“Papás, quiero tomar un año sabático”. Escuchar estas palabras puede resultar abrumador para muchos padres. ¿Es realmente una alternativa positiva antes de iniciar la vida universitaria? ¿Cómo pueden los padres acompañar a sus hijos en esta decisión sin imponerles su criterio? Para comprender mejor este tema y su impacto, conversamos con expertas en educación y psicología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).

Antes de profundizar, es necesario reflexionar sobre el concepto de “año sabático”, también conocido en inglés como gap year. En el contexto educativo, este término se refiere a un período en el que los estudiantes deciden hacer una pausa motivada por diversas razones: indecisión sobre la carrera a elegir, deseo de viajar o la búsqueda de nuevas experiencias que contribuyan a su desarrollo integral.

La psicóloga educativa Ivonne Andrade, docente de la Facultad de Psicología explica que la clave está en analizar las características individuales del joven. También, es importante considerar el propósito de esta pausa. Estas dos variables determinan si el año sabático será beneficioso o perjudicial.

No se trata de un año para “no hacer nada”, sino de un período que permita el autoconocimiento, la reflexión y la exploración de intereses y habilidades”, asegura Ivonne.

La Mtr. Johanna Herrera, docente de la Facultad de Educación, explica que un año sabático dedicado únicamente a estar frente al televisor o al celular es, en esencia, un tiempo desperdiciado. Esto es no hacer nada.

“El año sabático no es para pasar el tiempo. A los 17 años, cuando muchos jóvenes deben tomar decisiones importantes como elegir una carrera, puede resultar prematuro si aún no tienen claro qué quieren para su futuro. Sin embargo, este tiempo puede aprovecharse para realizar actividades significativas que les ayuden a descubrir sus intereses”, agregó Johanna.

En este proceso las expertas aseguran que el acompañamiento de los padres es esencial. “Los padres deben guiar a sus hijos para que este año contribuya a su crecimiento personal. No se trata de imponer reglas estrictas, sino de fomentar la reflexión y el diálogo”, comenta Ivonne.

Para Johanna esta es una parte elemental. Ella señala que hemos normalizado la idea de que solo en la primera infancia los seres humanos necesitan el apoyo cercano de sus padres. Sin embargo, en un mundo donde las crisis de ansiedad y depresión son cada vez más comunes, la adolescencia y la juventud temprana —que se extienden hasta los 24 años— se convierten en etapas cruciales para fortalecer el acompañamiento parental.

“Es en este período cuando el apoyo emocional, la seguridad, y la confianza que los padres brindan a sus hijos resultan más importantes que nunca. No se trata solo de darles instrucciones, como “mira tú lo que quieras hacer en tu año sabático” o “haz esto”, sino de adoptar un enfoque más cercano y participativo”, explica Johanna.  

El acompañamiento puede incluir el establecimiento de horarios, actividades de desarrollo personal y exploración académica, como visitas a universidades o talleres sobre distintas profesiones.

Ivonne advierte sobre los riesgos de ser demasiado permisivos durante un año sabático. Por ejemplo, si los padres permiten que el joven lleve un estilo de vida desestructurado, como levantarse y comer a cualquier hora, o hacer lo que desee sin límites, pueden surgir problemas. Esto, explica, podría generar una falta de responsabilidad. Además, dificulta que el joven desarrolle la capacidad de tomar decisiones importantes en el futuro.

La experta también subraya que, en estas condiciones, los jóvenes pueden convertir el año sabático en una zona de confort, donde todo se les da y se les permite. Esto podría llevarlos a cuestionarse: ¿para qué esforzarme o estudiar si ya lo tengo todo? Por ello, enfatiza la importancia de establecer límites claros y fomentar hábitos saludables que contribuyan a su desarrollo personal y a su preparación para el futuro.

«El riesgo de caer en la inactividad absoluta puede desencadenar la pérdida de hábitos, como la organización del tiempo, los horarios de sueño y la alimentación, lo que dificulta la transición a la vida universitaria», agregó Ivonne.

Los padres deben sentarse con sus hijos y dialogar sobre el significado y los objetivos del año sabático. Preguntas como “¿qué quieres lograr?” y “¿cómo contribuirá esto a tu crecimiento personal?” son claves para orientar a los hijos en esta decisión.

La planificación de este año sabático es fundamental. Los padres deben escuchar a sus hijos y juntos mirar objetivos a corto y largo plazo. Estar presentes sin imponer, pero siempre dispuestos a ofrecer respaldo.

Finalmente, las especialistas recalcan que, si se utiliza adecuadamente, un año sabático puede ser una experiencia transformadora que prepare al joven para asumir con madurez y responsabilidad los desafíos de la vida universitaria y adulta. Pero para lograrlo, es fundamental el acompañamiento consciente de los padres y un compromiso genuino del joven con su desarrollo personal.

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