¿Has visto Intensa Mente (Inside Out)? La película narra las aventuras de varias emociones en el interior de la cabeza de una niña llamada Riley. A través de esta historia, Pixar explica el complejo funcionamiento de las emociones básicas: alegría, tristeza, ira, desagrado y miedo. Sin embargo, las emociones no son solo experiencias individuales; también tienen componentes sociales. Justamente, a ese estudio se dedica la sociología de las emociones.
Para evidenciar el carácter colectivo de las emociones, pongamos un ejemplo. Imagínate estar en el velorio de un amigo cercano. ¿Qué pasaría si empiezas a reírte estruendosamente y a querer hablar con todos? Seguramente sería muy incómodo, no solo para ti sino también para el resto de los asistentes. Esto se da porque, a pesar de ser una experiencia individual, están influenciadas por el contexto social. Es decir, un conjunto de normas culturales y estructuras sociales moldean y regulan las emociones.
Así lo explica el Ph.D. Francisco Morales, docente investigador de la Facultad de Ciencias Humanas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Por lo general, la psicología y la neurología han sido los campos que más han estudiado a las emociones. No obstante, la sociología también lo hace, porque estudia cómo nos relacionamos entre humanos y en el contexto social.
“El fenómeno emocional, en principio es un fenómeno psicológico individual. No obstante, adquiere su verdadero significado y sentido cuando entendemos las diversas situaciones, contextos, patrones y normas sociales que lo rodean. Experimentamos las emociones de la manera en que lo hacemos debido a estos factores sociales y culturales”, indica.
Emociones y normas sociales
Desde temprana edad consciente e inconscientemente aprendemos una serie de normas de comportamiento ante distintas situaciones. Estos parámetros son indispensables para insertarnos correctamente en la sociedad.
Las normas se relacionan con qué emoción es adecuada, y, también con la intensidad, dirección y duración de lo que sentimos. Estos lineamientos determinan lo que sentimos y cómo lo expresamos.
Por ejemplo, sobre el último punto, biológicamente una emoción dura, en promedio, 90 segundos, según la Universidad de Cambridge. No obstante, pensemos en la tristeza, durante un periodo de duelo, una persona la puede experimentar por días o meses. En ese caso la emoción se transforma en un sentimiento al pasar por un proceso cognitivo y social.
El PhD. Morales explica que las normas sociales no son homogéneas; varían según el contexto. Esto hace que su análisis sea complejo, pero permite entender mejor cómo nos relacionamos en los distintos ámbitos.
“No existe un solo orden social o normativo. Las expectativas de comportamiento cambian según la situación; no son las mismas cuando estoy con mi familia que cuando estoy con mis amigos. Incluso pueden coexistir normas contradictorias”, comenta.
Salirse de la norma siempre será una opción. Las consecuencias varían desde ser ‘mal visto’ a no poder o no querer insertarse en la sociedad.
Manejo emocional, la clave
Una de las pioneras en el estudio de la sociología de las emociones es Arlie R. Hochschild, socióloga y académica estadounidense. Ella analiza la gestión y entrenamiento de las emociones en distintos contextos. Uno de ellos, el ámbito laboral y, particularmente, en trabajos relacionados con la atención al cliente.
El manejo emocional es la forma en la que controlamos y expresamos lo que sentimos. Por ello, se puede entrenar. La socióloga analiza el manejo emocional y sostiene que existen varias técnicas para evocar o reprimir emociones. Una técnica es de tipo cognitivo, que implica trabajar con los pensamientos y la imaginación. Otra es el nivel expresivo, que se relaciona con el control del cuerpo, incluyendo gestos y movimientos.
“Por ejemplo, si se espera que alguien esté feliz, la expectativa sería que lo primero que haga sea sonreír. El objetivo del manejo emocional es ser capaz de realizar expresiones corporales que se perciban como auténticas. Y, por otro lado, que coincidan con lo que la persona está sintiendo”, explica el docente investigador de la PUCE.
Es decir, no basta con que la expresión de la emoción sea la esperada, sino que se sienta natural. La socióloga Hochschild analiza el trabajo emocional en asistentes de cabina, donde se requiere expresar siempre emociones positivas.
Por un lado, se evidencia que existen interacciones más armónicas y el ambiente se percibe como más seguro. Sin embargo, para las asistentes de cabina puede ser agotador y provocarles consecuencias psicológicas al reprimir impulsos negativos. En ese sentido, la psicología ha aportado con técnicas como el mindfullness y técnicas de respiración para enfrentar emocionalmente las situaciones. Sin embargo, el manejo emocional no solo concierne a la relación del individuo consigo mismo. Se relaciona también a la capacidad de manejar la interacción con los otros.
Ira: una disección social
Regresando a Intensa mente, la emoción de la ira se personifica a través de un personaje llamado Ira. Él es rojo y tiene un aspecto enérgico y explosivo, con llamas que brotan de su cabeza cuando está furioso. Esta imagen representa el carácter explosivo de la emoción, que puede nublar el pensamiento racional y consumir todo a su paso. Además, busca siempre la justicia para Riley.
El Ph.D. Morales explica que generalmente relacionamos la ira con un aspecto salvaje y que no lo es del todo. De hecho, está mediada por un aspecto político y jerárquico. Solo piensa un momento: ¿con quién expresamos la ira y con quién no?
“Cuando experimentamos ira, solemos realizar un cálculo, casi automático, de las posibles consecuencias. Aquellos en posiciones jerárquicas, como los jefes, a menudo se sienten con el derecho de expresar su ira frente a sus subordinados. Por otro lado, la tendencia es diferente para los subordinados. Ellos tienden a expresar emociones más bien de benevolencia y no de ira hacia sus superiores”.
Otro aspecto a considerar es que el personaje Ira es masculino. Esta elección no es azarosa, según explica el docente investigador de la PUCE. La ira en los hombres no solo se tolera, sino que a veces se espera. En cambio, cuando las mujeres expresan ira, suelen ser vistas negativamente y juzgadas como si estuvieran locas o histéricas.
Las emociones, ni buenas ni malas
Aunque se resalta el uso que hacen de la ira las personas en posición dominante, esta emoción puede ser una herramienta para que los subordinados expresen su inconformidad o luchen contra situaciones que perciben como injustas
«La ira se ve, normalmente, como negativa debido a sus consecuencias en la salud mental y las relaciones sociales. Sin embargo, no siempre es mala. En algunos contextos, la ira es un medio de protesta y de mostrar inconformidad ante situaciones injustas o denigrantes. Esto implica una crítica a las jerarquías sociales y al poder», comenta el Ph. D. Morales. s.
Las estrategias emocionales para enfrentar una situación injusta son diversas. Los subordinados suelen expresar su inconformidad de manera encubierta, utilizando la burla y el humor. Además, pueden organizarse masivamente y protestar en las calles.
El docente investigador de la PUCE concluye que todas las emociones tienen su lado positivo y negativo. Su presencia no solo es vital biológicamente para preservar el instinto de supervivencia, sino también para desenvolvernos adecuadamente en la sociedad.
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