Hoy, 14 de febrero, se conmemora el Día del Amor y la Amistad. Con la Mgtr. Alexandra Serrano, docente de la Facultad de Psicología de la PUCE, hablamos sobre amor romántico y violencia contra las mujeres. En Ecuador, casi en la mitad de los feminicidios reportados en 2021, el autor fue expareja, pareja o alguien del círculo cercano de la víctima.

Luego de un feminicidio, es común que se responsabilice a la víctima por haber soportado tanta violencia, por un supuesto amor que todo lo puede. ¿Qué deberíamos cuestionarnos?

Debemos preguntarnos: ¿cuál es la ideología o paradigma de pensamiento que permite que eso suceda? Es el amor romántico, esa fantasía que tenemos, que está sumamente explotada por la cultura popular, de que el amor ocurre solo en pareja; que el amor te hace sufrir y te lo da y aguanta todo para demostrar que es verdadero.

¿Todo eso es falso?

En realidad, el amor romántico es el “brazo armado” de la estrategia de sometimiento de mujeres. Por esas ideas, no vemos las primeras muestras de violencia. El amor romántico nos ha enseñado que así es; entonces, está bien que nos hagan llorar y que no digamos hasta aquí (terminar la relación). Hay que deconstruir eso que nos lleva a sostener relaciones de pareja violentas.

¿Qué otras formas de vivir el amor en pareja hay?

Desde el feminismo se le llama, por ejemplo, el amor compañero. Cada uno sigue siendo como es, con metas y sueños. Es hacerse cargo de su autorregulación emocional, es responsable de su plan de vida y está junto al otro. La relación no es cárcel u obstáculo para crecer.

Entonces, ¿cómo aprovechar este Día del Amor, desde la psicología?

Cuestionándonos si el príncipe en verdad es tan lindo, si lo de Romeo y Julieta es ejemplo de un amor ideal, si los celos son una demostración de que me quiere. Y, particularmente, las mujeres tenemos que empezar a rescatar nuestras habilidades de autocuidado que desde muy pequeñas nos mutilan en la crianza.

¿Cómo?

Nos dicen: “No protestes, no te quejes, no seas brava, acepta lo que te digan”. Así perdemos esa posibilidad de identificar cuando algo nos hace daño y nos duele. Tenemos en la cabeza esa idea de que a nadie le gusta las mujeres que protestan por todo. La psique tiene mecanismos para protegernos si siento que no estuvo bien lo que me hizo mi pareja, si me causó miedo. Hay que restaurar la intuición, no dejarlo pasar y no decir es tontería mía. Nuestra psique es sabia. Es una tarea que debemos empezar a hacer con las hijas desde muy chiquitas, enseñarles a respetarse y a escuchar llamados de autocuidado. Las adultas también debemos oírnos más.

¿Y cómo criar a los hijos varones para que no ejerzan violencia en sus relaciones?

A los hijos varones hay que enseñarles sobre la autorregulación, que no crean que deben depender emocionalmente de la mujer y que aprendan a vivir el amor compañero. Además, el amor de pareja está muy sobreevaluado en nuestra sociedad, existen muchísimas otras formas de amor, una es el autocuidado.

¿Los feminicidios tienen otros responsables, puertas afuera?

Los feminicidios y la violencia contra las mujeres no se limitan a la esfera privada. Un feminicidio se da por una concurrencia de instituciones sociales y normas culturales que permitieron que se llegara a ese punto. Suena atroz e inverosímil, pero un feminicidio no se concreta al inicio de la relación, generalmente hay un espiral de violencia, con hechos muy normalizados como celos, control de vestimenta de mujeres o de actividades como revisar el celular, averiguar a dónde vas y con quién sales.

¿Esas son formas de violencia?

Claro, las tenemos idealizadas, normalizadas. Creemos “me cela porque me quiere”, pero eso genera un espiral de violencia creciente, luego vienen la burla, la humillación, la amenaza psicológica, un golpe y, finalmente, puede llegar al feminicidio. En ese proceso, que puede tomar meses o años, concurren varias instituciones, la más obvia es la Justicia. Los índices de impunidad y de falta de medidas de protección para mujeres que denuncian violencia en cualquier etapa son altísimos. Es complicado tener el apoyo del Estado cuando se denuncia.

¿Ejemplos?

Varios, pero el reciente es el de la chica que supuestamente se suicidó (Naomi Arcentales) y que se conoce que fue violentada. Se siente que el sistema de protección no funciona. Pesa lo cultural, en las familias se minimizan percepciones de violencia que tenemos las mujeres. La amiga o el pariente nos dice que aguantemos porque el hombre es buen proveedor, buena gente, nos dicen que quizá estuvo estresado. Así perdemos la capacidad de identificar el peligro y nos mantenemos en una situación de la que no podemos salir.

También se culpa a la mujer por no abandonar al maltratador a tiempo.

Hay un mito de que las mujeres violentadas se quedan en la relación porque quieren, porque les gusta el maltrato. Si analizamos profundamente esas relaciones, muchas mujeres son conscientes de la situación en que viven. No les gusta eso, pero les faltan redes de apoyo institucionales y sociales. Las amenazan diciéndoles: “Si me dejas, te mato”, “mato a tus hijos”, “si me dejas, te quito a los hijos”, “te quedas sin casa”, “me iré contra lo que más quieres”, “te haré un escándalo en el trabajo”.

Libro Alexandra Serrano

Este libro, escrito por varios autores, entre ellos la psicóloga Alexandra Serrano, estudia las facetas del feminicidio

¿Las mujeres se dan cuenta de que están en un círculo de violencia?

Claro, pero las amenazas son súper reales. Se dice que un 70% de feminicidios ocurre justo después de que la mujer ha decidido terminar la relación. La pareja no lo acepta y recurre a formas muy extremas de violencia, para sostener la relación. He atendido a víctimas de violencia que dicen: “Me separé de mi pareja, pero todos los días está en la parada de bus cuando salgo de la casa o mis hijos cuentan que timbra en la casa”. Hay un peligro real, frente al cual no se pueden proteger.

Entonces, ¿deciden quedarse con los violentos?

Suena loco, pero me han dicho que quedarse en una relación violenta es la única forma de proteger su vida y la de sus hijos, logran aplacar la ira del agresor, son formas de sobrevivencia.

¿Qué pasa por la cabeza del agresor?

He hecho algunas investigaciones y de nuevo la respuesta es el tema social y cómo los varones son criados en cuanto a cómo deben vivir su relación con las mujeres. Vivimos en un sistema de violencia machista y patriarcal. Las mujeres hemos sido vistas como sujetos, hasta como objetos, al servicio de múltiples necesidades de varones: cuidarlos a ellos y a los hijos, limpiar la casa, ofrecerles servicios sexuales. Nos crían para ocupar ese lugar y a ellos, para esperar eso. Ellos creen que las mujeres están para darles compañía, cuidados, para contenerlos en términos emocionales y para que se sientan bien.

¿Cuál es el papel del Estado en esto?

Cuando vivimos en sociedad hay que establecer múltiples frenos a nuestros deseos profundos y conductas instintivas. Eso dicen muchos autores. La persona tiene muchos impulsos propios, yo puedo tener el deseo de caerme a golpes en la calle con quien me provoca iras, pero no lo hago porque hay límites a nivel interno y externo.

¿Cómo funcionan esos límites?

A nivel interno, la autorregulación es la capacidad de manejar impulsos agresivos y convertirlos en otra cosa para no lastimar a nadie. Si falla debería existir un control externo, que es la ley, para controlar la conducta y disuadir a la persona de que cometa un acto en contra de otro.

¿Cómo está operando la Justicia, por ejemplo?

Hoy la ley ya no legitima la violencia contra las mujeres. Hace 40 años, en el Código Penal, un atenuante de homicidio era que se cometiera debido a un atentado contra la honra. En 2014 se derogó el artículo 25 que señalaba que eran excusables el homicidio, heridas y golpes, cuando eran provocados por golpes, heridas u otros maltratos graves de obra o fuertes ataques a la hora o dignidad, inferidos, en el mismo acto al autor del hecho, o a su cónyuge, ascendientes, descendientes, hermanos o afines dentro del segundo grado. Desde el 2014, el Código sanciona el femicidio. Pero, hay una legitimación social, ya que si el agresor no se pudo autocontrolar y cometió un feminicidio y sigue libre o el juez dijo: “Pobrecito, es un error en su vida”, todo eso se vuelve un mensaje para que otros hombres, en una situación similar, sigan matando.

En Ecuador, cada 44 horas hay un feminicidio, según Alianza Mapeo.

Sí, y los feminicidas cada vez tienen menos filtros, se registra mayor crueldad en los crímenes. La historia de esa chica, cuyo agresor (exmarido) está prófugo y tuvo complicidad de sus padres y hasta de una funeraria, es dolorosa. Cubrieron sus heridas en la cabeza con pegamento, ese grado de complicidad de toda una familia y del sistema, funeraria y Policía, que no lo han atrapado. Con la impunidad, el mensaje que se envía a otros hombres es que hay crímenes que sí se puede cometer.

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