Foto: cortesía de Jaime Boada.

Hay momentos, lugares o personas que nos marcan y le dan dirección a nuestra vida. Para Jaime Boada, conocer al doctor Hunter Patch Adams, fue ese instante. El encuentro con el médico y activista de la risa, lo inspiró a hacer del clown su pasión y su carrera.

Con una nariz roja y una bata blanca, Jaime Boada lleva risas a los hospitales de Quito desde hace 17 años. Jaime es clown, coach, actor, guionista de teatro y educador. Se graduó como licenciado en Pedagogía Musical, Lenguaje y Movimiento de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).

“Pocas cosas dan tanta satisfacción como saber que, al menos por unas horas, mientras somos payasos, somos el canal del amor universal”, comenta Jaime sobre su profesión.

Su vida por el clown

Para Jaime Boada el teatro siempre ha sido su motor. Desde los 16 años, ha dedicado su tiempo a esta pasión. Ya daba clases de teatro cuando sintió que necesitaba una carrera que le de herramientas para profesionalizarse y que le ofrezca crecimiento. Fue entonces cuando ingresó a la Facultad de Ciencias de la Educación de la PUCE, que se convirtió en el complemento perfecto para su vocación.

En 2006, mientras trabajaba en la Fundación Cecilia Rivadeneira como encargado de Proyectos Motivacionales para los voluntarios, tuvo la oportunidad de asistir al Primer Encuentro de payasos de hospital con Patch Adams, figura que impactó profundamente su vida con su filosofía. A partir de ese momento, comenzó un viaje alrededor del mundo del clown, un viaje que se convirtió en el eje de su vida.

Proyectos marcados por las risas y el humor siguieron en los años posteriores. Actualmente, Jaime coordina programas de clown hospitalario para estudiantes de Medicina. Además, se desempeña como capacitador, facilitador y motivador a través del humor para organizaciones y empresas.

Digamos que soy un emprendedor que intenta difundir la filosofía del clown como una necesidad que tiene la sociedad de desestresarse. Así como de conocerse a sí misma y de curar a su niño interior”, explica este graduado de la PUCE.

Foto: cortesía Jaime Boada

Jambi Clown PUCE

La relación de Jaime con la PUCE no terminó después de su graduación. En 2010, estudiantes de Medicina de la PUCE, luego de asistir a uno de sus talleres e inspirados por la labor de los clowns hospitalarios, propusieron el proyecto Jambi Clown como parte de la Facultad de Medicina.

Aunque al principio fue considerado un programa pequeño y limitado a la capacitación, su acogida e interés por parte de los estudiantes fue tan grande que la universidad lo incorporó a sus programas de vinculación con la colectividad.

En los 13 años de existencia de Jambi Clown, alrededor de 1.760 estudiantes han pasado por este programa. Se interrumpió solo dos años debido a la pandemia.

En Jambi Clown, los estudiantes reciben seis semanas de capacitación en filosofía y técnicas clown para realizar visitas semanales a los hospitales. El programa tiene una duración total de 10 semanas.

“Estos programas no solo enseñan a los estudiantes de Medicina a establecer relaciones sociales y conectar con los pacientes. También, les brindan un espacio de autoconocimiento y valoración de su carrera”, explica Jaime, quien, además, es coordinador de Jambi Clown.

Estudiantes del programa Jambi Clown. Fotos: cortesía Jaime Boada.

Otros proyectos

Además, de tener el programa para estudiantes de Medicina, Jaime cuenta con un proyecto personal llamado Tribu payasa. Espacio en el que cualquier persona, independientemente de su edad y profesión, puede ser un clown hospitalario. Tribu payasa recorre los hospitales los fines de semana.

Jambi Clown y Tribu Payasa visitan las áreas de Pediatría, Geriatría, Cirugía general y Oncología de los hospitales públicos como Eugenio Espejo, Carlos Andrade Marín y Militar.

Para Jaime, la importancia de este programa radica en proporcionar a los pacientes un espacio para olvidarse de sus problemas de salud. Esto les ayuda a sentirse acompañados y escuchados.

 “Cuando se sienten acompañados, su espíritu se eleva; eso nos comentan los doctores y enfermeras. Suelen reaccionar mucho mejor a los medicamentos”, añade Jaime.

De esta manera, Jaime, quien espera expandir este tipo de programas a otras universidades, promueve la humanidad, empatía, solidaridad, calidez y humor entre estudiantes y pacientes.  Él hace vida el espíritu humanista e ignaciano de la PUCE que caracteriza a sus más de 70.000 graduados que dejan su huella en el mundo.

Para mí es muy importante impactar en la educación y en la vida de los futuros profesionales. Todo ellos, sin duda, marcarán la vida de los pacientes”, concluye el graduado de la PUCE.

Te puede interesar:

Daniela Guerrero, graduada PUCE, deja su huella en la medicina
Fernando Gordillo, graduado PUCE que encontró su vocación en la investigación científica
Coffee Cup, un café con sentido social

Share This