Al fotógrafo ecuatoriano Sebastián Rodríguez, el destino le obligó a mirar distinto incluso antes de nacer. Un accidente neurológico desconectó su ojo izquierdo provocando que tuviera miopía desde el vientre materno. Desde entonces, su forma de ver al mundo ha sido diferente y única. 

Aunque no tuvo una vista perfecta, llegó a desarrollar una conexión profunda con su entorno. Así, mientras más fotografiaba, más sentido cobró su mirada. Poco a poco se dio cuenta de su fascinación de lo que veía tras el lente. Su pasión lo llevó a contar historias a través del arte fotográfico. Ahora sus imágenes son exhibidas en las instalaciones del Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) en una obra que comparte sus memorias.

Sebastián aprendió a mirar el mundo desde otra perspectiva. La cámara no la llevaba como un accesorio, sino como una herramienta de trabajo para visualizar el mundo que no podía ver completamente. Sin embargo, no fue solo la pasión lo que lo impulsó a la fotografía. Su padre y su abuelo no solo le transmitieron el amor por las cámaras, sino también la sensibilidad técnica, a través de los químicos y los negativos, encontrando así su conexión emocional y, además, estética.

Un hombre entre las nubes
Foto: cortesía. Sebastián Rodriguez.

Pese a saber que la fotografía era su vocación. No fue su primera opción. Durante algunos años Santiago trabajó como ingeniero automotriz. Vendía autos de alta gama, sentado frente a un escritorio sintiendo frustración rutinaria.

«Un día llegué frustrado a la casa y me dormí. Entonces soñé que caminaba en una montaña con un peregrino y el peregrino me decía: tienes que venir, acompañarme. Con su dedo señalaba las montañas. Ese sueño me marcó porque me hizo repensar que es lo que quería de mi vida. Días después decidí renunciar a mi trabajo», contó Sebastián.

A partir de ese momento Sebastián decidió dedicar su vida a documentar lo que la mayoría solo se atreve a mirar de lejos. Sus galerías fotográficas documentan paisajes algunas son del mismo lugar en diferente tiempo. Su propósito es visibilizar el cambio por el calentamiento global y el retroceso que existe.

“Con el Chimborazo tengo una conexión muy fuerte porque fui parte de la Tercera Misión Geodésica Francesa. Gracias a esa experiencia, pude conocer mucho mejor la montaña y entender su importancia para el país y el mundo. Además, junto a mis compañeros de escalada, instalamos antenas de medición que permitieron observar el movimiento de las placas tectónicas a nivel global y también definir la verdadera altura del Chimborazo”, comentó Sebastián.

Sebastián es un apasionado de la fotografía análoga, debido a que revela sobre su conexión más profunda con el tiempo y, sobre todo, el acto de crear. Para el revelar en el laboratorio donde existe un cuarto oscuro, esperar el negativo, tocar el papel fotosensible; todo esto considera una parte muy esencial en su proceso y una experiencia inigualable.

Sebastián es dueño del Laboratorio Abierto de Fotografía (LAF) donde enseña a jóvenes a revelar, observar y sobre todo encontrar conectar con lo lindo de la espera.

Además, se considera como un luthier , debido a que en su laboratorio el repara cámaras análogas y las convierte en herramientas vivas.

Tras haber expuesto su obra fotográfica en Francia, España, Portugal y México ahora llega a Quito. Esta muestra en la PUCE tiene un significado distinto ya que es la primera vez que su trabajo se exhibe en Ecuador. Sebastián comenta que durante muchos años sintió que el contexto cultural ecuatoriano no valoraba el arte como lo hacían en otros países.

Es por eso que esta exposición es una reconexión; con su país y con los jóvenes que están buscando su propio camino.

PUCE, Fotográfo
Foto: inauguración de la galería fotográfica.

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