En la provincia de Carchi, al norte de Ecuador, muchas familias viven de la producción de leche. Sus vacas pastan en los campos verdes y montañosos donde a simple vista, todo parece natural y limpio. Pero detrás de esta actividad diaria hay un problema del que poco se habla: las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), generadas por la ganadería lechera. Aunque Ecuador no es uno de los países que más contamina a nivel global, una investigación liderada por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador en Ibarra, reveló que incluso las fincas más pequeñas pueden tener un impacto significativo en el calentamiento global.

Según datos internacionales, se calcula que el ganado es responsable de hasta el 14% de todas las emisiones de efecto invernadero derivadas de la actividad humana. Junto con el dióxido de carbono, la agricultura genera otros dos gases en grandes cantidades: óxido nitroso de la aplicación de fertilizantes y residuos orgánicos al suelo y metano.

Este último es expulsado en gran parte por los rumiantes, principalmente ovejas y ganado vacuno, y representa más de un tercio de las emisiones totales de la agricultura.

Ante esta realidad, el estudio “Estimation of CO2 emissions and management recommendations for cattle farms in the Andes of Ecuador, publicado en Scopus analizó las emisiones de CO₂ en 170 fincas lecheras ubicadas en la provincia de Carchi, utilizando un software especializado. El objetivo fue doble: estimar la cantidad de emisiones de gases efecto invernadero y proponer estrategias concretas de mitigación.

“Esta es la primera vez que se analiza las fincas lecheras en la provincia del Carchi. Los resultados nos llamaron la atención”, mencionó la doctora Jhenny Cayambe, docente y líder de esta investigación.

Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio es que las fincas pequeñas —aquellas con menos de nueve vacas— resultaron contaminar más. Generan más emisiones por hectárea y por litro de leche que las grandes fincas.

“Uno pensaría que, al tener menos vacas, se contamina menos. Pero al analizar las emisiones en relación a la producción, las fincas pequeñas resultan más emisoras”, explica Jhenny.

Según los datos, las fincas grandes generan en promedio 60.211 kg de CO₂e, mientras que las medianas emiten 20.315 kg, y las pequeñas, 7.834 kg. Sin embargo, al dividir estas cifras por hectárea o por litro de leche, las pequeñas encabezan la lista:

  • 0,80 kg de CO₂e por litro de leche, frente a los 0,77 kg
  • CO₂e por litro de leche de las medianas y 0,67 kg
  • CO₂e por litro de leche de las grandes.

La principal fuente de emisiones identificada fue la fermentación entérica, un proceso digestivo típico de los rumiantes como las vacas, que libera metano (CH₄), un gas con un poder de calentamiento global más de 20 veces superior al CO₂.

A esto se suman otras fuentes: el tipo de pasto consumido, la fertilización de los suelos, el uso de energía eléctrica en las fincas y la producción de forrajes. Las fincas grandes, que suelen tener más animales y mayores superficies, también emplean más maquinaria y electricidad, lo que incrementa su huella total.

El estudio no se quedó en el diagnóstico. Con base en los datos, se propusieron cuatro estrategias de mitigación:

  1. Mejorar la alimentación del ganado con suplementos ricos en almidones, lo que reduce la producción de metano.
  2. Fomentar sistemas silvopastoriles, integrando árboles y arbustos que mejoren la calidad del forraje y capturen carbono.
  3. Reducir el consumo energético, promoviendo, por ejemplo, el uso de paneles solares.
  4. Controlar el sobrepastoreo, a través de prácticas como el ensilaje o el pastoreo rotativo.

“Más allá de la tecnología, lo que queremos es generar una cultura ganadera más consciente del cambio climático”, afirma la docente.

Ecuador tiene un compromiso con el Acuerdo de París que incluye acciones voluntarias para reducir su huella ambiental. Investigaciones como la de la PUCE Ibarra buscan precisamente eso: sumar desde lo local a una causa global.

 “Los productores, incluso los más pequeños, tienen un rol importante. Con cambios mínimos, se puede mejorar la eficiencia, reducir emisiones y también aumentar la productividad. Es una ganancia para todos”, concluye la investigadora.

Para mayor información de esta investigación, acceder al siguiente enlace y leer el artículo de investigación completo aquí.

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