En las últimas semanas, Ecuador ha contado con tres vicepresidentas Cynthia Gellibert, Sariha Moya y Verónica Abad (electa democráticamente). Las dos primeras fueron designadas por el presidente Daniel Noboa para reemplazarlo durante la campaña electoral, evitando así que Abad asumiera el rol. Pero, más allá de las tensiones entre Noboa y Abad, surge la duda: ¿qué hace realmente un vicepresidente?
La respuesta, al revisar la Constitución del Ecuador, es abierta. Según el artículo 149, la función del vicepresidente será suceder al primer Mandatario en caso de ausencia temporal o definitiva. Cuando esto no ocurra, serán funciones son las que le designe el presidente.
Para entender más sobre esta figura, conversamos con el doctor Miguel Chavarría, politólogo y docente de la Facultad de Ciencias Humanas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). A continuación, algunas claves sobre la vicepresidencia en nuestro sistema político.
Vicepresidencia en Ecuador
- Elección popular. El vicepresidente se elige junto con el presidente como parte de una fórmula electoral.
- Salario. Percibe un ingreso mensual de USD 4.800. El valor puede incrementarse con viáticos y movilización en caso de funciones en el extranjero, como ocurre con Verónica Abad.
- Beneficio vitalicio. Al finalizar el período, los vicepresidentes reciben una pensión vitalicia equivalente al 75% de su salario en funciones. En caso de fallecimiento, esta se transfiere al cónyuge o hijos menores de 18 años.
Dado que las funciones del vicepresidente son las que el presidente le delega, ¿cuál es el rol de esta figura en un régimen presidencialista?
En términos generales, la vicepresidencia se establece principalmente en regímenes presidencialistas para cumplir tres funciones clave. Primero, acrecentar la representación política del presidente, es decir, fortalecer la figura presidencial y su repercusión política. En un sistema democrático representativo, esta representación se basa en la voluntad general.
Segundo, mejorar la gobernanza. Históricamente, se ha pensado que el vicepresidente contribuye a una mejor relación entre el gobierno y los gobernados. Funciona como un apoyo estratégico en la gestión política y administrativa.
Tercero, la lealtad, un elemento invisible pero fundamental en la relación entre presidente y vicepresidente. La confianza y el alineamiento político son cruciales para que esta figura desempeñe su papel con eficacia. Sin embargo, en la práctica, estas relaciones suelen estar influenciadas por factores como los intereses políticos.
Esta dinámica algunas veces falla, lo que genera discordancias o tensiones internas. Un ejemplo reciente sería el caso de la actual Vicepresidenta, que parece representar intereses distintos a los del Presidente. Esto refleja problemas estructurales como la improvisación en la selección de altos funcionarios y colaboradores cercanos.
¿Qué papel desempeña el vicepresidente en relación con las áreas sociales y la representación política?
Tradicionalmente, se asigna al vicepresidente la supervisión de sectores como la salud, la educación y otros aspectos sociales. Sin embargo, esta delegación no siempre garantiza resultados sostenibles, ya que muchos de estos problemas requieren más de un periodo presidencial para ser resueltos.
Hay que resaltar que la vicepresidencia es un cargo de elección popular, tiene un peso político mayor que otros ministerios o cargos designados.
¿Cuál ha sido tradicionalmente el rol del vicepresidente y su relevancia en la vida política?
La vicepresidencia históricamente ha tenido una importancia secundaria, ya que suele asignársele un sector específico, como salud o educación, dependiendo de la experiencia profesional del titular. Sin embargo, este rol, en muchos casos, no trasciende a una relevancia política mayor, ya que su impacto tiende a limitarse a una gestión administrativa de corto alcance.
En términos políticos, la vicepresidencia es prescindible. Más allá de ser un simbolismo dentro del aparato estatal, pocas veces ha tenido un impacto determinante en la dinámica política nacional. Su relevancia muchas veces se reduce a la posibilidad de que el vicepresidente asuma la presidencia en caso de vacancia. Fuera de ese contexto, su papel es más representativo que funcional.
La falta de institucionalización en la política del país también ha contribuido a que la vicepresidencia sea una figura con funciones limitadas. Casos como el de Rosalía Arteaga, quien brevemente asumió la presidencia tras la salida de Abdalá Bucaram, reflejan cómo los pactos políticos en el Congreso han influido más que el marco institucional.
¿Nos podría dar una reflexión final sobre la gobernanza en un régimen hiperpresidencialista como el nuestro?
La solución pasa por una participación activa y organizada de la ciudadanía. No basta con elecciones o plebiscitos; se necesitan mecanismos que permitan a las personas proponer, planificar y participar activamente en la toma de decisiones. Un Estado democrático no depende exclusivamente de instituciones burocráticas, sino de fomentar una acción política colectiva.
Un gobierno que incentiva la participación ciudadana mejora no solo la gobernanza, sino también sectores críticos como la salud, la energía y el empleo. La acción política organizada es clave para el fortalecimiento del Estado y el desarrollo social.
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