Morir por amor. Para los Santos Mártires este acto ha sido el precio a pagar por mantenerse fieles a Cristo. En nombre de su fe, han enfrentado persecución, sufrimiento y, en algunos casos, la muerte. Un testimonio que emerge como ejemplo de entrega y devoción es el Padre Emilio Moscoso Cárdenas, S.J., el primer mártir de ecuatoriano. Su valentía y devoción inspiran generaciones, dejando un legado de fe y convicción.

Pero, ¿qué mueve a una persona a entregar su vida por la fe? La hermana y doctora Mónica Sáenz, coordinadora de la Tecnología Superior en Acción Pastoral y de la maestría en Teología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) afirma que esta entrega sobrepasa un profundo sentido de relación y amor por Dios.

“Cuando hablamos de fe nos referimos a la confianza y abandono total en aquel en quien una persona cree. Esto se da porque lo conoce y ha creado una amistad tan profunda que no se puede negar a manifestar en público esta relación. En el caso del martirio, este es la máxima expresión de fidelidad a Cristo, es no sentirse intimado por nada frente a un don mayor, es morir por el amor”, dijo la hermana Sáenz.

Así, el martirio es el fruto de una fe vivida día a día. La fe requiere consistencia, coraje y una capacidad intensa para amar a Dios y al prójimo. Por eso, el Padre Emilio Moscoso refleja la entrega total de una vida de fe.

Era 1897, en el Colegio de San Felipe Neri , en Riobamba, una oscura sombra de violencia se cernía sobre la comunidad jesuita. El historiador David Chamorro, docente de la Facultad de Ciencias Filosófico – Teológicas de la PUCE, profundiza en esta época turbulenta.

“En medio del caos de una revolución que buscaba derrocar el orden constitucional y declarar el fin de la teocracia, los sacerdotes y cristianos devotos se convirtieron en blanco de una persecución despiadada”, expresó el historiador.

La noche del 2 de mayo, el ejercito irrumpieron en el colegio. Arrestaron a todos los presentes, incluyendo a diez sacerdotes, cinco hermanos y dos estudiantes. Aunque el Padre Moscoso tenía la oportunidad de escapar, no lo hizo. Decidió quedarse con su pueblo. Sin embargo, en la madrugada del 4 de mayo, guerrilleros conservadores entraron al colegio y un escenario de violencia se desató.

“El Padre Moscoso, en el momento de su captura, se encontraba en su habitación, dedicado a sus mayores devociones: rezando el Rosario y adorando al Santísimo Sacramento. Fue en ese momento, entre los brazos de Jesús en la Eucaristía, que fue brutalmente asesinado a tiros a los 51 años”, comentó el Mtr. Chamarro.

En este acto, la iglesia fue profanada y todo lo que quedaba fue destruido o incendiado por el odio de los atacantes.

“El Padre Emilio Moscoso, S.J. fue un verdadero pastor. Su vida sencilla, amabilidad y devoción nos dejan una gran enseñanza. Él decidió permanecer con su comunidad en momentos difíciles. Su muerte no solo dejó una marca indeleble en la historia de Riobamba, sino que también lo elevó a los altares. Se convirtió en un ejemplo de sacrificio y devoción”, agregó el docente.

El sacerdote jesuita Emilio Moscoso Cárdenas fue beatificado en Riobamba, en 2019. La ceremonia fue presidida por un delegado del Papa Francisco.

La historia del Padre Moscoso resuena como un recordatorio de la fuerza y el coraje que pueden surgir en los momentos más difíciles. Su legado continúa inspirando a aquellos que buscan vivir con convicción y dedicación a sus creencias. Nos recuerda que, incluso en la adversidad, la luz de la fe puede brillar con intensidad.

“La vida del beato Emilio Moscoso nos enseña a mirar a lo alto, a Dios mismo, que es dador de vida. Nos invita a ser testigos del amor divino, aún con la donación de la vida. Para esto, se requiere una larga preparación diaria en amistad con el Señor Jesús”, finalizó la hermana Sáenz.

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