El desarrollo de inteligencias artificiales (IA) avanza a un ritmo acelerado. Eso plantea grandes desafíos y oportunidades. En un entorno donde la IA puede generar imágenes, textos y música en segundos, se abren interrogantes sobre los derechos de autor, la originalidad y la protección de las obras.  

Frente a esta realidad, en febrero de 2025, la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) organizó las Brigadas de Propiedad Intelectual. Docentes e investigadores compartieron un espacio de reflexión y práctica en escenarios complejos de innovación tecnológica. Participaron ponentes de distintas disciplinas que brindaron luces y herramientas para abordar estas temáticas.  

Hablamos con el Mgtr. Santiago Lombana, abogado especializado en propiedad industrial, intelectual, y nuevas tecnologías. Participó como expositor en las brigadas y aquí comparte algunos criterios sobre los derechos de autor y la IA. 

¿Qué dice la normativa? 

La Unión Europea y países como China y Estados Unidos han emitido normativa o directrices para regular el manejo de Ia IA. Sin embargo, Santiago considera que no existe algo específico y claro sobre los derechos de autor y la inteligencia artificial. Las perspectivas son diversas y también los criterios para actuar.  

Desde una perspectiva más “rígida” se considera que solamente se pueden proteger las obras realizadas íntegramente por humanos. No obstante, el experto comenta que existen matices que tienen que ver con el grado y forma de utilización de la IA.  

“No es lo mismo sentarme frente a un computador, darle órdenes a una inteligencia artificial, obtener un resultado y decir «ya soy autor». Eso es muy distinto a un proceso donde el humano lidera la creatividad y la IA facilita parte del trabajo. No es igual que la obra sea 100% generada por IA, a que la IA sea solo una herramienta”, comenta Santiago. 

Por otro lado, existen disyuntivas en torno a cómo genera esas obras la IA. Es decir, de dónde saca los datos. Santiago explica que pueden existir reclamaciones porque los datos que alimentan a estos procesadores generativos pueden estar protegidos.

China, por ejemplo, está tomando medidas para regular este aspecto. El gigante asiático exige a las empresas desarrolladoras de IA que haya un registro obligatorio de las fuentes de alimentación. Además, se realizan auditorías periódicas y se verifica que exista claridad en el uso de datos personales.  En contraste, se cuestiona internacionalmente que las regulaciones son utilizadas como control político en el país.  

Súper IA: un súper desafío 

Santiago reflexiona sobre las dificultades que se presentan con el avance del desarrollo de súper inteligencias. IBM describe a las Súper AI como un sistema hipotético cuyo alcance supera la inteligencia humana en cuanto a funciones cognitivas y habilidades avanzadas de pensamiento. Aunque aún es una realidad “hipotética”, el desarrollo continúa con grandes inversiones detrás.  

En este momento ya existe un desafío importante para identificar la autoría de las obras. Por ejemplo, en el ámbito académico, los docentes cada vez tienen un reto más grande para detectar cómo se usó la IA. Santiago sostiene que, aunque existen herramientas para identificar el contenido generado artificialmente, no son suficientes porque existen fuentes difíciles de localizar. 

“Lo que hace la inteligencia artificial al generar un resultado no surge porque «se le ocurrió», sino porque está tomando información de bases de datos preexistentes. Cada vez es más difícil identificar si hay una infracción, un uso no autorizado de contenido de terceros o un caso de plagio. Este panorama, sin duda, favorece a quienes aprovechan estas lagunas para obtener ventajas indebidas. Es un reto complejo que, hasta el momento, no hemos logrado controlar de manera efectiva”. 

Dilemas éticos: derechos de autor e IA

Al existir gran dificultad para normar la diversidad de usos que se le puede dar a la IA en la creación, los criterios éticos resultan determinantes. Por un lado, el acceso a estas herramientas se ha democratizado y eso representa un avance en el reconocimiento del conocimiento como bien social. Por otro, la autoría de las obras sigue planteando dudas éticas que dependen parcialmente de quién la usa.  

El experto, sin embargo, sostiene que la defensa de los derechos de autor sigue estando vigente en este contexto.  

No podemos perder de vista que el derecho de autor tiene como objetivo proteger ciertos elementos inmateriales, aquellos vinculados directamente con la creatividad y la intención humana. Y es precisamente eso lo que, en mi opinión, no queda cubierto cuando hablamos de obras generadas por inteligencia artificial. 

Hoy, una IA puede, por ejemplo, generar una pintura similar a la Mona Lisa. Puede ser visualmente atractiva, pero al final es solo un archivo en pantalla, desconectado de la experiencia, la intención y el proceso creativo humano. Por muy impresionante que sea una obra creada por IA, nunca será lo mismo que lo que hizo Da Vinci cuando se sentó a pintar la Mona Lisa” 

Sobre esto también está en debate si el desarrollo de la IA conlleva una privatización del conocimiento y de los datos de Internet. Por un lado, las empresas detrás de ChatGPT o DeepSeek tienen la propiedad del código y la estructura que usan, pero, paradójicamente, los datos que los alimentan están en la web con distintas restricciones y licencias para su uso. 

El rol de la Academia  

Desde una perspectiva académica, es fundamental evitar la estigmatización de la inteligencia artificial. Sin embargo, resulta necesario que, desde la educación formal en todos los niveles se incorporen asignaturas o módulos dedicados al uso responsable de la inteligencia artificial, como se hizo anteriormente con el Internet.  

“La inteligencia artificial es una herramienta de gran potencial, capaz no solo de facilitar procesos, sino también de ampliar el acceso al conocimiento. Su correcta utilización permite obtener información valiosa en menos tiempo y con mayor alcance, optimizando el proceso de aprendizaje. Por ello, la IA no debe ser satanizada, sino entendida, aprovechada y utilizada con criterio”, dice Santiago. 

Los espacios de reflexión interdisciplinaria permiten encontrar respuestas colectivas y vigentes. La universidad, como gestora del conocimiento, juega un rol clave en estas discusiones. En este sentido, la iniciativa de las Brigadas en la PUCE buscó dar herramientas prácticas a docentes e investigadores para el quehacer académico.  

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