Esta no es una nota sobre héroes ni patriotismos. Es una nota sobre las personas comunes que sostuvieron los procesos de cambio, especialmente las mujeres. Mujeres que participaron activamente en la Batalla de Pichincha, pero que han sido invisibilizadas o reducidas a papeles secundarios por la historia tradicional.  

La clave está en reconocer que “no hay ninguna porción de la sociedad que esté exenta” en fenómenos de transformación profunda como los procesos independentistas. Así lo señala la PhD. Viviana Velasco, historiadora y docente de la Facultad de Derecho y Sociedad. La Independencia fue una experiencia que atravesó a toda la sociedad, desde distintos lugares para cada clase social. 

Batalla de Pichincha 

El 24 de mayo de 1822 marcó un momento clave en el proceso de independencia. Pero no fue un hecho aislado. Fue el resultado de más de una década de tensiones políticas, levantamientos y luchas sociales. Este proceso empezó con la crisis de la monarquía española en 1808 y culminó con la incorporación a la Gran Colombia

También es un error pensar que toda la sociedad estuvo de acuerdo. En todas las clases sociales hubo quienes apoyaron la Independencia y quienes estuvieron a favor de la realeza.  

Durante esos años, la sociedad se vio atravesada por el conflicto. Especialmente mujeres de distintos sectores intelectuales, indígenas, afrodescendientes y trabajadores, quienes participaron activamente en este proceso de transformación, muchas veces desde los márgenes y casi siempre desde el olvido. 

Mujeres invisibilizadas, pero no ausentes 

Durante siglos, el relato oficial de la Independencia ha relegado a las mujeres a papeles secundarios o menores. Pero su participación fue decisiva, aunque asumiera formas que la historia tradicional no ha sabido narrar. 

Mujeres de todas las clases sociales fueron parte de este proceso: desde intelectuales ilustradas hasta chicheras (cantineras), indígenas, artesanas y esclavas. Cada una desde su lugar contribuyó a sostener, comunicar o incluso dirigir las transformaciones de su época.

Foto: Netflix dedicó una serie a contar la historia de Simón Bolívar. En las fotografías de la historia oficial no aparecen mujeres.

 

Las múltiples caras de las mujeres

La participación femenina fue tan diversa como lo fue la sociedad de la Audiencia de Quito en ese entonces. Las mujeres de la élite ilustrada “eran fundamentales porque la organización de las posibilidades distintas se hacía alrededor de la asociación, de juntarse a conversar”, explica Viviana. Por ejemplo, Manuela Sáenz, tuvo la posibilidad de participar activamente en la discusión y acción política. Esto debido a que tenía una situación privilegiada en la sociedad.  

Por otro lado, algunas mujeres quisieron participar directamente en la batalla.  Nicolasa Jurado, Inés Jiménez y Gertrudis Esparza se disfrazaron de hombres para luchar en el campo de batalla. Ahora son conocidas como «les Manueles», porque todas escogieron el nombre de Manuel junto a sus apellidos para camuflarse.

Pero más allá de los nombres conocidos, hubo muchas otras mujeres que participaron en la logística de la guerra: alimentaban a los ejércitos, curaban heridos, cargaban armas, y organizaban la retaguardia. Estas mujeres, conocidas como «rabonas o guarichas», fueron esenciales para la campaña militar. “Ese no es un trabajo menor. Creemos desde una visión machista que solo es importante lo que ocurre en el campo de batalla”, explica Viviana. 

Más que espías y amantes  

Otra dimensión poco explorada es el papel de las mujeres como transmisoras de información. “Las mujeres son fundamentales en la transmisión de rumores, de noticias en toda Hispanoamérica”, explica Viviana.  

Por otro lado, existió el espionaje romántico, muchas mujeres obtenían información y alertaban a las tropas. Por ejemplo, Rosa Montúfar fue clave para pasar datos a Antonio José de Sucre. En realidad, se trataba de redes de inteligencia, en las que mujeres de distintos sectores sociales jugaron roles estratégicos. 

Además, la guerra también abrió nuevas posibilidades de negociación, especialmente para las personas indígenas y esclavas. La promesa de libertad a cambio de sumarse a los ejércitos fue un factor determinante para los esclavos. Mientras que las casicas y caciques negociaron su participación tanto de un bando como de otro.  Viviana comenta que por eso estas batallas han sido llamadas “de plebeyos”. 

Manuela, la amante de la libertad 

Este es un personaje apasionante del proceso independentista. Su pasión por la libertad fue admirable y gracias a que provenía de una clase más acomodada pudo dejar huella de su participación. La historia oficial ha sido muy injusta y machista con ella, ha limitado su rol como La libertadora del Libertador.  

Manuela fue exiliada a Perú por su participación en el proceso, que para ella fue un suceso político y activo. Allí, de hecho, realizó trabajos de traducción para figuras como Herman Melville, autor de Moby-Dick. Fue una mujer inteligente y decidida.

“Manuela sentía tanta pasión por Simón Bolívar como por la Libertad. Y Bolívar tanta por la libertad como por Manuela”, comenta. Entonces, quizás lo más revelador de esta revisión histórica es entender que las mujeres no solo participaron en momentos excepcionales, sino que sostuvieron el cambio desde lo cotidiano. La guerra, como fenómeno, no es solo una batalla, sino una reorganización de ideales, de afectos y de formas de vida. 

Incluso los afectos fueron políticos, regresando al caso de Manuela y Bolívar. Más allá de la espectacularización de su relación, su relación evidencia que un proceso revolucionario transforma todo.  “La política y los afectos interpersonales estaban absolutamente tejidos. Hay una visión patriarcal que presenta los afectos como bidimensionales, y los afectos nunca son solo amor u odio”. 

La Independencia: una historia en construcción 

La lucha por visibilizar el papel de las mujeres no ha terminado. Aunque ahora muchas mujeres como Viviana lideran la producción historiográfica en Ecuador, aún existen resistencias estructurales. “Tenemos los mismos derechos en la ley, pero la estructura patriarcal de la sociedad todavía reproduce muchos elementos de profunda desigualdad”, reflexiona. 

En este sentido, fechas como el 24 de mayo no deben ser solo conmemoraciones, sino oportunidades para reflexionar sobre nuestro pasado con miras en el presente. “La Batalla de Pichincha puede ser un punto de llegada, pero también es un punto de partida”, concluye. 

Recuperar la memoria de las mujeres y de los sectores populares que participaron en la Independencia no es solo un acto de justicia histórica. También es una forma de reflexionar sobre lo que significa ser protagonistas del cambio. Es reconocer que las grandes transformaciones se construyen desde la fuerza colectiva de quienes resisten y actúan desde todos los rincones de la sociedad. 

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