Pan en fundas, snacks con etiquetas brillantes, jugos de diversos sabores y colores. En Ecuador, muchos de estos productos se consumen a diario sin saber qué contienen realmente. Un estudio reciente reveló cuáles son los alimentos ultraprocesados más comunes en la dieta de los ecuatorianos y validó una herramienta clave para medir su impacto en la salud.
“Muchas personas creen que se están alimentando bien, incluso creen que están alimentando bien a sus hijos. Pero todos los días les dan galletas, yogures de sabores, jugos en polvo o cereales procesados. Lo grave es que no los identifican como un riesgo”, alerta la doctora Betzabé Tello, investigadora de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).
Sobre la investigación
El aumento de enfermedades no transmisibles como la obesidad, diabetes o hipertensión ha puesto la lupa sobre lo que comemos. ¿Cómo los ultraprocesados podrían ser una amenaza para la salud pública? Esa fue la pregunta que impulsó este trabajo liderado por la doctora Wilma Freire de la Universidad San Francisco de Quito. El estudio contó con la participación de Philippe Belmont, investigador adjunto del Centro de Investigación para la Salud en América Latina CISeAL-PUCE quién lideró el proceso de validación estadística y la doctora Betzabé Tello investigadora principal del CISeAL-PUCE quién aportó en la discusión de los resultados.
“Necesitábamos una herramienta sencilla, válida y aplicable al contexto ecuatoriano que nos permita medir con precisión este consumo”, añade Wilma.
El estudio se realizó en dos fases: una validación en línea con 327 adultos de Quito y un análisis secundario de datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición ENSANUT – Ecu 2012, que incluyó a 3510 adultos. Este estudio mostró que los productos ultraprocesados aportan el 10,4% de las calorías totales, lo cual parece bajo, pero es suficiente para afectar la salud si su consumo sigue creciendo.
Una herramienta para ver lo que no se ve
La investigación adaptó y validó el instrumento NOVA 27 UPF Screener, originalmente desarrollado en Brasil, al contexto ecuatoriano. “El instrumento consiste en un listado de 27 subgrupos de productos ultraprocesados que se pueden responder en menos de seis minutos”, menciona Philippe.
La clasificación NOVA, divide los alimentos en cuatro grupos según su grado de procesamiento:
- Alimentos sin procesar o mínimamente procesados (frutas, vegetales, arroz, leche).
- Ingredientes culinarios procesados (azúcar, aceite, sal).
- Alimentos procesados (pan artesanal, quesos maduros).
- Productos ultraprocesados (snacks, cereales saborizados, bebidas azucaradas).
La herramienta NOVA-27 se enfoca precisamente en este último grupo, con una lista de 27 productos típicos que permiten estimar el nivel de exposición al consumo de ultraprocesados.
¿Cómo funciona?
El cuestionario está hecho para que cualquier persona pueda tener una idea clara de qué tan expuesta está al consumo de ultraprocesados. Al revisar la lista de esos 27 productos y marcar cuáles consumes frecuentemente, puedes darte cuenta de:
- Cuáles de tus alimentos diarios son ultraprocesados.
- Cuánto estás consumiendo de este tipo de productos.
- Si necesitas hacer cambios para cuidar mejor tu salud.
Es una herramienta práctica tanto para la población en general como para profesionales de la salud.
“La gran ventaja de este instrumento es que es aplicable a bajo costo y puede incorporarse fácilmente en encuestas nacionales o escolares”, explica Betzabé. De hecho, ya está disponible públicamente para su descarga y uso académico o comunitario.
¿Qué estamos comiendo sin saberlo?
Este es el top seis de productos cotidianos ultraprocesados más consumidos en Ecuador, según ENSANUT-Ecu 2012 y validación 2021.
- Pan tajado o industrial
- Gaseosas
- Jugos en sobre o preparados en polvo
- Embutidos (salchichas, jamones)
- Galletas dulces
- Yogur de sabores
Según el análisis, estos seis subgrupos suman más del 50% del total de calorías provenientes de productos ultraprocesados en la dieta ecuatoriana.
“La industria alimentaria ha logrado mimetizar los ultraprocesados con versiones que se parecen mucho a nuestras comidas tradicionales. Hay menestras listas para calentar, quimbolitos envasados que parecen caseros, pero están cargados de aditivos”, alerta Wilma. “Eso los vuelve aún más peligrosos, porque los naturalizamos”.
¿Cómo identificarlos?
La doctora Wilma sugiere una guía sencilla. “Lee la etiqueta. Si ves ingredientes que no usas en tu cocina -como glutamato monosódico, nitratos, colorantes o saborizantes artificiales-, estás frente a un ultraprocesado”.
Estos productos están diseñados para ser atractivos, duraderos y convenientes. Pero su valor nutricional es mínimo, mientras que su impacto en la salud es cada vez más evidente.
Efectos en la salud
Los productos ultraprocesados suelen ser altos en calorías, grasas saturadas, azúcares añadidos y sodio. Así como pobres en fibra. Esto los hace muy apetitosos, lo que puede llevar a un consumo excesivo de energía y, en consecuencia, al aumento de peso y a la obesidad. La obesidad es un factor de riesgo para numerosas enfermedades no transmisibles.
Además, algunos estudios sugieren una posible asociación entre el consumo de ultraprocesados y un mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer, posiblemente debido a sus aditivos, al procesamiento y a la baja calidad nutricional general.
No es solo decir ‘no comas eso’
El equipo investigador insiste en que no se trata de culpabilizar a las personas, sino de empoderarlas con información clara. “Combatir el desconocimiento es clave”, dice Betzabé. «Tenemos una comida ecuatoriana maravillosa, con productos frescos, variados, accesibles. Necesitamos recuperar ese orgullo por lo nuestro y reconocer que muchos productos industrializados no son comida, son fórmulas”, agrega Wilma.
Del laboratorio al aula y a la comunidad
Este instrumento validado no solo servirá para investigaciones académicas. Actualmente, varios estudiantes de Medicina y Pediatría de la PUCE lo están utilizando para detectar patrones alimentarios en sus prácticas clínicas y comunitarias. Además, se trabaja en una versión adaptada para niños y adolescentes.
“Lo más poderoso de esta herramienta es que puede usarse como un tamizaje. Pero también como un detonante de diálogo educativo con familias, escuelas y profesionales de salud”, concluye Betzabé.
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