Cuando leemos cifras sobre acoso, podemos olvidar que detrás de cada número hay alguien que dejó de dormir, sufrió ansiedad o transformó su vida. Por eso, una reciente investigación de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) pone el foco en cómo el acoso sexual en las universidades afecta la salud mental, el rendimiento académico y, en muchos casos, el proyecto de vida de quienes lo sufrieron.
El trabajo se titula Credibilidad, objeto y estrago. Efectos en la salud mental de las víctimas de acoso sexual universitario y forma parte del libro Perspectivas en Psicología Forense y Peritaje Psicológico: investigación y reflexiones. Publicado por ediPUCE, está disponible en este link.
Las autoras y el enfoque del estudio
La investigación, realizada a 800 personas, utilizó la encuesta ASIES. Este es un instrumento diseñado en Ecuador para medir la intensidad e impacto del acoso sexual en instituciones de educación superior. Se considera como acoso sexual a conductas sexuales no solicitadas (como tocamientos, gestos, miradas, etc.), no recíprocas y sin consentimiento, que colocan a la víctima en una posición de vulnerabilidad y subordinación.
El estudio fue elaborado por las docentes de la PUCE Graciela Ramírez, Gabriela Cornejo, Elizabeth García, Ana Lucía Torres, Anlleli Acosta, Estefanía Rodríguez y Lorena Araujo. Junto con Nathalia Quiroz, directora del Instituto de Salud Pública de la PUCE, Katherine Campos, trabajadora social, y Daniela Andrade, especialista en salud mental infantil.

“El análisis de estos datos estuvo atravesado por el diálogo entre colegas que, desde distintos espacios, reflexionamos sobre las violencias y cómo combatirlas. Buscamos aportar a una academia donde todos y todas convivamos en paz”, señalan las autoras.
Prevalencia del acoso sexual universitario
La encuesta se aplicó a 800 personas entre estudiantes, docentes y personal administrativo. Y aunque el acoso ocurre en todos los estamentos, las y los estudiantes concentran el 79 % de los casos. Esto evidencia dinámicas de poder vinculadas a la jerarquía académica y a la dependencia evaluativa.
Uno de los datos más contundentes del estudio es que el 43.5 % de las personas encuestadas ha vivido al menos una situación de acoso sexual.
El sesgo de género es igual de claro. Ocho de cada 10 víctimas de acoso son mujeres, y el 100% de las personas encuestadas autoidentifiadas como de género diferente a femenino o masculino . Esto muestra que mujeres y diversidades de género siguen siendo los grupos más vulnerables, en coherencia con los patrones de desigualdad estructural.
El impacto del acoso sexual en la salud mental
El estudio aporta datos precisos sobre las afectaciones emocionales que viven las víctimas. Entre quienes reportaron acoso:
- 56,5 % tiene dificultades frecuentes para concentrarse.
- 33,9 % experimenta ansiedad constante.
- 28,5 % presenta síntomas depresivos o falta de esperanza.
Estos indicadores son compatibles con ansiedad, depresión, estrés postraumático y agotamiento emocional, lo que confirma que el acoso sexual deja secuelas profundas y sostenidas en el tiempo.
Acoso sexual: cuando el estrago se instala
El acoso sexual afecta directamente la capacidad de estudiar o trabajar. Cerca de la mitad de las personas encuestadas (48.8 %) dijo que cometió errores en sus tareas debido a la preocupación constante. A esto se suma que un tercio (33.9 %) recibió amonestaciones por bajo desempeño. La relación entre acoso, malestar emocional y disminución del rendimiento académico es clara. El impacto no solo se siente en el aula, sino en la trayectoria educativa completa.
En la investigación, el estrago se utiliza para nombrar el impacto profundo, doloroso y a veces silencioso que deja el acoso sexual en quienes lo viven. No se refiere solo al daño inmediato, sino a una devastación emocional que se instala en la vida y en el cuerpo, afectando rutinas, decisiones y relaciones.
En este sentido, el estudio muestra cifras especialmente alarmantes:
- 91,6 % siente miedo de volver a la universidad.
- 10,9 % desertó temporalmente de sus estudios o trabajo.
- 21% reporta afectaciones en su vida afectiva y sexual.
Que nueve de cada 10 víctimas teman regresar a su institución evidencia un daño profundo a la seguridad, la confianza y la libertad de movimiento, tres pilares de la vida universitaria. Solamente el 40% de víctimas buscaron apoyo psicológico.
La credibilidad: una batalla pendiente
El estudio también aborda la carga que recae sobre las víctimas para “demostrar” su credibilidad. Aunque investigaciones internacionales muestran que las denuncias falsas por violencia de género son mínimas, los prejuicios siguen presentes y muchas personas dudan antes de pedir ayuda. Esta desconfianza institucional genera revictimización y evita que más casos se conozcan.
“Las que escuchamos los malestares de las víctimas sabemos que, aunque muchas veces se ha normalizado las violencias, ellas nunca exageraron. No siempre encontraron las palabras para hablar solas, a veces hablan juntas a través de los datos”, comentan las investigadoras.
La investigación enfatiza en la necesidad de que las instituciones de educación superior continúen trabajando en protocolos sólidos, rutas de acompañamiento integrales y acciones de prevención permanentes. Los instrumentos solo se perfeccionan utilizándolos. “Es nuestro trabajo el promover la erradicación paulatina del acoso sexual como un compromiso con la sociedad y con la educación que educamos”, concluyen.
Por ejemplo, la PUCE cuentan con protocolos y espacios como la Mesa de Género. El objetivo es definir estrategias para construir espacios seguros en la comunidad universitaria. Uno de los instrumentos es el Protocolo de actuación frente a casos de violencia de género . Este ofrece una ruta integral de atención a la violencia basada en género dentro de nuestra comunidad universitaria.
Recuerda que, si vives alguna forma de violencia en la universidad, puedes revisar la ruta. La PUCE cuenta con mecanismos para atender estos casos. NO ESTÁS SOLA.
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