La Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que, para 2030, más de 10 millones de personas podrían morir debido a infecciones causadas por la resistencia antimicrobiana. No completar el tratamiento, automedicarse o abusar de los medicamentos son varias de las causas que contribuyen al surgimiento de bacterias resistentes a los antibióticos. Ante esta preocupación creciente, la terapia de fagos podría ser la respuesta.
Investigadores de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), la Universidad de las Américas (UDLA) y la Universidad de Yale se unieron. Juntos examinan la terapia de fagos como solución emergente al creciente problema de la resistencia a los antibióticos en Latinoamérica. Participan en el estudio expertos en microbiología, medicina tropical y enfermedades infecciosas.
Un trabajo multidisciplinario
La doctora Ana María Gómez, médico especialista en enfermedades infecciosas y docente de la PUCE, explica sobre esta colaboración.
“Abordamos la terapia de fagos desde una perspectiva histórica y contemporánea.Se consideró la vasta biodiversidad latinoamericana especialmente de Ecuador, como un recurso para encontrar fagos específicos capaces de combatir las bacterias resistentes. Esta investigación se publicó en en la revista Expert Review of Microbiology”, comentó la doctora Gómez.
Sobre la terapia de fagos
La terapia de fagos es un enfoque médico que utiliza virus llamados bacteriófagos (o simplemente fagos) para tratar infecciones bacterianas. Los fagos son virus que infectan bacterias de forma específica y pueden replicarse dentro de ellas, causando su destrucción.
El proceso de terapia de fagos implica identificar aquellos que sean efectivos contra la bacteria causante de la infección; luego, se administran al paciente infectado. Estos fagos se dirigen selectivamente a las bacterias problemáticas y las eliminan, dejando intactas las células sanas.
“El enfoque de la terapia se basa en la idea de una llave y cerradura. Cada fago es específico para un tipo particular de bacteria. Así, se proporciona una terapia personalizada a cada paciente”, agregó la doctora.
Un riesgo mayor para América Latina
La resistencia bacteriana se origina en el uso indiscriminado de antibióticos en animales de crianza, la agricultura y la práctica médica inadecuada. En Latinoamérica, la biodiversidad es abundante, pero los recursos de salud pública son limitados. Por eso, la resistencia bacteriana representa un desafío grave que amenaza la salud y la economía de la región.
“En países como Ecuador, es común adquirir antibióticos sin receta, lo que conlleva un uso inadecuado y promueve la resistencia bacteriana. Los médicos también contribuyen al problema. En ocasiones recetan antibióticos de forma incorrecta debido a la falta de acceso a los medicamentos adecuados. Esta práctica se ve exacerbada en entornos hospitalarios con recursos limitados”, expresó la doctora Gómez.
Según la experta, la pobreza y la desigualdad también juegan un papel crucial. Las personas en situaciones de pobreza tienen menos acceso a servicios básicos y están más expuestas a bacterias resistentes debido a entornos insalubres.
“Si esto continúa así tendremos una gran crisis de salud pública en Latinoamérica. Las consecuencias pueden ser mortales si los gobiernos no dan prioridad a esta problemática. Se necesita implementar la tecnología necesaria para el diseño de fagos”, señaló la doctora Gómez.
Si bien esta terapia no es nueva, los investigadores señalan que esta tecnología es escasa en América Latina.
Un apoyo conjunto
Los investigadores multidisciplinarios propone soluciones concretas. Entre ellas insta a los gobiernos latinoamericanos a reconocer la resistencia bacteriana como un problema de salud pública y a invertir en tecnologías innovadoras como la terapia de fagos. Además, resaltan la importancia de la concienciación pública y la colaboración entre diversos sectores de la sociedad para abordar este desafío.
“Este estudio no solo es un llamado de atención, sino también un llamado a la acción urgente. La resistencia bacteriana es un problema grave que requiere una respuesta colectiva y decidida por parte de la comunidad científica, los gobiernos y la sociedad en su conjunto”, concluyó la doctora Gómez.
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