Mide entre dos y cuatro milímetros de longitud. El cuerpo es de color marrón claro o amarillento, tiene ojos rojos brillantes y las alas muestran una estructura transparente con venas bien definidas. Así es la Drosophila melanogaster, más conocida como mosca del vinagre. Esta pequeña mosca, frecuentemente desapercibida, ha demostrado ser una excelente herramienta de investigación para explorar diversas áreas de la ciencia que incluyen la toxicología o la conservación.  

En la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), por años, se han realizado investigaciones biológicas utilizando a las especies del género Drosophila como organismos modelo. En Ecuador, se han descrito más de 150 especies diferentes de DrosophilaMás de la mitad de éstas han sido descubiertas y descritas por científicos de la PUCE.

La doctora Doris Vela Peralta, es una de las investigadoras principales en el estudio de esta especie. Ella es docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la PUCE.

“El trabajo con las especies de Drosophila ha sido esencial para comprender mejor la diversidad, taxonomía y evolución de estas especies. Actualmente, estamos enfocados en ampliar nuestro conocimiento mediante análisis citológicos y genómicos. Las especies de Drosophila son un excelente modelo para investigaciones en diversos campos de la ciencia ya que presentan características ideales para mantenerlas en el laboratorio y producen numerosa descendencia”, agregó la Dra. Doris.

Recientemente, investigadores de la PUCE y del Centro de Estudios Aplicados en Química (CESAQ) llevaron a cabo un estudio toxicológico. Utilizaron la Drosophila melanogaster para determinar el efecto del consumo de vegetales contaminados con metales tóxicos sobre la mosca. El estudio se centró en la detección y análisis de las concentraciones de cadmio y plomo en tomates, zanahorias y lechugas, ya que estos son vegetales de consumo común entre la población quiteña y por tanto implica una preocupación creciente para la salud pública.

“Se obtuvieron muestras de los vegetales de cuatro mercados locales de Quito. Las muestras se prepararon en el laboratorio y se midió la concentración de cadmio y plomo en ellas. Después, alimentamos a las moscas con estos vegetales para observar cuánto de estos metales se transfiere desde los alimentos hasta los insectos. Así, corroboramos la transferencia de los metales pesados a través de la cadena alimenticia”, dijo la Dra. Doris.

Se reveló que, en todos los casos, los vegetales tenían niveles de cadmio y plomo que excedían los límites máximos recomendados por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y la Organización Mundial de la Salud.

Por otra parte, el factor de transferencia trófica de plomo y cadmio fue notablemente alto en las moscas que comieron tomates. Esto evidenció una transferencia y acumulación significativa de plomo en estos insectos.

“Esto sugiere que los metales tóxicos pueden pasar a través de la cadena alimentaria y acumularse en niveles más altos, lo que podría tener efectos negativos en los ecosistemas y en la salud humana”, afirmó la Dra. Doris.

Pero eso no es todo. En otro estudio realizado en la PUCE se expuso a Drosophila melanogaster a nanopartículas de hierro. Las alimentaron con un medio que contenía estas nanopartículas y observaron los efectos a lo largo de varias generaciones. Se evidenció que las moscas pueden resistir una concentración límite de estas nanopartículas, pero si la concentración supera el límite, las nanopartículas tienen un efecto tóxico incrementando la mortalidad de las moscas. Este descubrimiento es importante para futuras aplicaciones de las nanopartículas, como conductores de medicamentos, por ejemplo, porque destaca la necesidad de una dosificación adecuada.

Las investigaciones de la PUCE empleando las especies de Drosophila no solo ha ampliado el conocimiento sobre la diversidad de este género. También ha proporcionado información valiosa para estudios toxicológicos y de seguridad alimentaria demostrando que son modelos ideales para investigaciones en el campo de la biomedicina. Estos insectos evidencian así su importancia para una amplia variedad de investigaciones científicas, y hacen notar la interconexión entre los organismos y el medioambiente.

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