Andrea, una mujer de 35 años, llevaba meses sufriendo un intenso ardor estomacal. Había probado distintos tratamientos. Cambió su alimentación y visitó a varios médicos, pero ninguno encontraba una respuesta que explicara su malestar. Curiosamente, su gastritis empeoraba en momentos clave: antes de reuniones importantes en el trabajo, tras discusiones con su pareja o cuando enfrentaba preocupaciones económicas. Finalmente, su médico le sugirió que el problema podría venir de su mente. Se trataba del trastorno de somatización: cuando las emociones reprimidas encuentran su forma de expresión a través del cuerpo.
Somati… ¿qué?
En la vida cotidiana, tendemos a buscar explicaciones puramente biológicas para los malestares físicos. Pero rara vez nos detenemos a pensar en la relación que esto puede tener con nuestras emociones.
Es común pensar que la salud física y la emocional son dimensiones separadas. Sin embargo, la realidad es que somos seres integrales. Lo que vivimos a nivel emocional inevitablemente repercute en nuestra fisiología. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que aproximadamente el 90% de las enfermedades tienen un componente psicosomático. Esto demuestra el impacto que nuestras emociones pueden tener en nuestro bienestar físico.
«Como seres humanos, buscamos mecanismos para sobrellevar el malestar y la somatización es uno de esos mecanismos. Lo que no se dice, lo que reprimimos y lo que no se pone en palabras encuentran una vía de salida a través del cuerpo. El cuerpo es el depositario de esas tensiones, dudas e inquietudes que no logramos expresar. La somatización se caracteriza por ser la manifestación física de los estados mentales. Somos seres biopsicosociales, lo que significa que nuestra parte física, psicológica y social están interconectadas». Así explica la doctora María Verónica Egas, psicóloga clínica y docente de la Facultad de Salud y Bienestar de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).
Diagnóstico del trastorno de somatización
Antes de hablar de un trastorno de somatización, es fundamental que el especialista determine si el paciente realmente presenta signos clínicos y si estos pueden ser clasificados dentro de este grupo de trastornos. Así lo asegura el doctor Diego Mera, médico psiquiatra y docente de la Facultad de Salud y Bienestar.
“Para diferenciar entre un trastorno de somatización y otras condiciones médicas o psiquiátricas, es esencial una historia clínica completa. En psiquiatría, se trabaja con el concepto de causalidades, lo que implica analizar no solo los síntomas, sino también los factores psicosociales que pueden influir en la enfermedad”, agregó Diego.
Los síntomas de la somatización
Aunque cada cuerpo es diferente, María Verónica explica que existen algunos síntomas comunes que las personas con este trastorno enfrentan. Entre ellos están:
Problemas estomacales (gastritis, colon irritable, náuseas). Podrían estar relacionados con situaciones que «no podemos digerir» en nuestra vida, conflictos emocionales que nos cuestan aceptar o procesar.
Dolores de cabeza y migrañas. Pueden reflejar sobrecarga mental, exceso de preocupaciones, pensamientos recurrentes o estrés acumulado.
Dolores de espalda. En especial en la parte superior, podrían estar asociados con la sensación de llevar una gran carga emocional, responsabilidades excesivas o estrés prolongado.
Problemas respiratorios (asma, sensación de ahogo). Pueden estar relacionados con ansiedad, opresión emocional o situaciones en las que sentimos que “no podemos respirar” o que algo nos sofoca.
Problemas de garganta. A veces indican dificultades para expresar lo que sentimos, conflictos no hablados o emociones reprimidas.
Erupciones en la piel, alergias, urticarias. Pueden estar relacionadas con estrés, emociones reprimidas o conflictos internos que “se manifiestan en la piel”.
Dolores musculares o articulares: Pueden reflejar tensión emocional acumulada.
“Es importante insistir que si bien estas son ideas generales, para cada persona el síntoma tiene su significado único. Cada persona es diferente, y la somatización varía según la historia y la forma en que cada uno maneja sus emociones. Lo importante es escuchar al cuerpo y entender qué mensaje nos está enviando”, agregó María Verónica.
¿Es posible identificar la somatización?
Distinguir cuándo un síntoma físico tiene un origen emocional no es tarea sencilla. No obstante, hay algunos indicios que pueden ayudar a detectarlo:
- Síntomas recurrentes sin causa médica aparente
Si los exámenes médicos no arrojan ninguna anomalía pero el malestar persiste, podríamos estar ante un caso de somatización.
- Patrones repetitivos
Cuando un dolor o afección surge en períodos de ansiedad, tristeza o enojo, es probable que tenga una raíz psicosomática.
“Es importante que la persona pueda interrogarse: ¿por qué esto me está pasando tan seguido? ¿En qué momentos aparece este síntoma?, dice María Verónica.
Cómo afrontar la somatización
Cuando una persona identifica algún síntoma que está somatizando en su cuerpo, ¿cuál es el tratamiento?, ¿se puede curar? Desde el punto de vista médico, los trastornos de somatización no se «curan» en el sentido tradicional de la palabra, como ocurre con una infección que desaparece tras un tratamiento con antibióticos. “Estos trastornos se estabilizan y se controlan a través de un enfoque integral” , asegura Diego.
Por otro lado, María Verónica menciona que más que hablar de «curación», hay que hablar de comprensión.
“No se trata de ofuscarnos e intentar eliminar rápido lo que padecemos. Si bien es importante tratar los síntomas físicos con un especialista, también es fundamental trabajar la raíz emocional del problema. Es un proceso en el que necesitamos aprender a escucharnos, identificar nuestras emociones y buscar espacios de autocuidado. Como, por ejemplo, la terapia, la meditación, el ejercicio o las relaciones de apoyo”.

Acompañar a quien somatiza
Cuando un ser querido está somatizando, el apoyo es crucial. Sin embargo, la ayuda no radica en minimizar su malestar o decirle: contrólate”. Más bien, se trata de acompañar sin juzgar, validar su experiencia y sugerir ayuda profesional cuando sea necesario.
«Muchas veces, la mayor dificultad no es la enfermedad en sí, sino la soledad con la que se enfrenta. Además, hay que tener en cuenta que el dolor es real, las personas que son diagnosticadas con este trastorno sufren y lo sienten en su cuerpo», reflexionó María Verónica.
Por otro lado, Diego enfatiza que el acompañamiento debe incluir también al equipo médico.
“No se puede minimizar el sufrimiento del paciente diciendo «no te pasa nada». Es necesario comprender su vida emocional y las connotaciones psicológicas detrás de sus síntomas, y no limitarse solo al diagnóstico médico convencional. Es fundamental que los médicos adopten una visión integral de la salud, considerando tanto los aspectos físicos como los psicológicos”, expresó Diego.
La necesidad de una mejor formación médica
Para el médico psiquiatra uno de los grandes riesgos en la atención primaria es que los pacientes con síntomas somáticos pueden desarrollar dependencia de opioides u otros medicamentos prescritos sin una evaluación integral. “Muchas veces, los médicos generales no abordan estos casos desde una perspectiva psiquiátrica, lo que puede llevar a un uso inadecuado de fármacos y a la automedicación”, explicó Diego.
Otro aspecto clave es comprender que los medicamentos pueden aliviar los síntomas, pero no abordan la raíz del problema.
Existe una carencia en la formación médica respecto al manejo de los trastornos de somatización y la relación entre mente y cuerpo. Sin embargo, universidades como la PUCE están promoviendo un enfoque más integral en la educación de futuros médicos, enfatizando la importancia de la salud mental en la práctica clínica.
Escuchar el lenguaje del cuerpo
La somatización nos recuerda que el cuerpo tiene su propio lenguaje y que nuestras emociones, si no se expresan de manera consciente, encontrarán otra vía para manifestarse. La sociedad nos impulsa a reprimir la tristeza o la ira, pero estas emociones necesitan su espacio para ser procesadas. Comprender esta conexión nos permite no solo mejorar nuestra salud, sino también vivir con mayor bienestar y equilibrio emocional.
Quizá sea momento de preguntarnos: ¿estamos escuchando lo que nuestro cuerpo nos quiere decir?