El dengue avanza con fuerza en Ecuador y enciende las alarmas. En 2023, se registraron 27.838 casos a nivel nacional, pero en 2024 la cifra se disparó a 61.329, un incremento del 120%. Aún más preocupante es el aumento en la mortalidad: el número de fallecidos pasó de 33 a 74 en solo un año. ¿Podría el cambio climático ser la clave detrás de este alarmante aumento?

Los primeros datos de 2025 tampoco son alentadores. Solo en enero, se reportaron más de 3.000 casos, lo que llevó al Ministerio de Salud Pública a declarar la enfermedad como epidemia. La doctora Anita Villacís, investigadora y docente del Centro de Investigación para la Salud en América Latina (CISeAL) de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), advierte que este fenómeno de salud pública podría estar estrechamente ligado al cambio climático y a transformaciones en el ecosistema.

“El dengue es una enfermedad viral transmitida por el mosquito hembra del Aedes aegypti. Este insecto se desarrolla en climas cálidos y húmedos, donde las condiciones favorecen su reproducción”, explica la doctora Anita.

Históricamente, el dengue ha afectado principalmente a las provincias costeras de Ecuador como:

  • Manabí,
  • Santo Domingo de los Tsáchilas,
  • Los Ríos,
  • El Oro y
  • Guayas.

Sin embargo, en 2025 se ha registrado un aumento de brotes en la Amazonía. Una región donde la enfermedad era poco común.

El impacto en la Amazonía es alarmante: en Orellana se reportaron 626 casos, en Napo 342 y en Zamora Chinchipe 271. Esto marca un cambio en la dinámica epidemiológica del dengue en Ecuador y plantea serios desafíos para el control de la enfermedad.

La propagación del dengue a la Amazonía responde a varios factores clave:

Cambio climático. El aumento de temperaturas, la mayor humedad y las precipitaciones han creado un ambiente propicio para la reproducción del Aedes aegypti, permitiendo su presencia en zonas donde antes no era común.

Movilidad humana. La migración entre regiones facilita la expansión del virus. Si una persona infectada viaja a un área con presencia del mosquito, este puede picarla y transmitir la enfermedad a otras personas.

Condiciones ambientales. Las lluvias intensas y las inundaciones han generado acumulaciones de agua estancada, ideales para la reproducción del mosquito.

Expansión del hábitat del mosquito. Los cambios en el ecosistema y las modificaciones climáticas han permitido que el Aedes aegypti se adapte a nuevos entornos, ampliando su distribución geográfica.

Estos factores han llevado a que el dengue, antes un problema de la Costa, ahora también afecte a la región amazónica. “Si no se toman medidas preventivas adecuadas, su expansión podría continuar afectando a más regiones del país”, advierte la doctora Anita.

En Ecuador, la investigación sobre la relación entre el cambio climático y el dengue es escasa. Según la doctora Anita, solo existen ocho publicaciones académicas sobre este tema, lo que evidencia un vacío en el conocimiento científico y en la toma de decisiones.

El panorama no es más alentador a nivel gubernamental. “En discursos políticos y planes de gobierno, casi nadie menciona el impacto del cambio climático en la salud”, señala la investigadora.

Para frenar el avance del dengue, se requiere un enfoque integral que involucre a diversos actores. “El manejo integrado de vectores es clave. Es fundamental trabajar con académicos, profesionales de la salud, antropólogos, sociólogos y, sobre todo, con la comunidad”, enfatiza Anita.

Un estudio reciente en España demuestra que la participación comunitaria es crucial. “Allá separaron estrategias por grupos de edad y género, dando voz a jóvenes y niños, quienes propusieron desde pódcast hasta videojuegos educativos como herramientas de concienciación”, menciona la investigadora.

La clave del dengue está en la prevención. “Es fundamental eliminar criaderos de mosquitos, es decir, cualquier espacio donde se acumule agua estancada: floreros, neumáticos, envases plásticos y recipientes sin tapa”, enfatiza Villacís. Además, recomienda el uso de repelentes, ropa de manga larga y mosquiteros para evitar las picaduras.

El dengue suele confundirse con un cuadro gripal, pero sus síntomas son mucho más intensos. “Fiebres altas, dolores musculares y articulares, dolor detrás de los ojos y una sensación de ‘huesos rotos’ son signos característicos”, detalla la experta. En casos graves, se pueden presentar hemorragias internas que pueden llevar a la muerte.

Ante la proliferación de mitos sobre la prevención del dengue, Anita aclara: “el mito de que la vitamina B o el jugo de limón repelen los mosquitos no tiene base científica. Los mosquitos son atraídos por el CO2 que exhalamos y el ácido láctico que segregamos al sudar. Algunas sustancias pueden camuflar temporalmente estos olores, pero no constituyen una protección efectiva”.

Aunque la FDA en Estados Unidos ha aprobado la vacuna Qdenga para prevenir el dengue, en Ecuador aún no ha sido implementada. “El país está evaluando su efectividad antes de aprobar su uso generalizado”, explica Anita. Actualmente, el tratamiento para el dengue es sintomático, basado en la hidratación y el control de la fiebre.

La epidemia de dengue en Ecuador es una crisis de salud pública que requiere respuestas urgentes. Es esencial fortalecer las estrategias de prevención, investigación y educación comunitaria.

“La unión entre academia, instituciones gubernamentales y población es clave para frenar el avance del dengue en el país”, concluye Anita.

Investigación PUCE revela el impacto del dengue en la salud mental

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