sociedades fracasadas, ideal que refleja nuestra concepción de educación superior (…) Queremos vidas transformadas. Aspiramos a una investigación que produzca, directa o indirectamente, conocimientos útiles para la humanidad y el planeta.”, explicó el doctor Fernando Ponce, S.J., rector de la PUCE, en uno de sus discursos a la comunidad universitaria.

¿Quién fue San Ignacio?

San Ignacio de Loyola nació en España en 1491. Él fue el fundador de la Compañía de Jesús, una de las órdenes religiosas más numerosas del mundo.

Desde su juventud, Ignacio quería ser un caballero y vivir una vida de gloria y honra. Sin embargo, en 1521, durante la Batalla en Pamplona, fue herido gravemente por una bala de cañón que destrozó su pierna. Durante su convalecencia y mientras leía sobre la vida de Jesús y los santos, Ignacio experimentó una profunda transformación espiritual.

Así, San Ignacio llevó ese espíritu a la educación, con la idea de que una mente bien formada era esencial para una vida de fe y servicio. Fundó la Compañía de Jesús en 1540 y desarrolló un sistema educativo basado en sus principios espirituales y pedagógicos. Los jesuitas abrieron colegios y universidades alrededor del mundo, convirtiéndose rápidamente en líderes en la educación durante la Contrarreforma y una de las más importantes redes educativas en la actualidad.

Pedagogía Ignaciana

La educación jesuita se basa en su máxima ignaciana Ser más para servir mejor. Frase que impulsa la idea de que la excelencia académica y la formación moral deben estar íntimamente unidas. San Ignacio promovió un enfoque integrado que cultivaba no solo el intelecto, sino también el corazón y el espíritu.

Asimismo, San Ignacio impulsó un innovador método de enseñanza. La pedagogía ignaciana enfatiza el aprendizaje experiencial, a través de la reflexión, la discusión y la acción. Los centros educativos jesuitas impulsan a sus estudiantes a desarrollar un profundo análisis sobre su fe, la ética y el servicio a los demás.

Finalmente, la educación jesuita también se preocupa por la formación de líderes para la sociedad. Los estudiantes desarrollan habilidades de liderazgo, ser conscientes de las necesidades de los demás y contribuir positivamente a sus comunidades.

Centros Educativos Jesuitas

En el mundo existen más de 2.700 proyectos educativos jesuitas en 90 países. Ecuador cuenta con 11 obras educativas jesuitas. Una de ellas es la PUCE, universidad que ha impartido el espíritu ignaciano desde 1946.

“Buscamos suscitar el siguiente propósito último en nuestros estudiantes: ser agentes de transformación al servicio de un mundo y un país más justo, solidario y sostenible, en vez de convertirse en engranajes de un sistema productivo, consumista y despilfarrador”, enfatizó el doctor Ponce en otro de sus discursos.

En sus más de 76 años de trayectoria, la PUCE ha formado a más de 70.000 profesionales siguiendo las enseñanzas de San Ignacio. Profesionales que han dejado y dejan huella en el mundo utilizando sus conocimientos para hacer una sociedad más justa y equitativa.

El busto de San Ignacio de Loyola en la PUCE.

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