¿Te imaginas cómo se verán las constelaciones ecuatorianas dentro de 100.000 años? Con las esculturas de Gonzalo Vargas M., no hace falta esperar, puedes verlas, tocarlas e incluso escucharlas. En sus obras, el cielo se recompone con hierro, grafito y piedras. Esta propuesta artística fue reconocida con el prestigioso Premio Mariano Aguilera en la categoría de creación artística. Aquí te contamos su historia.
Gonzalo, o Gonzo como le dicen sus estudiantes, fue parte de la primera cohorte de la carrera de Artes Visuales de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Ha sido vicedecano de la ex Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes Visuales, y profesor por más de 20 años. Sin embargo, su vínculo con el arte tiene aún más años, comenzó a crear desde los 10 años. Desde entonces no dejó de explorar y experimentar a través de distintas disciplinas.
El instinto creativo de Gonzalo
“En realidad, nunca he dejado de hacer arte”, dice Gonzalo. Con esto se remonta a sus primeros recuerdos. Con menos de 10 años, ya hacía cómics para a los 11 descubrir la fotografía, que aún lo acompaña. Comenta que en un momento de su adolescencia se distrajo con los videojuegos, pero el instinto creativo le obligó a vender su Nintendo para comprar un caballete.
Basta conversar unos minutos con Gonzalo para darse cuenta de que su mente no se detiene. Sus ojos brillan y su voz se llena de entusiasmo cuando habla de arte y de sus creaciones. No sorprende que la sola idea de no crear le resulte incómoda. “Tengo que estar creando constantemente. Cuando he pasado por periodos en los que no hago arte, me va mal».

Además, del arte, Gonzalo tiene algunos hobbies. Cuando no está creando, mantiene ocupada su mente con legos y acuarios; tiene una ciudad medieval construida con estas piezas. También es coleccionista de discos y experimentar con la guitarra y los sintetizadores.
Entre lo digital y lo analógico
La fotografía es una constante en su obra, en especial la analógica. En este formato aprendió y nunca la dejó. Le gusta hacer paisaje, pero siempre con un fondo histórico que permita un diálogo con el pasado desde el presente. De hecho, él fue uno de los artífices de la tecnología de Fotografía en PUCE-TEC.
Sin embargo, eso no quita que experimente con otras tecnologías. De hecho, en su obra incluye herramientas electrónicas altamente especializadas. Por ejemplo, en su creación galardonada, utilizó un programa que determina la ubicación exacta de las constelaciones 100.000 años después. Al igual, ocupó programas para traducir las coordenadas astronómicas en ondas audibles.
La relación entre lenguaje analógico y digital es dual. Primero modela en pantallas, luego imprime en 3D y, al final, funde en bronce o serigrafía. “Trabajo mucho en lo digital para regresar a lo analógico”, dice.
Gonzalo Vargas y las constelaciones
Gonzalo fue a Atacama en Chile a fotografiar Chuquicamata, la mina a cielo abierto más grande del mundo. Pero lo que más le sorprendió ocurrió en la noche, en medio del desierto más árido del planeta. Durante un tour astronómico, una astrofísica trazó la Vía Láctea y Gonzalo, literalmente, lloró de asombro: “Te ubicas en el centro de la galaxia y todo cobra sentido”
Esta experiencia lo transformó y fue la principal inspiración de Al fin, perdidos, la obra ganadora del Premio Mariano Aguilera. Empezó a conectar la idea de los viajes desde las constelaciones, así como las relaciones que tenemos los humanos con las estrellas.
Al fin, perdidos
Esta propuesta de Gonzalo se construye desde el pasado. A partir de la publicación del Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo de Galileo Galilei, en 1632, Gonzalo proyecta 15 constelaciones del Ecuador 100.00 años después. En el texto, Galileo sostiene que la Tierra gira alrededor del Sol y lo describe con cálculos matemáticos. Esa afirmación le provocó al científico su censura y lo obligó a pasar el resto de su vida bajo arresto.
Entonces, Gonzalo usó el programa Stellarium para calcular cómo se moverán las constelaciones en ese tiempo. Es importante entender que, con el paso de los años, las constelaciones cambian. El universo está en constante movimiento, solo que los tiempos de los cielos no son los mismos en la Tierra.
A partir de esa información, creó esculturas con estructuras de hierro soldadas con grafito. Cada nodo está marcado con piedras, cristales o fósiles. Las constelaciones se representan como se verán en el futuro, pero con elementos que provienen del pasado de la Tierra. Además, la instalación cuenta con sonoras creadas con sintetizadores modulares que traducen coordenadas astronómicas en frecuencias audibles.
El premio Mariano Aguilera
Este es uno de los premios más prestigiosos del país en el ámbito artístico. En esta quinta edición del Premio Mariano Aguilera causó especial interés por el aumento del fondo total a USD 240.000, repartidos en diez becas de USD20.000 y un premio a la trayectoria de USD 40.000. Gonzalo recibió una de las becas en la categoría de creación artística.
Este no es el único premio de Gonzalo en su amplia carrera. De hecho, ha ganado varias subvenciones en la PUCE para la creación de sus obras. Actualmente, con parte del financiamiento de la universidad, está creando la segunda fase de Relatos barrocos contados por un gorrión , que se presentará en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC) en Guayaquil.

Estudiantes y artistas de hoy
Uno de los aprendizajes que más valora Gonzalo y uno que busca transmitir es la necesidad de conocer tu ritmo para la creación. Para él, enseñar también es acompañar los errores y entenderlos como parte del proceso.
En sus clases, especialmente en fotografía, busca que sus estudiantes entren en un ritmo propio de creación, sin depender de tareas o recordatorios externos. “No van a ser artistas porque fueron a la universidad. Van a ser artistas si logran crear sin que alguien les dé tareas”, explica el artista.
Al final, dice Gonzalo, el viaje creativo se parece a navegar con estrellas. En estas el movimiento es la clave. Nada permanece inmutable, aunque nos encaprichamos en inmortalizar los instantes, el paso del tiempo es invertible. Y, en ese sentido, el arte es la revancha.
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