¿Has oído hablar del chamburo, el toronche o el babaco? Quizás el tercero es el más conocido a nivel nacional y los otros dos, en regiones específicas de la Costa o de los Andes. Estas frutas, pertenecientes al género Vasconcellea, son parte de nuestra biodiversidad ecuatoriana. Una investigación de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador en Manabí (PUCE-Manabí) resalta las propiedades de estos frutos para la salud y la gastronomía.
El estudio se titula Usos alimentarios, actividades funcionales y compuestos bioactivos de tres frutos de Vasconcellea ecuatoriana: análisis y revisión bibliométrica. Esta es una investigación de: Adriana Aguirre, Rodrigo Duarte, Marlene Rojas Le-Fort, Juan Carlos Romero.
La docente Marlene Rojas Le-Fort, desde la PUCE en Manabí compartió más detalles de la publicación. Ella es una investigadora chilena que llegó hace 12 años y se enamoró del país. La diversidad de la gastronomía, de productos y alimentos la cautivaron.
En parte, esta investigación es un intento por resalta el valor de la diversidad endémica para la salud, la industria y la gastronomía ecuatoriana. “En Ecuador caminamos sobre una despensa de productos con un potencial que no ha sido explorado”, dice.
El estudio de las Vasconcellea
El estudio consiste en una revisión de literatura científica global sobre tres especies de Vasconcelleas ecuatorianas:
- Toronche (Vasconcellea stipulata)
- Chamburo (Vasconcellea pubescens)
- Babaco (Vasconcellea x pentagona)
Los investigadores encontraron que, aunque Ecuador es uno de los países donde más se producen estas frutas, es Chile, junto con Estados Unidos y Brasil, quienes lideran la investigación y las patentes. “Si no despertamos interés en nuestros propios productos, otros países vendrán, invertirán, y se llevarán los capitales afuera. Tenemos que trabajar desde la academia para dejar una huella y generar innovación aquí”, explica Marlene.
Bioactivos de las Vasconcellea
Estas variedades similares a las papayas contienen una poderosa combinación de compuestos bioactivos. Un compuesto bioactivo es una sustancia natural que además de nutrir, tiene efectos positivos en la salud. No son nutrientes esenciales como las vitaminas o los minerales, pero ayudan al cuerpo a prevenir enfermedades o mejorar funciones biológicas.
En total, se identificaron 37 bioactivos de las Vasconcellea en la investigación. Entre ellos:
- Carotenoides: son pigmentos naturales con propiedades antioxidantes que ayudan a proteger las células del daño oxidativo. También contribuyen a la salud ocular y fortalecen el sistema inmunológico.
- Ácidos orgánicos: participan en procesos metabólicos y en la regulación del pH (nivel de acidez en el organismo). Muchos tienen efectos antimicrobianos y ayudan en la conservación de alimentos.
- Fenoles: son compuestos con alta capacidad antioxidante que reducen la inflamación y pueden tener efectos protectores frente a enfermedades crónicas.
- Terpenoides: sustancias aromáticas con funciones antimicrobianas, antiinflamatorias y antioxidantes. También tienen aplicaciones en la medicina y la industria cosmética.
Las propiedades de estas frutas no han sido lo suficientemente exploradas. Ese es el caso del chamburo, que tiene propiedades cicatrizantes en úlceras y heridas. “Una amiga lo usó para curar una herida después de un accidente vascular encefálico. ¡Funcionó increíble!”, relata la investigadora.
Gastronomía, tradición e innovación
Además de sus beneficios para la salud, estas frutas tienen aplicaciones en la cocina. Se utilizan para preparar jugos, mermeladas, jaleas y bebidas tradicionales, y su látex incluso sirve para clarificar cerveza y ablandar carnes. Sin embargo, su uso se puede ampliar. Así lo demuestra la PUCE Manabí con su Tecnología Superior en Gestión Culinaria.
El equipo liderado por Marlene trabaja en experiencias gastronómicas inmersivas, donde el gusto, el olfato y la memoria se mezclan. “Estamos sacando aromas de las Vasconcellea para incorporarlos en platos que despierten recuerdos, como cuando llegabas del colegio y sabías qué habían cocinado en casa solo por el olor”, explica.
La idea es que estas frutas se conviertan en ingredientes estrella en restaurantes, productos innovadores y emprendimientos locales.

Investigación con impacto social
Este estudio no se queda en los laboratorios. Se construye desde la vinculación con las comunidades, sobre todo en Loja y Manabí, donde crecen estas frutas. “Tratamos de incorporar a personas que no tienen acceso a la educación en nuestras clases y pruebas. De ahí han salido pequeños proyectos de emprendimiento”, cuenta Marlene.
El trabajo de investigación es multidisciplinario. Participan químicos, bioquímicos, expertos en alimentos y, claro, personas con experiencia directa en territorio. Así se cruzan saberes científicos con conocimientos tradicionales que por años han sido invisibilizados. “Cuando la tradición y la innovación van de la mano, se establecen nuevos caminos para el desarrollo”, afirma con convicción.

Una invitación a mirar lo nuestro
Esta investigación también es una apuesta por la soberanía alimentaria y un llamado a volver a mirar lo que hemos dejado de lado. “Yo amo este país. Y creo que a estas alturas de mi vida puedo hacer algo que deje huella. Nuestro rol desde la universidad no es solo formar profesionales, sino devolverle algo a la comunidad”, dice la investigadora.
Quizás, la próxima vez que veas una fruta extraña en el mercado, piénsalo dos veces antes de ignorarla. Podrías estar frente a una joya para la salud, como las Vasconcelleas.
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Qué Interesante investigación, Imbabura también es tierra fértil para el babaco, desafortunadamente el chamburo (nosotros lo llamamos chigualcán) no es apreciado por desconocimiento y crece libremente. Lo podan y cada vez hay menos. Pero nuestras abuelas lo daban gran uso en jugos y la chicha de avena en Pablo Arenas, qué cada vez se va olvidando esa sana costumbre.