América Latina enfrenta desafíos únicos en el ámbito del transporte público. Desde las metrópolis bulliciosas hasta las comunidades rurales, el transporte público desempeña un papel crucial en la cotidianidad de millones de personas. Por eso, mientras las ciudades y las demandas de movilidad crecen, se requieren soluciones innovadoras y adaptadas a la realidad de la región.  

Conexión PUCE entrevistó al doctor Juan Pablo Orjuela, de la Unidad de Estudios de Transporte (TSU) de la Escuela de Geografía y el Medio Ambiente (SoGE). También fue el invitado especial , en la lección inaugural de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) al iniciar el segundo semestre de 2023.

En el diálogo que les presentamos a continuación, el doctor Orjuela comparte su visión sobre los desafíos del transporte público en Latinoamérica. Además, analiza los obstáculos que la región enfrenta en su esfuerzo por brindar un servicio de transporte público eficiente y sostenible.

¿Cuál es su evaluación general de los sistemas de transporte público en Latinoamérica? 

El sistema de transporte público en América Latina está progresando a un ritmo alentador. Sin embargo, enfrenta diversos desafíos, especialmente, en términos de financiamiento.  

Por ejemplo, las ciudades de Quito y Bogotá demuestran lo complicado de llevar a cabo proyectos de gran magnitud. Para estas ciudades, la implementación de sistemas de trenes urbanos ha sido un gran desafío, sobre todo, por costos y planificación. A pesar de eso, se han logrado adelantos a través de sistemas basados en autobuses.  

Veo dos retos fundamentales que se deben abordar a medida que se avanza. El primero es la contaminación y el cambio climático. Sin duda, la electrificación del transporte público es esencial para reducir emisiones y mejorar la calidad del aire en nuestras ciudades.  

El segundo desafío radica en atender los viajes de corta distancia que no están vinculados únicamente al trabajo. Por ejemplo, los viajes para llevar a los niños al colegio o atender a adultos mayores. Ambas son situaciones cotidianas que también forman parte de la movilidad de las personas.  

Es esencial considerar estas necesidades al planificar sistemas de transporte en América Latina. Así se puede garantizar que estos medios sean inclusivos y aborden todas las dimensiones de movilidad de la población. 

Latinoamérica es conocida por sus desafíos de congestión vehicular y contaminación del aire. ¿Cómo cree que un sistema de transporte público bien planificado puede abordar estos problemas y generar un impacto positivo en el medio ambiente? 

Indudablemente, una buena planificación acabaría con estos problemas. Si el inconveniente de una ciudad es el tráfico, se podrían implementar más espacios para medios de trasporte público rápidos, frecuentes, asequibles y de calidad.   

Un sistema de transporte público eficiente podría alentar a movilizarse por este medio. Como resultado, se reduciría el número de automóviles en las carreteras, disminuyendo la congestión vehicular y mejorando la fluidez del tráfico. 

En Latinoamérica, el tema del vehículo particular se ha convertido en un signo de éxito. No obstante, observo que aquellos que eligen este tipo de transportes raramente consideran razones suficientes para abandonarlos. Esto indica la necesidad de establecer restricciones en su uso. 

Las ciudades en América Latina se encuentran congestionadas. Esta congestión es causada por la clase media, lo que complica el panorama. Si la congestión fuera generada por la clase alta, se podría recurrir a medidas como subsidios para aliviarla. Pero, dado que la clase media se ve mayormente afectada, se convierte en un desafío más complejo. 

Es necesario planificar desde una perspectiva más amplia. Se debe crear sistemas de transporte público que nos permitan movernos por toda la ciudad y acceder a bienes y servicios. No solo que atiendan las necesidades de viajar al trabajo. 

Es preciso educar en que desplazarse por la ciudad no debe ser una experiencia llena de lujos, música personal y aire acondicionado. Enfocar la idea de que la movilización puede ser una vivencia cultural en la que interactuamos con otros ciudadanos.  

También es indispensable hacer hincapié en otros medios de movilización como las bicicletas. En fin, tenemos que cambiar nuestra perspectiva. Así, apreciaremos el transporte público como una experiencia enriquecedora en lugar de simplemente ser un medio para un fin.  

¿Podría mencionar algún país referente que tenga un buen plan en temas de movilidad y trasporte público? 

En las diversas ciudades hay numerosas lecciones que aprender. Por ejemplo, la implementación del teleférico de La Paz, en Bolivia. Este trasporte público por cable conecta diferentes áreas de la ciudad.  

El proyecto fue ejecutado para abordar los desafíos de movilidad y tráfico en la capital boliviana y es efectivo. Ahora, los ciudadanos circulan de forma rápida y cómoda por la urbe.

También es destacable el trabajo que Itagüí, un pequeño municipio en Colombia, está realizando. Ahí, se han implementado iniciativas de transporte público gratuito. Esto como una forma de reducir la congestión vehicular y brindar acceso equitativo a los servicios de transporte. 

En Países Bajos, podríamos considerar ciudades que son ampliamente reconocidas como ejemplos destacados de movilidad en bicicleta. Ahí, se han aplicado políticas y sistemas que fomentan el uso de la bicicleta como un medio de transporte fundamental.

La movilidad en bicicleta es uno de los desafíos más grandes en Latinoamérica. En ciudades como Quito, esta tarea puede ser un tanto más compleja. Sin embargo, también es una cuestión de mentalidad.  

Dado los avances tecnológicos, ¿cuál es el futuro del trasporte público? 

El futuro recae en tecnologías ya existentes, pero utilizadas de manera innovadora. La bicicleta, por citar un caso, puede ser el pilar de la movilidad del futuro. Aunque algunas personas consideren que la bicicleta representa un regreso al pasado, sostengo que esta debe ser la dirección hacia el futuro.  

Imagino un escenario donde las bicicletas estén interconectadas mediante aplicaciones, permitiendo a los usuarios recogerlas en cualquier punto sin ser propietarios. 

En cuanto a los vehículos autónomos, aunque prometedores, es probable que se demoren en adaptarse a nuestras vías caóticas. Además, hay que destacar que los vehículos eléctricos no son una solución perfecta. Aunque se perciben como ecológicos, generan niveles considerables de emisiones, tanto en términos de cambio climático como de contaminación del aire.

En fin, los cambios que están por venir en la movilidad serán una combinación de decisiones culturales respaldadas por innovaciones tecnológicas. No veo esta transformación como un cambio liderado exclusivamente por la tecnología, sino más bien como un equilibrio entre ambas fuerzas.

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