En Ecuador, uno de cada cuatro niños menores de cinco años padece desnutrición crónica infantil. Más allá de un problema alimenticio, esta realidad impacta también su desarrollo emocional, cognitivo y social. Conscientes de esta realidad, un equipo de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) diseñó una mesa y sillas llamadas Samay y Kuyurina, un innovador mobiliario infantil diseñado para mejorar las experiencias de alimentación de los niños, fortalecer su bienestar emocional y aportar a su desarrollo integral.

Este es un proyecto liderado por la Mtr. Isabel Miranda, investigadora del Instituto de Salud Pública de la PUCE y los estudiantes Paula Cadena e Isaac Calero, de la carrera de Diseño de Productos. Nació como respuesta a un pedido directo de una escuela comunitaria indígena de Chimborazo. Ellos solicitaron apoyo para potenciar el desarrollo de sus niños de entre 3 y 6 años. La psicóloga clínica y docente Isabel Miranda, quien está realizando sus estudios doctorales enfocados en el desarrollo emocional infantil y la desnutrición crónica en comunidades andinas, logró identificar esta problemática. 

“Evidenciamos la necesidad de crear un producto que pueda permitir un relacionamiento con el alimento basado en el vínculo que los niños ya tienen con su entorno (ambiental y humano), respetando su modo de habitarlo y explorarlo», menciona Isabel. Así, al integrarse con los estudiantes Paula e Isaac, nació la idea de crear un mobiliario adaptado a su realidad física, emocional y cultural.

Paula explica que, al observar los espacios en la escuela, notaron que los muebles existentes no estaban diseñados para niños, sino desde la mirada adulta. “Las mesas eran demasiado grandes, las sillas incómodas y no había lugares para guardar sus pocas pertenencias. Los niños se sentaban como podían, no lograban compartir entre ellos ni explorar el entorno con libertad, cuenta.

A partir de esta observación, diseñaron una mesa modular de formas onduladas y orgánicas que se agrupa como olas, permitiendo mayor cercanía y relacionamiento entre los niños. La estructura inferior incluye espacios para guardar objetos, respetando su cotidianidad.

La silla, en cambio, se diseñó ergonómicamente según sus medidas reales, más pequeñas debido a la desnutrición crónica, y con agarraderas cómodas, de manera que puedan levantarla y moverla con facilidad. “Cuando la probaron, se emocionaron diciendo: ‘¡mira, puedo cargar esta silla!’”, recuerda Paula.

En marzo de 2025 esta innovación fue patentada por el Servicio Nacional de Derechos Intelectuales (SENADI). Por ahora solo existe un prototipo debido a sus costos elevados. Pero el equipo busca recursos adicionales para continuar.

“Ahora los niños se pelean por sentarse allí. Le dicen a la profesora que quieren salir antes para alcanzar al comedor y sentarse en las pequeñas sillas junto a la mesa. Es la primera vez que sienten que un espacio está hecho a su medida”, relata Isabel.

Para la psicóloga, este mobiliario es apenas un primer paso. “La innovación tiene que ver con sostener preguntas y exploraciones. Este proyecto no busca educar al niño sobre cómo comer, sino garantizar una continuidad de su vida cotidiana en entornos más escolarizados, respetando su mundo interior y su relación emocional con la alimentación”.

Actualmente, el equipo está diseñando una segunda investigación para generar validaciones de diseño que permitan analizar los efectos del mobiliario en las relaciones alimentarias y emocionales de los niños. Su sueño es crear más mesas y sillas, adaptadas a distintas edades, y expandir esta propuesta a otras comunidades donde la desnutrición crónica infantil aún roba infancias.

Si empresas o instituciones desean sumarse como financiadores, pueden contactarse con la Facultad de Hábitat, Infraestructura y Creatividad de la PUCE.

Este proyecto recuerda que la innovación no siempre está en grandes tecnologías, sino en mirar de nuevo lo esencial. Un niño que come con dignidad, que se sienta cómodo y que descubre el mundo con sus sentidos. Hoy, Samai Cyurina es más que una mesa y una silla; es un acto de respeto y cuidado hacia infancias que suelen ser olvidadas. Cada niño merece un espacio pensado para él, donde su cuerpo y su mente puedan crecer sin límites.

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