El virus del papiloma humano (VPH), conocido por su relación con el cáncer de cuello uterino, se presenta también como un riesgo oculto durante el embarazo. Una investigación reciente publicada en Migration Letters por el doctor Luis Martín Arias Pardo, docente de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) en Ibarra, junto con un equipo multidisciplinario, revela cómo esta infección puede afectar tanto a la madre como al bebé, incrementando la probabilidad de complicaciones obstétricas y de transmisión vertical.

“Esta investigación surge porque había un vacío en la literatura local y en nuestras guías médicas. Queríamos entender si era seguro diagnosticar el VPH durante la gestación, qué complicaciones podía generar y cómo debía manejarse”, explica el doctor.

El estudio, basado en una revisión sistemática de más de 30 artículos, concluye que durante el embarazo se produce una disminución natural de la inmunidad, sobre todo en los dos primeros trimestres. Esto favorece la persistencia o reactivación del VPH.

Las principales complicaciones identificadas fueron:

  • Parto prematuro y ruptura prematura de membranas.
  • Restricción del crecimiento fetal y bajo peso al nacer.
  • Abortos espontáneos y preeclampsia.

Riesgo de transmisión vertical, tanto intrauterina (a través de la placenta, cordón umbilical o líquido amniótico) como en el momento del parto vaginal, cuando el bebé puede entrar en contacto con lesiones genitales.

En estos casos, los recién nacidos pueden desarrollar lesiones en vías respiratorias o condilomas anogenitales. “El enemigo invisible no es solo para la madre, sino también para el hijo”, advierte el investigador.

El manejo clínico del VPH en mujeres no embarazadas suele incluir procedimientos como la conización o medicamentos antivirales. Sin embargo, durante la gestación estas terapias están contraindicadas porque pueden provocar malformaciones o toxicidad en el feto.

Las opciones seguras son más limitadas:

  • Crioterapia, para eliminar lesiones por medio de frío.
  • Seguimiento cercano durante todo el embarazo.
  • Programación de cesárea, con el fin de reducir el riesgo de transmisión al bebé.

Según el estudio, incluso sin lesiones visibles, la cesárea puede considerarse cuando se confirma infección por cepas de alto riesgo.

Mientras en países como México y España se han introducido vacunas de mayor cobertura y protocolos de controles preventivos regulares en gestantes, en Ecuador la realidad es distinta. “Nuestros pruebas de detección suelen depender de campañas puntuales, no de una política sostenida. Así, muchas mujeres embarazadas se quedan fuera de controles oportunos”, explica Martín.

El investigador resalta la importancia de vacunar a niñas y niños desde los 9 años como estrategia de prevención. Aunque el Ministerio de Salud Pública (MSP) contempla dosis en niñas de 9 a 15 años, el acceso a vacunas de mayor espectro sigue siendo limitado por su costo (alrededor de 100 a 120 dólares en el mercado privado).

La investigación concluye que el VPH es un desafío de salud pública en el embarazo, con efectos que pueden ser graves y duraderos. La prevención, asegura Martín, debe enfocarse en tres frentes:

  • Vacunación temprana en niños y adolescentes, hombres y mujeres.
  • Educación sexual y uso de métodos de barrera para reducir el riesgo de contagio.
  • Pruebas previas al embarazo, de manera que las mujeres puedan conocer su estado antes de gestar.

“El cáncer cervicouterino sigue siendo la primera causa de muerte en mujeres ecuatorianas. Si no fortalecemos la prevención, el embarazo puede convertirse en una ventana de vulnerabilidad para el VPH”, concluye el investigador.

Este estudio no solo aporta evidencia científica, sino que abre una conversación necesaria en el país: ¿estamos protegiendo adecuadamente a las mujeres gestantes frente al VPH? La respuesta, de momento, es no. Pero investigaciones como esta marcan el camino para políticas más claras, controles permanentes y campañas de vacunación que permitan que madres y bebés tengan un inicio de vida más seguro.

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