¿Cuántas selfies tomas en un día? Para abordar esta pregunta, me aventuré y salí a la calle para entrevistar a diferentes personas. Las respuestas oscilaron entre ninguna, una, cuatro e incluso ocho. Sin embargo, el caso que más destacó fue el de Camila, una joven que captura más de 50 fotografías al día. Su galería rebosa de selfies, entre las cuales ella selecciona minuciosamente la mejor para compartirla en su cuenta de Instagram. Si en menos de una hora no alcanza 100 Likes, la elimina.
“Lo mejor es tomar fotos en ráfaga. Así, obtengo más de 50 imágenes en segundos. Usualmente, edito la foto y, después, la subo a Instagram. Me gusta cuando las notificaciones llegan sin parar con comentarios y Likes. Se siente bien”, expresó Camila.
Actualmente, las autofotos son un acto cotidiano para muchas personas y algo cada vez más habitual en redes sociales. Pero, ¿cuándo este gesto puede convertirse en una obsesión? O, peor aún, ¿podría ser considerado como un trastorno?
Selfitis
Conversamos con la psicóloga clínica Liliana Jayo, docente de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). La experta menciona que a esta práctica social constante y compulsiva de autofotografiarse se la llama selfitis. Sin embargo, asegura que, aunque este fenómeno puede ser considerado como una obsesión, no es un trastorno mental.
“Algunos podrían pensar en la selfitis como un trastorno mental, una condición que merece ser etiquetada y tratada como tal. No obstante, es esencial ser cautelosos al categorizarla de esta manera. La terminología misma ha sido objeto de debate. Sus orígenes se remontan a discusiones sobre la inclusión de la selfitis en el manual de diagnóstico de la Asociación de Psiquiatría Americana (APA). Sin embargo, hasta el momento, no se ha reconocido como un trastorno mental. Ciertamente, eso no quiere decir que esta práctica sea inofensiva”, expresó la psicóloga.
Una práctica registrada en la historia
Pero, ¿qué impulsa a las personas a practicar la selfitis? El Mtr. Frantz Jaramillo, docente de la Facultad de Comunicación Lingüística y Literatura, afirma que este comportamiento tiene raíces en la historia de la comunicación humana.
“Desde tiempos ancestrales, la humanidad ha utilizado imágenes para comunicar y mostrar ideas, emociones y estatus social. Desde las pinturas rupestres hasta las obras de arte clásicas, la representación visual ha sido una herramienta para expresar la identidad individual y colectiva. En la era digital, esta tendencia se ha intensificado con las redes sociales. Ahí, surge una mayor necesidad de ser vistos y reconocidos por los demás”, agregó el Mtr. Jaramillo.
El mito de Narciso
Para la psicóloga Jayo, esta necesidad de tomarse selfies se convierte en un reflejo de ansiedades, presiones sociales y validación externa.
“Con el mito de Narciso, podemos percibir el deseo humano de centrarse en uno mismo y buscar la validación de los demás. Actualmente, las personas buscan la aprobación instantánea mediante Likes y comentarios como: ‘Eres lindo’ o ‘ Te ves bien’. Esto puede convertirse en una obsesión, afectando nuestra autoestima y bienestar emocional”, dijo la psicóloga.
Otro aspecto
La construcción de la identidad en el mundo digital añade otra capa a esta compleja dinámica. La exposición constante a imágenes idealizadas y filtros distorsionadores puede afectar nuestra percepción de nosotros mismos y de los demás.
“Las plataformas de redes sociales, especialmente, aquellas centradas en la imagen como Instagram y TikTok, han creado un entorno en el que la atención y el reconocimiento se basan en la estética visual. Los filtros y hasta las fotografías con inteligencia artificial juegan un papel importante porque nos alejan cada vez más de lo real”. Comentó así el Mtr. Jaramillo.
Para el docente de comunicación este comportamiento también está arraigado en lo que se conoce como economía visual posmoderna. En la actualidad, las imágenes tienen un valor económico significativo, ya que influyen en las decisiones de consumo y en la construcción de marcas personales y corporativas. La presión para mantener una imagen estéticamente atractiva en línea es un factor importante en la perpetuación de la selfitis.
Efectos negativos
La terapeuta familiar Paulina Barahona, docente de la PUCE, asegura que esto podría llevar a la ansiedad, la depresión, baja autoestima e incluso una dismorfia corporal.
“La búsqueda constante de validación en línea puede crear una desconexión con el mundo real. También, puede generar una disminución en la calidad de las interacciones sociales cara a cara. Esto puede contribuir al aislamiento social y a la dificultad para establecer relaciones significativas fuera del mundo virtual”, dijo la terapeuta.
Todo exceso es malo
Entonces, ¿es la selfitis algo intrínsecamente malo? Los expertos concuerdan en que no debemos caer en la trampa de estigmatizar esta práctica. Sin embargo, debemos estar atentos a si esto se convierte en algo compulsivo u obsesivo.
Para lograrlo, un equipo de investigadores de la Universidad Nottingham Trent y la Escuela de Administración Thiagarajar (en India) desarrollaron una Escala de Comportamiento del Autismo (SIS). En esta investigación, se evidencian escalas y parámetros a tomar en cuenta.
- Límite: personas que se sacan selfies, al menos, tres veces al día sin necesidad de publicarlas en redes sociales.
- Agudo: tomarse fotos, por lo menos tres veces al día y, luego, publicarlas todas en redes sociales.
- Crónico: publicar en repetidas ocasiones más de seis fotos al día.
«En un mundo saturado de imágenes, es crucial recordar que nuestra valía no reside en la cantidad de Me gusta que recibimos. Sino en la calidad de nuestras conexiones humanas y en la autenticidad de nuestra identidad», finalizó la psicóloga Jayo.
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