La frase “El amor no duele, el amor no mata” resuena cada vez con más fuerza. No obstante, la violencia en la pareja sigue siendo escalofriante. Según datos de ONU Mujeres, cada 10 minutos una mujer o una niña es asesinada por su pareja o un familiar cercano. En 2023, se registraron 85.000 femicidios a nivel mundial, el 60% fueron cometidos por personas del entorno más próximo. 

Estas cifras pueden parecer frías hasta que reflexionamos sobre nuestras propias experiencias. ¿Has vivido situaciones de violencia en relaciones familiares o de pareja? Insultos, manipulación, mentiras, golpes y control: todas estas son formas de violencia. Aunque las agresiones físicas suelen ser las más evidentes, las manifestaciones más sutiles, como el chantaje, también dejan profundas cicatrices. 

Para comprender mejor este fenómeno, hablamos con la Mgtr. Graciela Ramírez y la Mgtr. Alexandra Serrano. Ambas son docentes de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE)

¿Por qué la violencia en la pareja es una cuestión de género? 

La violencia en las parejas puede ser bidireccional, pero la violencia hacia la mujer es estructural. Está arraigada en los cimientos de nuestra sociedad, perpetuando la opresión a las mujeres económica, social y culturalmente. 

Ejemplos claros de esta desigualdad incluyen la brecha salarial, el trabajo doméstico no remunerado y el control sobre los cuerpos feminizados. Estas dinámicas colocan a las mujeres en condiciones de subordinación frente a los hombres. Aunque todas las mujeres enfrentan desventajas, es crucial reconocer que las brechas sociales agravan esta realidad para algunas más que para otras.  

Entonces, en una relación de pareja, las mujeres son mucho más propensas a vivir violencia por la estructura de la sociedad. Las estadísticas de femicidio antes mencionadas son una muestra evidente. 

¿Qué es y qué no es violencia en la pareja? 

Alexandra define a la violencia como cualquier acción que mediante coacción física, psicológica, económica o sexual, se utiliza para obligar a la otra persona a hacer algo que no quiera o atente contra su integridad. Un punto que es importante desmontar que, en las relaciones humanas de cualquier tipo, especialmente de pareja, el poder es equitativo. 

La línea para decir qué es violencia y qué no puede ser difusa. Por ello, ambas psicólogas consideran que la reflexión constante es esencial. Muchas de las manifestaciones de violencia como los celos, el control y la manipulación están naturalizadas e incluso romantizadas.  

“Frases como «Tú eres lo único que tengo, si me dejas, mi vida se acaba» pueden parecer románticas, pero son mecanismos de manipulación. Igualmente, los celos disfrazados de interés son formas de control emocional que pasan inadvertidas bajo la apariencia de amor”, comenta Alexandra. 

A veces, puede ser difícil reconocerlo 

Identificar estas dinámicas es crucial para desvirtuar las violencias encubiertas que se normalizan en las relaciones. Sin embargo, Graciela señala que es importante hacer una distinción: no todo lo que nos parece incómodo es violento.  

“Es un riesgo cuando se dice que todo es violencia porque puede restarse importancia a las manifestaciones reales de violencia. Por ello, es importante distinguir entre lo que genera incomodidad y lo violento, aunque, luego, puede convertirse en una acción violenta y sancionable. 

 Por ejemplo, mirar no es un problema en sí. Pero hacerlo de manera intimidante, focalizando en partes íntimas y arrinconando físicamente a alguien, transforma la situación en acoso. Lo que comienza incomodando puede convertirse en una manifestación de violencia” explica Graciela. 

¿Cómo reconocer la violencia? 

Cuando se trata de alguien cercano suele ser aún más difícil identificar la violencia desde un inicio.  Graciela sugiere hacernos las preguntas: “Si no me estuviera pasando a mí, ¿lo observaría como algo común, algo normal? Y si ¿estoy aceptando algo porque realmente quiero, o, simplemente, me estoy adaptando?  

Alexandra agrega que otro elemento que puede ayudar es derribar los mitos del amor romántico. Por ejemplo, que el amor dura para siempre y que es incondicional. El primer paso es aceptar, sin sufrir, que la pareja puede estar en desacuerdo, porque cada persona es autónoma.  

Los círculos de violencia 

El círculo de violencia describe el patrón cíclico presente en las relaciones abusivas. Aunque las señales de alerta suelen estar desde el inicio, la violencia tiende a escalar con el tiempo, provocando cada vez más daños. 

En este video te mostramos algunas de estas manifestaciones de alerta para que puedas identificarlas y tomar acción a tiempo. 

¿En qué consiste el círculo de violencia?

A problemas estructurales, soluciones estructurales 

Salir de una relación violenta es aún más complejo cuando existen barreras estructurales, señala Alexandra. Por ejemplo, para mujeres con hijos pequeños, la falta de independencia económica puede convertirse en un obstáculo casi insalvable. 

Por ello, es crucial promover proyectos y marcos normativos que impulsen la autonomía económica de las mujeres, especialmente en los sectores más vulnerables de la sociedad. Sin esta base, muchas víctimas se ven atrapadas en un ciclo de violencia del que es difícil escapar. 

Además, Alexandra enfatiza la necesidad de un sistema de justicia que brinde soluciones efectivas y proteja realmente a las víctimas. “Es alarmante que muchas mujeres sean asesinadas mientras llevan boletas de auxilio en sus carteras”, reflexiona. Recalca así la urgencia de garantizar medidas de protección reales y funcionales. 

¿Cómo romper el círculo de violencia en la pareja?  

Salir de una relación abusiva es posible, pero no es fácil. Las relaciones abusivas generan una fuerte dependencia emocional. Las víctimas suelen experimentar emociones ambivalentes: ¿cómo puede alguien que dice amarte causarte tanto daño? Graciela señala que este conflicto interno es clave para entender por qué muchas parejas violentas tienden a reconciliarse repetidamente. En casos extremos, esta dinámica se asemeja a la tortura psicológica, llevando a síndromes como el de Estocolmo o la indefensión aprendida. 

El autocuidado y el trabajo personal son esenciales. Alexandra subraya la importancia de identificar traumas y patrones de la infancia que afectan nuestras relaciones adultas. Reconocer y trabajar en estas heridas permite construir vínculos más saludables. 

El apoyo del entorno también es crucial. Familiares y amigos deben ofrecer un espacio seguro, evitando juzgar, con acciones como escuchar activamente o ayudar con el cuidado de los hijos. 

Finalmente, Alexandra resalta que es vital romper con la barrera del silencio en una sociedad donde se lo ve como solución. La comunicación abierta y sincera dentro de la pareja ayuda a establecer límites claros y prevenir dinámicas de abuso.  

¡Escúchate! Si identificas que estás en una relación abusiva, puedes pedir ayuda en la universidad o en cualquier Junta Metropolitana de Protección de Derechos. Además, puedes comentarle a alguien de tu confianza todas tus preocupaciones. ¡No estás sola! 

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