El ingreso a la universidad es un momento de cambio, desafíos y crecimiento. Sin embargo, para muchos jóvenes también representa una crisis emocional que puede desencadenar problemas de salud mental, como la ansiedad y la depresión. Un estudio realizado por un equipo multidisciplinario de investigadores de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) ha puesto en evidencia esta realidad alarmante.

La investigación titulada Anxiety and depression in first-year university students: the role of family and social support, se desarrolló en las sedes de la PUCE: Quito, Santo Domingo, Esmeraldas, Ibarra y Manabí. Buscó identificar las problemáticas de salud mental de los estudiantes de primer año.

A través de encuestas y pruebas estandarizadas, se recopilaron datos de más de 800 estudiantes entre 18 y 25 años. Los hallazgos revelaron que el 20% de los alumnos presentan síntomas de ansiedad y un 25% síntomas de depresión. Cifras que se alinean con las tendencias globales y que podrían haber aumentado tras la pandemia.

“Los hallazgos concuerdan con estudios internacionales que indican que los primeros años universitarios pueden ser particularmente difíciles. Este no es solo un problema de la PUCE, es un riesgo al que muchas universidades se enfrentan. Esto debido a la presión académica y la transición a la vida adulta. Además de la separación de sus redes de apoyo previas”. Así afirmó la doctora María Fernanda Rivadeneira, investigadora y docente de la PUCE.  

Por otra parte, el estudio encontró una relación significativa entre la disfuncionalidad familiar y la salud mental de los estudiantes. Aquellos que provenían de familias disfuncionales tenían más probabilidades de padecer ansiedad y sufrir depresión. En comparación con aquellos de familias funcionales.

Los expertos destacan que un entorno familiar sano es esencial para la estabilidad emocional de los jóvenes. “La falta de comunicación, el conflicto constante y la ausencia de apoyo pueden convertir la transición a la vida universitaria en un reto aún más desafiante”, agregó la María Fernanda.

Igualmente, quienes llegan de otras provincias y deben enfrentarse a una nueva ciudad sin un entorno de apoyo cercano son más propensos a sufrir ansiedad y depresión.

El estudio también identificó que las estudiantes mujeres, los jóvenes con dificultades económicas y aquellos que viven en unión libre o están casados presentan una mayor prevalencia de estos trastornos. Además, la transición de la vida colegial a la independencia universitaria genera un ambiente de incertidumbre y presión. Esto puede intensificar los problemas de salud mental.

Cabe destacar que esta investigación es parte de un proyecto más amplio que también aborda temáticas relacionadas con:

  • la salud nutricional,
  • la salud sexual y
  • el consumo de sustancias en los estudiantes universitarios.

Los investigadores trabajan en estos aspectos. El objetivo es proporcionar una visión integral del bienestar de los jóvenes en la universidad y así ofrecer estrategias para mejorar su calidad de vida.

Si la ansiedad y la depresión en los estudiantes universitarios no se abordan adecuadamente, pueden generar consecuencias a largo plazo. Tanto a nivel académico como personal.

“Los estudiantes afectados podrían experimentar un bajo desempeño académico, abandono de los estudios, dificultades en las relaciones interpersonales y problemas de autoestima”, agregó el psicólogo clínico Matías Murtagh, psicólogo e investigador del estudio.

Además, estas condiciones pueden derivar en problemas de salud física, como alteraciones del sueño, trastornos alimenticios y enfermedades crónicas derivadas del estrés prolongado.

“En los casos más graves, la falta de intervención podría llevar a los estudiantes a desarrollar trastornos mentales más severos e incluso aumentar el riesgo de conductas autodestructivas y suicidio”, comentó Matías.

También, el estudio señala que los problemas de salud mental, como la ansiedad y la depresión, están estrechamente relacionados con el consumo de sustancias. Se evidenció que un 33,8% de estudiantes beben entre dos y cuatro veces al mes, es decir, con una frecuencia semanal o quincenal. “Esto sugiere que algunos estudiantes podrían recurrir al alcohol como una forma de afrontamiento o escape de su malestar emocional, lo que podría agravar su situación en lugar de mejorarla”, agregó Matías.

Los investigadores enfatizan la importancia de establecer estrategias institucionales para abordar esta problemática. La implementación de políticas universitarias que prioricen la salud mental, el fortalecimiento de programas de acompañamiento y la creación de espacios de escucha y contención son esenciales.

“Iniciativas como el Centro de Psicología Aplicada de la PUCE y la Red de Atrapasueños de la Dirección de Identidad y Misión ya están trabajando en esta línea. Además, la PUCE cuenta con un proceso de acompañamiento integral a los estudiantes. Sin embargo, es fundamental que se amplíen y fortalezcan estas acciones en todas las sedes de la universidad”, dijo María Fernanda.

Asimismo, los investigadores sugieren capacitar continuamente a sus docentes para identificar signos de ansiedad y depresión en sus alumnos. “La observación de cambios en el comportamiento, el aislamiento, la falta de asistencia y la desmotivación pueden ser indicadores de una crisis emocional que requiere atención inmediata”, afirmó Matías.

A nivel nacional, la situación también exige respuestas contundentes. La demora en la atención psicológica en el sistema de salud público es un obstáculo amargo que debe ser abordado con urgencia. “Modelos de atención inmediata, grupos de apoyo y estrategias de intervención en crisis pueden marcar la diferencia en la vida de muchos jóvenes que atraviesan momentos difíciles”, dijo Matías.

En una época en la que la salud mental está cada vez más en el centro del debate público, es imperativo que instituciones educativas y autoridades gubernamentales trabajen en conjunto para garantizar que ningún estudiante se enfrente solo a estos desafíos. Las universidades están llamadas a ser espacios de formación académica, que brinden un entorno seguro y de apoyo para el bienestar integral de sus estudiantes.

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