Suave, amargo, dulce o fuerte, el café ofrece un abanico de sabores, aromas y combinaciones que atraviesan fronteras. En Francia, se disfruta con un croissant; en Vietnam, se saborea con huevo; en Suecia, lo acompañan con bollos de canela. ¿Y en Ecuador? Este 1 de octubre, Día Internacional del Café, exploramos cómo esta bebida negra ha dejado de ser solo un placer gastronómico para convertirse en un elemento esencial que une la cultura y la sociedad ecuatoriana.

“El café llegó a nuestro país en el siglo XIX. Como en otros lugares, tanto su consumo como su cultivo se difundieron rápidamente”, explica Galo Sánchez. Él es docente de la  Tecnología Superior en Gestión Culinaria de PUCE TEC. Desde el siglo XIX, Ecuador ha sido conocido por la alta calidad de su café, proveniente tanto de la Sierra como de la Costa.

Imagen: El café tiene su origen en la región de Etiopía.

“La planta de café, que no requiere condiciones extremas de frío o calor, encontró en nuestra tierra el ambiente perfecto para crecer. Sobre todo, en regiones como el Chocó Andino, donde se ha convertido en parte fundamental de la microeconomía”, dijo Galo.

El experto en gestión culinaria destaca cómo esta infusión se ha fundido de manera natural con la cultura mestiza ecuatoriana. Así se ha convertido en un acompañante esencial de muchos platos tradicionales. «En Ecuador, el café es omnipresente. Lo encontramos desde acompañando un tamal hasta algo tan simple como un pan con queso», comenta. Así, el consumo de café está tan arraigado en la cotidianidad que forma parte de ella desde la infancia, cuando muchos lo disfrutan con leche.

Una de las particularidades que destaca Galo es la diferencia entre las dos variedades principales de café que se cultivan en Ecuador: arábica y robusta. El primero se caracteriza por su aroma suave y dulce, mientras que el Robusta tiene un sabor más acentuado y fuerte. Estas variedades se cultivan a altitudes superiores a los 1.500 metros. Ambas han permitido a Ecuador ingresar al mercado internacional de café, posicionándose con productos de alta calidad.

El café de altura, según Galo, tiene características organolépticas superiores. Las plantas crecen en un microclima favorable que permite una mejor maduración y un menor nivel de desperdicio. “El café de altura tiene más cuerpo, es más espeso a la vista y, al beberlo, no deja un amargor intenso”, afirma el docente.

Además de su consumo, esta infusión está profundamente arraigada en el tejido social y cultural de Ecuador. Galo explica que compartir una taza de café es una tradición que reúne a las familias por las mañanas. También, acompaña las reuniones de trabajo y se convierte en el pretexto ideal para conversar entre amigos. “El café es parte de nuestra identidad y la frase ‘Vamos a tomar un cafecito’ se ha integrado en nuestra forma de ser”.

Aunque Ecuador está en proceso de consolidarse como un país caficultor, el docente enfatiza la importancia de ser responsables con la sostenibilidad y el impacto ambiental. “El café puede ser un impulso económico importante. No obstante,  debemos evitar que el cultivo masivo afecte las fuentes de agua y otros recursos naturales”, advierte.

Además, resalta la creciente visibilidad de productores locales y cómo algunas familias han construido cadenas productivas completas. Desde el cultivo hasta la especialización en barismo, se han creado cafeterías que se han popularizado en Ecuador y en mercados mundiales.

Así, con una taza de cafecito en la mano, escribo esta nota. Reflexiono que el Día Internacional del Café es una oportunidad para celebrar esta bebida y también para pensar en el futuro de esta industria en Ecuador. Con un enfoque en la calidad y la sostenibilidad, el café ecuatoriano puede seguir expandiéndose  nacional e internacionalmente, consolidando su lugar en el mercado global.

Coffee Cup, un café con sentido social

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