La vida universitaria está llena de sorpresas, caminos que se entrelazan y pasiones que se descubren en el trayecto. Paula Taipe Patiño, estudiante de quinto semestre de la carrera de Medicina de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), es un claro ejemplo de que el arte y la ciencia pueden convivir en armonía. Recientemente, su talento literario fue reconocido en el Premio Relatos para Jóvenes de la Universidad Camilo José Cela (UCJC) en su XIV edición.

El camino que llevó a Paula a la literatura comenzó con un correo electrónico. La convocatoria llegó a su bandeja de entrada desde la dirección de Relaciones Internacionales de la PUCE. Sin pensarlo demasiado, decidió participar, guiada por una pasión que ha cultivado desde la infancia. Aunque la Medicina es su vocación, la literatura ha sido su refugio, una válvula de escape para expresar lo que las palabras no siempre pueden decir en el ajetreo del día a día.

Cuando le pregunto por qué no optó por estudiar literatura en lugar de medicina, su respuesta es clara: “no soy sin la medicina, pero la medicina tampoco es sin la literatura”. Para Paula, escribir es una necesidad, una manera de mantener el equilibrio en una carrera demandante y absorbente. “La literatura me permite sacar lo que llevo dentro, procesar mis experiencias y darle sentido a lo que vivo en el día a día”, comenta.

Su especialidad son los microcuentos y la narración en general. La influencia de autores como Augusto Monterroso ha dejado huella en su estilo, caracterizado por una imaginación constante y la necesidad de contar historias. La literatura le permite construir mundos y revivir momentos, combinando emociones y recuerdos en sus relatos.

El cuento con el que Paula se hizo acreedora del premio lleva por título Fisiología del corazón, un relato que entrelaza la memoria de su abuelo con la vida en el campo y las dinámicas de la ciudad. La historia nace de los recuerdos que tiene de él, de sus relatos sobre la vida rural y de su propio proceso de duelo.

La narrativa se sitúa en un hospital, donde la protagonista acompaña a su abuelo enfermo y, en medio de la espera, los recuerdos de su abuelo afloran. “El corazón de la ciudad está en el campo, pues si el campo se paraliza, todo se detiene” , agrega Paula.

El proceso de escritura de esta obra le tomó cerca de ocho meses. Inicialmente, participó con este cuento en el Premio Aurelio Espinoza Pólit, sin obtener el resultado esperado. Sin embargo, en lugar de rendirse, Paula perfeccionó su relato, tomó clases de literatura y continuó puliendo su estilo hasta llevar su historia al nivel necesario para ser reconocida internacionalmente.

El día que recibió la noticia de que había ganado, Paula estaba en clases. Gracias al apoyo de la dirección de su carrera, pudo recibir el reconocimiento de manera virtual acompañada de sus familiares, amigos y autoridades universitarias. “Para mi este premio es un reconocimiento al esfuerzo y a la pasión que he puesto en la escritura, pero también una oportunidad para que mi historia llegue a más personas”, dijo Paula.

Su mayor recompensa, según ella, es saber que su historia puede inspirar a otros. “Soy feliz con tal de que alguien lea mi cuento y llame a su abuelo o abuela, que se comuniquen una vez más y no dejen que las historias se pierdan”, afirma.

Para Paula, escribir es una manera de suturar heridas, de dar paz a los recuerdos y de conectar con los demás. Su mensaje es: todos tenemos una historia que contar. No importa la profesión, el contexto o las circunstancias; lo importante es atreverse a compartir lo que se lleva dentro. “Un día resultó que escribir era parte de mí, así que lo hice. Espero que otros también encuentren el valor para contar sus historias y que estas no se pierdan en el olvido”, concluye.

Con su corazón dividido entre la Medicina y la Literatura, Paula Taipe Patiño demuestra que ambas disciplinas pueden converger en un mismo espacio, creando historias que sanan y que perduran en la memoria colectiva.

En la PUCE, fomentamos la integración de saberes, impulsando a nuestros estudiantes a trascender los límites de sus disciplinas y descubrir cómo el arte, la ciencia, la tecnología y las humanidades pueden complementarse. Historias como la de Paula Taipe demuestran que la medicina y la literatura no son mundos separados, sino que pueden dialogar y enriquecerse mutuamente, permitiendo una formación más integral y humana.

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