Foto: Cortesía Fernando Felix. Ballena jorobada.

Con un peso de 30 a 50 toneladas, las ballenas jorobadas son consideradas como uno de los cetáceos más grandes. Su cola puede medir casi cuatro metros de ancho y su corazón, llegar a pesar unos 150 kg. Sin duda, ver a una de ellas es todo un espectáculo.

El proyecto

Proteger a las ballenas y mantenerlas bajo vigilancia es importante para conservar los océanos saludables. Por esa razón, el Programa de Investigación Ballenas y Clima (WCP) en la Universidad de Griffith, con el apoyo de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), motivó una alianza para observar a diez ballenas jorobadas en las costas de Ecuador durante la temporada de migración 2022.

El objetivo de este proyecto es determinar cuáles son los parámetros ambientales que regulan la migración de las ballenas. Esto además de conocer cuáles son los mecanismos que las ballenas utilizan en este proceso.

Asimismo, se busca identificar cómo las ballenas jorobadas podrían adaptarse al cambio climático en su trayectoria de migración.

Marcas satelitales

“Para realizar esta investigación, colocamos marcas satelitales en ballenas adultas. Esperamos que los trasmisores permitan rastrear los movimientos de las ballenas y conocer cómo se adaptan en su migración”, comentó el doctor Fernando Felix, investigador asociado a la PUCE y especialista en cetáceos.

Estas marcas satelitales fueron colocadas a mediados de septiembre de 2022, en la playa de Salinas, Ecuador, al inicio de la migración de las ballenas a la Antártida. Los trasmisores satelitales que utilizaron son dispositivos de última generación.

Foto: Cortesía Fernando Félix. Ballena jorobada con una marca satelital.

Puedes monitorear en vivo a los cetáceos vía la página del Programa de Investigación Ballenas y Clima y de la de apoyo al trabajo de investigación whalesandclimate.org/donate.

La migración

Las ballenas jorobadas pertenecen a uno de los siete stocks del hemisferio sur. Frecuentan las costas de Ecuador, Colombia, Panamá y Costa Rica entre junio y octubre para reproducirse.

Cada año, alrededor de 12.000 ballenas de esta población migran más de 15.000 km a lo largo de la costa oeste de América del Sur. Se trasladan para aparearse y amamantar a sus crías en las cálidas aguas tropicales del noroeste de América del Sur.

Durante este período, las ballenas pasan entre tres y cuatro meses sin alimentarse por lo que, una vez agotadas las reservas, tienen que regresar a aguas antárticas para nutrirse.

“Las problemáticas de migración y el cambio climático podrían afectar la reproducción y alimentación de las ballenas. Al cambiar su ruta, podrían enfrentarse a una escasez de alimentos. Eso es lo que tratamos investigar”, comentó el doctor Félix.

El proyecto busca entender por qué algunas ballenas van cerca de la costa y otras lejos. El doctor Fernando Félix cree que esto puede ser por el cambio climático.

Amenazas para las ballenas

Aunque estos cetáceos están fuera de peligro de extinción, existen algunos factores que podrían poner en riesgo el futuro de la especie.

Por ejemplo, el cambio climático afecta a los ecosistemas oceánicos al fluctuar la temperatura de los mares. Esta situación impacta en las cadenas alimenticias en cuanto a la cantidad y diversidad de especies, porque provoca su dispersión.

Otra de las amenazas para estas especies es la contaminación de los océanos. El vertido de desechos tóxicos de origen industrial, agrícola o doméstico pone en peligro la vida de los animales marinos.

Grupo de investigadores

Los investigadores de la PUCE, Museo de Ballenas, Pacific Whale Foundation y el Instituto Smithsonian para Investigaciones Tropicales, esperan que los trasmisores permitan rastrear los movimientos de los cetáceos en los próximos tres a seis meses.

La investigación sigue en marcha para proporcionar nuevos conocimientos sobre cómo las ballenas jorobadas podrían adaptarse o sufrir al cambio climático.

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