Más del 70% de las personas en América Latina busca en internet información médica antes de consultar a un profesional de salud. En Ecuador, cada vez es más común que pacientes se autodiagnostiquen con ayuda de un chatbot, pidan turno por WhatsApp o reciban resultados de laboratorio por correo electrónico. Este cambio no es pasajero, sino parte de una transformación más profunda: la era de la salud digital.

La salud digital no es solo tecnología: es una nueva forma de entender la atención médica. Va desde sensores que monitorean signos vitales en tiempo real hasta sistemas que transcriben automáticamente las conversaciones entre médico y paciente.  

La definición más simple es esta: cualquier proceso de salud en el que se integra tecnología digital. El doctor Felipe Moreno-Piedrahita, decano de la Facultad de Salud y Bienestar de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) explica que puede ser un software, una aplicación, un dispositivo portátil o incluso una plataforma de mensajería. “Antes era telemedicina, pero ahora también es educación sanitaria digital, sistemas de gestión clínica, robótica, inteligencia artificial y más”, explica Felipe.

Su objetivo es claro: hacer que la atención médica sea más eficiente, más accesible y más humana. Su amplitud es tal que abarca desde un correo electrónico con instrucciones médicas hasta drones que entregan medicinas a zonas remotas. “Por eso decimos que es un campo heterogéneo y en constante transformación”, añade el decano.

El valor de la salud digital se mide en tiempo, precisión y cobertura. Automatizar procesos rutinarios permite al profesional enfocarse en lo esencial: escuchar, analizar, decidir. “Un software puede transcribir esta entrevista y, además, llenar automáticamente el motivo de consulta con base en lo que hablamos”, dice Felipe. Ese simple hecho ahorra minutos valiosos por paciente.

Pero más allá de la eficiencia, la salud digital rompe barreras geográficas. Por ejemplo, un paciente en el Oriente ecuatoriano puede recibir atención de un especialista que reside en Quito, esto sin moverse de su comunidad. También, un adulto mayor puede monitorear su presión arterial desde casa, sin ir a un hospital colapsado.

Aunque la pandemia aceleró su implementación, Ecuador aún no alcanza una madurez digital plena en salud. Según un estudio reciente, el país se encuentra entre los niveles 2 y 3 de una escala de 5, evaluada con el modelo IS4H de la Organización Mundial de la Salud.

Felipe explica que uno de los principales temas aún por trabajar es la interoperabilidad: los sistemas de salud no se comunican entre sí. “Tu abuelita puede atenderse en el IESS de la Mariscal y luego en el hospital del Batán, pero tendrán que volver a registrar toda su historia clínica desde cero”, menciona Felipe. Y eso no debería pasar.

Esto ocurre por la falta de estándares comunes y una gobernanza clara. “Sin una coordinación institucional firme, no hay interoperabilidad posible”, advierte.

A nivel mundial, Estonia se ha convertido en un país referente. Desde 2008 opera un sistema nacional de salud digital que centraliza la información médica de todos sus ciudadanos. Más de 40 millones de documentos clínicos están disponibles en una base de datos segura, accesible solo por profesionales autorizados.

El país también ha implementado tecnología blockchain para garantizar la integridad y trazabilidad de los datos. Gracias a esto, los pacientes tienen control sobre quién accede a su información médica y pueden ver cada vez que un profesional la consulta.

La PUCE ha sido pionera en incorporar la salud digital en sus mallas curriculares. Carreras como Enfermería ya incluyen formación específica en tecnología médica, interoperabilidad y diseño de soluciones digitales. Se han desarrollado aplicaciones, proyectos conjuntos con ingeniería, e incluso algunas ideas ya se han patentado.

“En la PUCE, entendimos que no basta con saber medicina. El profesional de salud de hoy necesita también saber trabajar con desarrolladores, comunicadores, ingenieros. La salud digital es, por definición, interdisciplinaria”, destaca Felipe.

La salud digital no es una promesa del futuro, ya está aquí y puede cambiarlo todo. Puede hacer que la atención médica llegue a más personas. Pero requiere visión, formación, ética y decisión.

Porque como insiste Felipe, la tecnología no debe reemplazar al profesional de salud. Debe potenciarlo.

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