Al observar vallas publicitarias, comerciales o carteles en tiendas, a menudo se destacan mujeres delgadas, con curvas definidas, piel lisa, sin manchas ni arrugas. En ocasiones, pienso: ¡Qué lindas! Esos cuerpos casi perfectos dominan la mayoría de las campañas publicitarias. Pero surge una pregunta inevitable: ¿qué pasa con el cuerpo real de la mujer? ¿Estamos ante cuerpos sexualizados que, lejos de inspirar, nos hacen sentir imperfectas?

El cine ha encontrado una forma de explorar estas presiones estéticas a través de un subgénero conocido como body horror. Este tipo de narrativa aborda los miedos y tensiones relacionadas con la transformación física y las imposiciones sociales sobre el cuerpo. Rebasando los miedos tradicionales, este género invita a reflexionar sobre la autoaceptación y los estándares inalcanzables que las culturas contemporáneas imponen, especialmente sobre las mujeres. 

¿Qué es exactamente el body horror y por qué parece estar ganando terreno en el cine contemporáneo? El Mtr. Frantz Jaramillo docente de la Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura (FCLL) de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) explica que el body horror no es un concepto nuevo. Sin embargo, su resurgimiento en la narrativa visual moderna responde a una necesidad urgente. Hoy se buscan debatir temas como la percepción del cuerpo y la identidad. En un mundo obsesionado con la perfección física, este género ofrece una perspectiva provocadora y profundamente crítica. 

La obra Frankenstein, de Mary Shelley, publicada en 1818, muestra uno de los primeros ejemplos de body horror. En la obra, el monstruo de Frankenstein está hecho de restos humanos. Su apariencia grotesca genera rechazo y temor, incluso en su creador. Este rechazo cuestiona los ideales de belleza y «normalidad» de la sociedad. Cuerpos que no encajan en esos estándares suelen ser marginados y deshumanizados.

«El asco y el miedo que genera el monstruo no solo son literales, sino simbólicos. Representan el temor de la sociedad hacia lo que no encaja en su molde de perfección», explica Frantz. Además, señala que Shelley, siendo una mujer, reflexiona en su obra sobre la transformación del ser y las tensiones relacionadas al cuerpo. 

Este enfoque se encuentra también en otras obras clásicas como la mosca o la metamorfosis de Franz Kafka, que exploran las mutaciones del cuerpo como una metáfora de conflictos internos y sociales. Estas historias son la base para entender cómo el body horror conecta con los dilemas humanos más profundos. 

En el cine contemporáneo, la película la Sustancia retoma este legado para centrarse en la experiencia femenina. La película, dirigida por la guionista y directora francesa Coralie Fargeat, utiliza el body horror como herramienta crítica. Expone cómo las mujeres enfrentan la presión de cumplir con ideales corporales impuestos. “El asco que produce la película no es solo un recurso visual. Refleja el asco que muchas mujeres sienten al enfrentarse al juicio constante de una sociedad que las evalúa por su apariencia”, comenta Frantz.

La Sustancia no solo incomoda, sino que conecta con debates actuales sobre la percepción del cuerpo femenino. La directora, quien confesó que empezó a cuestionar estos estándares al cumplir 30 años, describe su obra como un intento de externalizar sus propios conflictos. En una de las escenas más impactantes, la película confronta al espectador con la degradación del cuerpo y el vacío que surge al intentar cumplir con estándares inhumanos. 

El género también explora cómo la imagen de la mujer ha sido construida históricamente como un objeto de deseo. Desde el arte clásico hasta la publicidad moderna, este tema ha sido analizado por diferentes teóricos, entre ellos, John Berger. En su libro Modos de ver medita sobre cómo la representación del cuerpo femenino responde a expectativas ajenas, más que a su esencia. 

«El body horror no busca agradar a las grandes audiencias, sino provocar. Sea repulsión, reflexión o identificación, este género conecta con quienes están dispuestos a enfrentarse a lo grotesco para descubrir verdades incómodas». Señala así el docente de la FCLL. 

A diferencia del cine comercial, que privilegia la espectacularidad, como en el caso de los superhéroes, películas como La sustancia encuentran su lugar en festivales como Cannes. En dicho evento, la atención se centra en la propuesta artística y no en la taquilla. 

Este subgénero invita a repensar los conceptos de belleza, normalidad y perfección. Ofrece un espacio para desafiar los estándares culturales y explorar la diversidad del cuerpo humano. El body horror no es para todos. Sin embargo, reafirma su relevancia en el panorama cinematográfico contemporáneo, abriendo un diálogo necesario sobre las tensiones entre cuerpo, identidad y sociedad. 

Más allá de lo que el cine y sus géneros puedan reflejar, como mujeres, debemos reconocer que estos estándares no nos definen. Aceptar y amar nuestro cuerpo es un acto necesario, una forma de reconciliarnos con nosotras mismas. Al mirarnos al espejo, quizás el mayor logro sea poder decirnos con sinceridad: «¡Qué linda soy!». 

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