Es estremecedor pensar en una sociedad donde los niños deciden quitarse la vida. En Ecuador, el suicidio es la principal causa de muerte en menores de 10 a 14 años y la segunda entre jóvenes de 15 a 19 años, solo superada por los accidentes de tránsito. Las cifras reflejan una tendencia alarmante en aumento y se ha convertido en un problema de salud pública que exige atención urgente. 

Ante estos datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), surge una pregunta inevitable: ¿por qué niños y adolescentes llegan a quitarse la vida? La respuesta es más compleja que una simple lista de factores. El suicidio en esta no es solo un problema individual, sino el resultado de una combinación de factores psicológicos, sociales y culturales. 

Conversamos con dos expertos de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) para profundizar en esta problemática. El Mgtr. Nelson Reascos, docente de la Facultad de Ciencias Humanas, y la Mgtr. Graciela Ramírez, docente de Psicología, comparten sus perspectivas sobre el suicidio infantil y en adolescentes. 

Suicidio: un fenómeno individual y colectivo 

A menudo, el suicidio infantil se entiende desde una dimensión individual y familiar nuclear. Nelson menciona que las causas inmediatas del suicidio son de carácter psicológico, pero las causas profundas son sociales, incluyendo la presión académica, la violencia y la pobreza. Además, advierte sobre el impacto de una cultura de éxito basada en modelos inalcanzables de emprendimiento y autoayuda. 

En una sociedad con una tendencia marcada al individualismo con profundas brechas de desigualdad, agrava los fenómenos que viven los individuos, en especial los niños. Por ejemplo, Nelson comenta que, en las comunidades indígenas, el suicidio era prácticamente inexistente gracias a la cohesión social. Su aumento reciente indica cambios importantes en su estructura social y mental de los miembros de la comunidad. 

El desamparo 

Graciela comparte un concepto clave para comprender a los niños denominado «desamparo».  El psicoanalista Donald Winnicott explica que el desarrollo psíquico del infante depende de un ambiente facilitador, en el cual el cuidador responde de manera sensible a sus necesidades, permitiéndole desarrollar una sensación de confianza y continuidad del ser. 

Cuando este apoyo falla de manera abrupta o constante, el niño experimenta una angustia insoportable que puede llevarlo a mecanismos defensivos extremos. Según Graciela, en Latinoamérica, y particularmente en Ecuador, esta sensación se refleja en una desconfianza generalizada hacia el sistema, el Estado e incluso la familia.  

“Idealmente, los cuidadores deberían representar un ancla de seguridad que permita desarrollar confianza en el entorno, pero cuando esto falla, el desamparo se convierte en una condición del lazo social. En este contexto, los intentos autolíticos pueden interpretarse como llamados de atención dirigidos al otro en busca de cuidado. Los niños y adolescentes, en algunos casos, ponen en riesgo sus cuerpos como una forma de expresar su angustia y hacer visible su sufrimiento”, explica.  

Factores de riesgo para el suicidio infantil y adolescente

Ambos expertos consideran que el fenómeno del suicidio infantil y en adolescentes es un problema de salud pública en aumento. Nelson considera tres factores sociales claves a tomar en cuenta:  

  • Pobreza. 
  • Sociedad de la violencia.  
  • Cultura del éxito. 

Pobreza 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año más de 720.000 personas mueren por suicidio. Y que el 73% de estos actos, es decir tres de cada cuatro, ocurren en países de ingresos bajos y medianos. 

Además, es importante mencionar la dificultad que existe en el seguimiento de los intentos de suicidio. Muchos no acuden al sistema de salud ni lo registran, lo que invisibiliza en parte la magnitud de esta problemática. 

Nelson explica que la situación económica de las familias puede ser un determinante, también se conecta con fenómenos como la migración que modifica las dinámicas familiares. En ese punto, el niño puede sentirse mucho más desamparado.  

«La pobreza es grave porque genera carencias, tristeza, hambre y enfermedad. Es un factor determinante en el suicidio infantil», señala Nelson.  

Sociedad de la violencia 

En la actualidad, Ecuador se ha convertido en una sociedad extremadamente violenta. La violencia no solo está en las calles, sino también en las casas. 

“Es una cadena. En ella, los niños suelen llevar la peor parte. Crecen en entornos donde la violencia está presente, aprendiendo que la única forma de defenderse es reaccionando. Para ellos, la vida se convierte en una batalla constante, una lucha, sienten en carne propia que están expuestos y que su existencia pende de un hilo«, reflexiona Graciela. 

Así lo corroboran los datos sobre violencia infantil que son alarmantes. Uno de cada dos menores de cinco años es maltratados física o psicológicamente en el país. Además, una de cada cinco mujeres y uno de cada siete hombres declaran haber sufrido abusos sexuales durante la infancia.  Esto según el informe de mayo de 2024 de UNICEF. 

Además, Los homicidios contra niños, niñas y adolescentes aumentaron 700%  desde 2019 a 2023.   A esto se suma el papel de los medios de comunicación y las redes sociales que han aumentado la exposición a violencia de los niños. 

Nelson comenta que, en este contexto, algunos niños prefieren acabar con su vida por miedo a enfrentar a sus cuidadores. “Al finalizar el año escolar aumentan los casos de suicidio infantil. Es tremendo que un niño prefiera morirse antes que enfrentar el castigo de sus padres”, comenta. 

Violencia escolar y bullying 

A esto se suma otro factor de violencia: el acoso escolar. Cada vez es más creciente el ciberacoso y bullying. Los niños son abusados por sus pares y discriminados por su físico, su apariencia, su procedencia o cualquier aspecto que los diferencie.  

Graciela explica que en el momento de la consolidación de la identidad de un individuo esto puede impactar a lo largo de todo su trayecto vital. “Si tu casa no es un lugar seguro y tu familia tampoco lo es, entonces no encuentras refugio en ningún espacio. Si, además, la escuela se vuelve un entorno hostil, marcado por la violencia o el abandono, la sensación de inseguridad se amplifica”. 

Cultura de éxito 

Por otro lado, Nelson destaca el impacto de la cultura de éxito. Desde la infancia, los niños crecen bajo la presión de cumplir expectativas sobre quiénes deben ser y qué deben lograr. Esta constante exigencia puede generar ansiedad y una sensación de insuficiencia. 

Cuando no alcanzan estos ideales impuestos, la frustración puede ser abrumadora. Para algunos, la incapacidad de encajar en estos estándares se convierte en una carga emocional difícil de sobrellevar, afectando su autoestima y bienestar mental. 

¿Qué hacer ante el suicidio? 

La solución no es sencilla, pero Graciela enfatiza la necesidad de un acuerdo nacional para la protección de la infancia. No se trata solo de aplicar políticas públicas aisladas, sino de construir espacios seguros en todas las esferas sociales: la familia, la escuela, las organizaciones y el Estado. 

Nelson coincide al señalar que «no basta con protocolos en las escuelas. Se necesitan políticas públicas que generen bienestar: educación, recreación, empleo digno y reducción de la violencia estructural».

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