Rasgos antisociales altamente inestables, egocéntricos o de personalidad narcisista, para varios expertos, estas podrían ser algunas características de un pedófilo. Sin embargo, definir un perfil agresor y comprender la pedofilia es más complejo, debido al papel que desempeña la cultura en nuestra sociedad.

La Mtr. Alexandra Serrano explica la complejidad de la pedofilia. Ella es docente de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). La especialista analiza este tema desde la cultura, la prevención y la crianza. 

¿Se puede definir el perfil de un pedófilo? 

La pedofilia es una parafilia que consiste en la atracción sexual hacia niños o niñas preadolescentes. Ahora bien, el perfil no puede reducirse a una imagen concreta. El aspecto distintivo de la pedofilia es que no existe un perfil típico.

Foto: Mtr. Alexandra Serrano.

Esto se debe, en gran medida, a que vivimos en una cultura que, de una u otra manera, promueve la pedofilia. Lo sé, puede sonar impactante, pero, si lo consideramos detenidamente, tiene sentido. 

Solo observemos cómo se sexualiza el cuerpo de las mujeres en nuestra sociedad. En la sexualidad femenina, se valoran características asociadas con la infancia. Por ejemplo, la juventud, presentando pieles sin marcas de expresión o arrugas, y mujeres sin vello púbico. 

Estas peculiaridades crean un estereotipo de atractivo sexual que se asemeja a la imagen de una niña. La cultura, a lo largo de los años, ha contribuido a la normalización de estos estereotipos. Esto, en sí mismo, es una manifestación de la cultura pedófila. 

La pedofilia no es solo un fenómeno aislado. No podemos reducirlo a unos pocos individuos enfermos que se ocultan entre nosotros. La pedofilia está entrelazada en las estructuras culturales y sociales que nos rodean. 

¿De qué manera la cultura contribuye a la perpetuación de la pedofilia y su presencia arraigada en la sociedad? 

La influencia de la pedofilia se extiende a muchos aspectos de la sociedad desde películas y dibujos animados hasta la literatura. Un ejemplo destacado es Lolita, de Vladimir Nabokov, una obra reconocida a nivel mundial. La trama: un amor pasional prohibido de Humbert Humbert, un hombre de 37, años hacia Lolita, una niña de doce años. 

Esta novela, que ha sido considerada una apología de la pedofilia, se convirtió en una de las obras clásicas de la literatura. Esto demuestra cómo la cultura ha perpetuado una visión distorsionada de la sexualidad

Incluso en la industria del entretenimiento vemos ejemplos perturbadores. La actriz Natalie Portman reveló cómo recibió cartas de hombres con contenido inapropiado después de protagonizar la película El profesional. Sin duda, esto afecta a nuestra cultura de manera generalizada. 

Para abordar adecuadamente este problema, debemos comprender que no hay una solución. No podemos, simplemente, identificar y aislar a los agresores pedófilos. Debemos trabajar para cambiar la cultura, los estereotipos y las actitudes que perpetúan este problema. Gran parte de ello empieza en el hogar con los padres.  

¿Cuál es el rol de los padres y cómo pueden proteger a sus hijos? 

En primer lugar, es esencial que los padres cuestionen su propia mentalidad adultocéntrica. Cuestionar el adultocentrismo implica reflexionar sobre cómo ven a sus hijos. Los ven como seres humanos con derechos y autonomía o como posesiones obligadas a obedecer ciegamente. La educación en la sexualidad debe comenzar desde el nacimiento y fomentar la autonomía y el respeto por el cuerpo de los niños. 

Mientras el niño crece y empieza a comprender, es esencial enseñarle los nombres correctos de sus genitales y establecer límites. No debemos esperar hasta los 12 años, cuando comienza la pubertad, para abordar estos temas. En ese caso, perderíamos 12 años de conciencia sobre su cuerpo y la comunicación abierta.  

La educación sexual no se trata solo de protegerse de extraños. Implica también ayudar al niño a reconocer sus señales internas de lo que está bien y mal. Todos tenemos una voz interna de autocuidado y debemos fomentar que los niños confíen en ella desde temprana edad. Así, no necesitarán reglas simples como «no aceptar caramelos de extraños».

Además, es importante que los padres construyan un vínculo cercano y de confianza con sus hijos. Cuando los niños sienten que pueden hablar abiertamente con sus padres, son más proclives a buscar ayuda y orientación en situaciones incómodas o peligrosas. 

La educación sexual debe hablarse en los hogares. Esto les ayudará a comprender a los niños su cuerpo y a reconocer las señales de alerta en situaciones potencialmente peligrosas. 

¿Un mensaje final para los padres? 

Debemos cambiar nuestra percepción de la crianza y reconocer que criar no es algo que ocurre de forma natural. Los seres humanos no nacen con un manual de crianza incorporado. Criar a un hijo es un proceso que requiere formación, autoconciencia y desaprendizaje. No podemos asumir que sabemos todo desde el momento en que nace un hijo; esto es un error. 

Los adultos deben ser conscientes de la necesidad de prepararse para ser padres. Esto implica tomar cursos, leer libros, buscar asesoramiento psicológico y explorar los recursos disponibles, como videos en las redes sociales.  

Es esencial reconocer que la crianza es una tarea que requiere tiempo y dedicación. No tengamos miedo de buscar orientación y formación. Esto nos brindará mejores herramientas para proteger a nuestros hijos en todos los aspectos, no solo ante amenazas externas como la pedofilia. 

Además, es fundamental entender que ningún consejo o estrategia reemplaza la confianza natural que los niños desarrollan cuando los adultos son figuras cercanas y presentes. La relación cotidiana, la cercanía emocional y la comunicación abierta son esenciales para que los niños se sientan seguros. También, para que acudan a los adultos en busca de apoyo en momentos de necesidad.

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