El Mtr. Carlos Corrales, de la Facultad de Ciencias de la Educación de la PUCE, escribió una carta a los docentes del Ecuador. Su objetivo es motivarlos a pensar en la trascendencia de lo que hacen. Su escrito empieza con un: Querida maestra. Querido maestro:

Hace casi ocho años comenzamos la clase de Historia de la Educación preguntándonos si la educación era un arte o una ciencia. Aunque la solución parecía evidente y mi único afán era definir por qué es ciencia y por qué arte, el debate sacó a relucir vivencias pedagógicas de las que fuimos desempolvando recuerdos sobre metodologías innovadoras, procesos de evaluación propositivos, actividades, salidas de campo, pero sobre todo personas.

Se trataba de profesores que nos habían marcado de alguna u otra forma a través del ejemplo. Y que, no solo nos enseñaron Matemáticas, Literatura o Química sino que a través de pequeños gestos, palabras y acciones nos motivaron a pensar, vivir y hacer de la educación un derecho irrenunciable. La educación incidirá en la sostenibilidad medioambiental del planeta, en la defensa de nuestra identidad en un mundo global y en la promoción de una vida digna y equitativa.

En esta Carta a los docentes quiero decirles que tras dos años de navegar entre la incertidumbre, de no saber cómo ni para donde remar ante una fuerte marejada que parecía no terminar nunca, recuerdo que me preguntaba ¿qué podía hacer en clases frente a un sistema sanitario colapsado? La pobreza invadía las calles y el recorte de derechos civiles y laborales ahogaba cada vez a más familias.

Les engañaría, dice el máster Carlos Corrales, si asegurara que tuve tiempo para pensar pues la presión que sentí, y creo compartimos, impedía cualquier opción de reflexión sobre la práctica.

Sin embargo, considero que fuimos más humanos, más empáticos y preocupados por el otro. Esta situación parece haberse resentido con el retorno a la presencialidad, retomando hábitos individualistas que nos alejan de experiencias más humanas y vivenciales. No podemos olvidar que el hecho de educar implica poner los dones de cada uno al servicio de los demás: nuestros niños y jóvenes, familias y comunidades, para juntos construir un mundo mejor.

La imprescindible labor que como profesores desarrollamos desde cada una de nuestras aulas y la influencia que ejercemos sobre el presente y futuro de nuestro país, nos invita a seguir trabajando con la responsabilidad que nos caracteriza en favor de mejorar la calidad de vida y proteger la infancia y juventud ecuatoriana.

Un fuerte abrazo queridos colegas.

Carlos Corrales Gaitero.

El sueldo del magisterio

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