Los manglares son ecosistemas complejos y únicos. Sus árboles, capaces de crecer en zonas inundadas, se sostienen sobre raíces aéreas que parecen flotar. Con su frondosidad y la gran diversidad de vida que albergan, parecen surgir de un cuento fantástico. Pero, más allá de su aspecto, cumplen funciones vitales como capturar carbono, proteger las costas de la erosión y sostener la economía y alimentación de miles de especies, incluida la humana.
Sin embargo, su equilibrio podría estar en riesgo. La expansión de las camaroneras ha encendido el debate sobre el futuro de estos ecosistemas en Ecuador. Un estudio evidencia cambios profundos en la calidad del agua, los sedimentos y la biodiversidad de los manglares de Esmeraldas.
Esta investigación se denomina Water and Sediment Quality Changes in Mangrove Systems with Shrimp Farms in the Northern Ecuadorean Coast y es liderada por Eduardo Rebolledo Monsalve y Lita Verduga Vergara, investigadores de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) en Esmeraldas. “Queríamos entender qué cambios ocurren en manglares naturales y en aquellos que reciben descargas camaroneras”, explica Eduardo.
Sobre la investigación
El caso se estudió en dos realidades opuestas. La Reserva Ecológica Manglares Cayapas Mataje (REMECAM), donde los bosques se mantienen bien conservados, y el estuario del río Muisne, altamente perturbado por las piscinas de camarón. Pero ¿cómo se evidencian estas alternaciones en el ecosistema?
El hallazgo más preocupante fue la pérdida de materia orgánica en los sedimentos. En palabras simples, los manglares de Muisne retienen menos carbono que los de REMACAM. “En nuestras mediciones, los sedimentos de REMACAM tuvieron 3,8 veces más carbono orgánico total que los de Muisne”, detalla el investigador.
Es decir, mientras unos manglares ayudan a mitigar el cambio climático, otros han visto reducida drásticamente esa capacidad debido a la expansión de la industria camaronera.
Los resultados mostraron también que los efluentes de camaroneras incrementan nutrientes como fósforo y amonio. Aunque estos elementos pueden sonar positivos, en exceso alteran la calidad del agua y afectan a la fauna.
El equipo registró 56 especies que viven en el fondo del agua. Sin embargo, la riqueza de biodiversidad fue mayor en los sectores con menos camaroneras.
Manglares y camaroneras: ¿convivencia posible?
Pero los manglares también permiten el sustento económico de las comunidades alrededor de los ecosistemas, por ejemplo, los concheros, cangrejeros y pescadores. El deterioro de la calidad ambiental repercute directamente en la calidad de vida. “En casos de deterioro extremo, incluso puede enfermar a las personas que se exponen a sedimentos muy alterados”, advierte Eduardo.
Lejos de plantear un conflicto sin salida, el estudio abre la puerta a soluciones. “Sí se podría lograr un modelo de coexistencia, pero debe haber apertura de todos los sectores”, señala. Cita ejemplos de Asia, donde se han integrado manglares a los sistemas camaroneros, mejorando la calidad del agua sin reducir la producción.
Para Eduardo existen alternativas reales. “La gente no explota desmedidamente los recursos porque quiere, sino porque no tiene otra alternativa”. El investigador propone que el sector camaronero financie proyectos de restauración. Por otro lado, sugiere que el Estado fomente más investigación y mejore los controles ambientales.
Uno de los caminos para proteger a los manglares es aprovechar su capacidad de captura de carbono en los mercados internacionales. “Si se lograra valorar los sumideros de los manglares para créditos de carbono, parte de esos recursos deberían llegar a las comunidades locales. Solo así habría incentivos reales para conservarlos”, sostiene el investigador.
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