El fútbol puede mover emociones intensas como alegría, tristeza y furia. Es recurrente que los hinchas se apropien de los colores de sus camisetas y lleguen incluso a los golpes para defenderlos. En la Copa América 2024 se han registrado diversos escenarios violentos entre los aficionados. ¿A qué se debe?
Organizaciones como la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) o la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) han intentado frenar las agresiones adentro y fuera de las cachas. Sin embargo, sus acciones aún no son lo suficiente efectivas.
Conversamos con el Mgtr. Nelson Reascos, docente de la Facultad de Ciencias Humanas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). En esta entrevista, expone algunas artistas sobre la violencia del y en el fútbol.
La cultura del fútbol un hecho colectivo
«El fútbol es practicado por personas de todas las edades, géneros y en todos los rincones. Sin duda, es uno de los eventos más importantes para la humanidad. En términos productivos, se considera absolutamente vano y sin importancia. Es decir, existe una dialéctica que merece ser analizada: ¿cómo algo tan banal y aparentemente improductivo, puede ser tan importante?», señala.
Esto se debe a que es un fenómeno multicausal, según refiere el docente de la PUCE. Entre otras cosas, el fútbol es:
- Deporte y un juego. El juego y el divertimento son parte de la dinámica del fútbol. Entretiene a quienes lo practican, y también a los espectadores.
- Industria. Se ha convertido en un negocio muy rentable. Según la consultora Deloitte, este deporte mueve anualmente alrededor de USD 500.000 millones.
- Espectáculo mediático. La difusión de los eventos de fútbol no solo se limita a lo que pasa en la cancha. Por ejemplo, muchos medios abordan la vida privada de los jugadores, convirtiéndolos en estrellas y modelos a seguir.
- Ritual. Contiene elementos religiosos como la devoción a ciertas figuras o el ‘rito’ de acudir todos los domingos al estadio. Esto se debe, entre otras cosas, a la crisis de las religiones en los últimos años.
- Aspecto cultural. En la contemporaneidad, el fútbol se posiciona como un hecho cultural en la mayoría de los países del mundo. Esto ha propiciado que esté presente en la vida cotidiana de las sociedades.
- Identidad. A través de una serie de símbolos, el fútbol genera emociones intensas en los espectadores. Además, permite al hincha identificarse, incluso a nivel nacional.
En este contexto, donde el fútbol adquiere esa relevancia en la vida de las personas, ¿cómo podemos entender la violencia?
Hay que hacer una diferenciación entre la violencia del fútbol y la violencia en el fútbol. Aunque se relacionan, no son lo mismo.
El fútbol tiene un origen bélico, lo cual se refleja en su terminología y naturaleza competitiva. Este deporte implica una lucha cuerpo a cuerpo, conflictos y defensa de territorios, similares a las estrategias de guerra. Muchos términos utilizados en el fútbol tienen raíces bélicas. Por ejemplo, el arquero se refiere a los arqueros medievales, quienes disparaban flechas desde la retaguardia en las batallas.
El fútbol es un juego violento. No obstante, esta violencia está normada, existen reglas y controles a los que se debe obedecer. Es verdad que pueden existir efectos no deseados, como lesiones, expulsiones y multas; pero ese no es el propósito.
Más allá de eso, es importante distinguir entre la violencia del juego y la violencia externa que ocurre en su contexto. Es decir: la violencia del fútbol y la violencia en el fútbol. La primera está controlada y es parte del deporte. Mientras tanto, la segunda, como disturbios y enfrentamientos entre aficionados, no forma parte de la práctica del fútbol.
Me queda claro que el fútbol en el juego conlleva una dinámica de conflicto y es violenta en ese sentido. Ahora, profundicemos en el segundo punto, ¿en qué consiste la violencia en el fútbol?
La violencia en el fútbol no es inherente al deporte, sino que es una manifestación de los conflictos sociales. Los espectadores trasladan al estadio sus frustraciones sociales individuales y colectivos como la pobreza y el sufrimiento. Esta violencia no es propia del fútbol.
Por ejemplo, los hooligans en Inglaterra mostraron su mayor violencia durante la peor crisis económica del país. También, en Argentina, la época más álgida de agresiones en los estadios coincidió con la dictadura, período marcado por represión y violación de derechos. Esto sugiere que la violencia no se extiende del campo a las gradas, sino que refleja tensiones sociales.
Por ejemplo, el fútbol es probablemente el escenario más visible del racismo, que es una forma de violencia obviamente vergonzosa, inaceptable e incalificable. Sin embargo, cabe la pregunta: ¿es el fútbol racista o es la sociedad racista que traslada su racismo al fútbol?
¿Por qué se trasladan al estadio las problemáticas sociales?, ¿qué tiene de especial este lugar?
El estadio ofrece una mascarada, un entorno donde el hincha se cobija en el colectivo y se vuelve anónimo. Este anonimato le permite decir, gritar y actuar sin ser reconocido, lo que no podría hacer en otros contextos. Así, el estadio se convierte en un espacio donde se permiten libertades y comportamientos que no serían tolerados en la cotidianidad.
Los romanos ya entendían este fenómeno: permitían que los esclavos asistieran gratis al circo o al coliseo. Ahí, podían desahogar su frustración social. Este método mitigaba la violencia en la vida cotidiana, evitando el peligro de revueltas en la ciudad.
¿Podemos decir, entonces, que el fútbol activa emociones intensas?
Sí, claro. Alguien con ira intensa, sufrimiento profundo, una sensación de fracaso y pérdida, o una exultación extrema puede actuar de manera imprevisible y descontrolada. Estas reacciones son comunes en el estadio.
Algunas expresiones irracionales han llevado a varios pensadores, políticos y literatos a menospreciar el fútbol. Lo han calificado como un opio del pueblo, un o algo destinado a una masa embrutecida.
Famosos detractores del fútbol incluyen a Jorge Luis Borges, quien, siendo argentino, se burlaba del deporte y lo consideraba deplorable. De manera parecida, el alemán Rudyard Kipling también despreciaba el fútbol. Es común encontrar sociólogos y pensadores que compartan esta visión crítica del fútbol.
Por otro lado, el fútbol también cuenta con un amplio grupo de defensores en el ámbito literario. Muchos escritores ven en el fútbol una forma de arte y una fuente de inspiración. Albert Camus; por ejemplo, fue arquero y afirmó que lo que aprendió sobre moral y obligaciones humanas se lo debía al fútbol. Otros escritores como Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Eduardo Galeano y Mario Benedetti también han escrito sobre el fútbol. Estos literatos destacaron su belleza y complejidad.
Así, mientras el fútbol puede propiciar escenarios agresivos, también es una expresión artística, acercándose más a la literatura que a la violencia.
Entonces, ¿es incontrolable la violencia en el estadio?, ¿qué medidas se han tomado?
Cada vez existen más mecanismos para controlar y mitigar esta violencia. La señora Margaret Thatcher, mientras fue primera ministra de Inglaterra, implementó al menos cuatro recomendaciones obligatorias para los estadios. Estas fueron:
- Todos sentados. Cada espectador debía estar sentado, lo que significaba que todos estaban identificados mediante asientos numerados.
- Todos identificados. Se debía saber a quién correspondía cada número de asiento.
- Todos vigilados. Se instalaron cámaras de vigilancia para monitorear a los espectadores.
- Todos pagados. Nadie podía entrar gratis al estadio.
Estas medidas, aunque parecían drásticas, ayudaron a superar la violencia en los estadios. Este enfoque creó un ambiente de panoptismo en el fútbol, eliminando la privacidad del espectador. El estadio, que antes proporcionaba anonimato, ahora obligaba a que todos estuvieran identificados, sentados y vigilados. Así, se marcaba, el fin de la privacidad en ese contexto.
Otras voces señalan que es un distractor, que les permite a los hinchas no pensar en sus problemas y olvidarse de lo fundamental ¿Considera que ocurre este fenómeno?
No lo pondría como un distractor, sino como un dulcificador. Porque ponerlo como distractor implica que la gente no se da cuenta de su realidad, y sí lo hace. Tener un momento de alegría porque la selección de fútbol tuvo un buen desempeño, no significa olvidar que no se tiene empleo. Son elementos momentáneos. Decir que son los que ocultan la realidad, me parece exagerado.
Por ejemplo, si una persona pobre no tiene para comer y alguien le da un sándwich o una fruta, es natural que disfrute ese gesto. El fútbol, en mi opinión, más bien colabora con una especie de salud mental social. En un país con tantos problemas económicos, violencia, desempleo y pobreza, que nos den momentos de alegría es algo valioso.
La selección nacional de fútbol es un espacio en donde las divisiones identitarias en Ecuador se superan, ya sean étnicas, religiosas o geográficas. Nadie se preocupa de dónde es el jugador; es simbólicamente la representación nacional y todos nos sentimos identificados.
Para terminar, ¿por qué el fútbol y no otro deporte? Pensemos en el Tour de Francia, visto por millones de personas en Europa y en el que Richard Carapaz está participando destacadamente. ¿Por qué aquí no se refleja la misma alegría o agresividad?
El problema es que simbólicamente la gente se siente más identificada con el fútbol porque es parte de la identidad. No creo que nos identifiquemos tanto con otro deporte. Nos alegraremos si un marchista ecuatoriano gana y nos entristeceremos si no lo hace. Sin embargo, no generará el mismo nivel de alegría o dolor que si la selección de fútbol pierde. ¿Por qué? Porque el fútbol está identitario y eso es una cuestión simbólica que simplemente se da, no tiene explicación.
Para entender qué es un símbolo, imaginemos que alguien nos da una palmada en la espalda. Eso es una muestra de cariño, pero si nos da una palmada en otra parte del cuerpo, como las nalgas, eso es acoso. ¿Qué tiene la espalda que no tienen las nalgas? Nada, es el valor simbólico lo que cambia y eso no se puede explicar racionalmente, simplemente es así.
Del mismo modo, ¿qué tiene el fútbol que no tenga el ciclismo o la marcha atlética? Nada en términos materiales, pero sí en términos simbólicos. Los símbolos tienen un valor intrínseco que va más allá de lo tangible.
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