Un día, Ana subió a sus historias una foto frente al espejo. Su novio reaccionó de inmediato, primero con emoticones de corazón, pero enseguida con un mensaje inesperado: “¿Cuántas personas te habrán respondido esa foto? Seguro la pusiste para provocar. Siento celos”. Ana, confundida y nerviosa, trató de explicarse. Sin embargo, él fue más allá y le exigió que le enviara capturas de todas las respuestas que había recibido. Ella, asustada, accedió solo para evitar una pelea.
Pero esas escenas comenzaron a repetirse con mayor frecuencia e intensidad. Hasta que un día, en medio de una discusión, él la golpeó. Fue entonces cuando Ana decidió poner un alto. Terminó la relación y cortó todo contacto.
Sobre los celos
Los celos son un sentimiento común, pero cuando se normalizan o se confunden con amor, se transforman en un riesgo. Entre los jóvenes, este peligro aumenta: la tecnología y las redes sociales facilitan un control constante que, lejos de ser una muestra de cariño, puede escalar en dinámicas de violencia.
En Ecuador, la II Encuesta de Relaciones Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres revela que el 42,8% de los actos de violencia ocurren dentro de la pareja. Además, el 38% de mujeres entre 15 y 29 años declaró haber vivido situaciones de control como “revisar el celular” o “exigir ubicación”. Aunque estas conductas suelen justificarse como cuidado o interés, en realidad son red flags.
“Los celos son peligrosos a todo nivel porque implican poder y subordinación».Así lo afirma la Mgtr. Graciela Ramírez, psicóloga y docente de la Pontifica Universidad Católica del Ecuador (PUCE).
¿Por qué los sentimos?
Los celos están atravesados por factores culturales y personales. Vienen de desear lo que otro tiene o quererlo solo para sí mismo. En nuestra sociedad, aún se transmiten mitos del amor romántico como “si te cela es porque te quiere”.
Graciela señala que esta creencia refuerza la manipulación y normaliza dinámicas violentas. “Entre más celoso seas, parece que más quieres. Pero en realidad es la imposición de una supuesta exclusividad que deja de ser una elección y se convierte en control”. Además, el consumo de alcohol o drogas puede agravar las conductas por celos porque desinhibe a la persona, permitiendo que normalmente no haría.
Cuando lo que sentimos se desborda
Graciela señala que los celos pueden ser la expresión de una inseguridad personal. En vez de reconocer esa inseguridad como algo propio, muchas personas la colocan en el otro, en su pareja o en alguien cercano.
“Los celos dan cuenta de una falta que todos tenemos, pero es una falta puesta en el otro, en lugar de asumirla como propia”, explica. Es decir, en vez de aceptar que no podemos tenerlo todo, buscamos esa falta en la conducta de la pareja.
Para profundizar utiliza el concepto de proyección de Anna Freud, psicoanalista e hija de Sigmund Freud. Según ellos, proyectarse es un mecanismo de defensa del yo.
- Lo que yo soy capaz de hacer (ser infiel, desear a otra persona, engañar), no lo asumo como mío.
- Entonces lo proyecto en el otro: pienso que la otra persona lo está haciendo o lo hará.
“Los celos son mucho de eso: lo que yo soy capaz de hacer, no lo asumo y supongo que es el otro quien lo hace. Cada ladrón juzga por su condición”, resume Graciela.
Es importante tomar esto en cuenta porque la proyección convierte la inseguridad personal en control sobre la pareja: revisar mensajes, pedir pruebas, exigir ubicación, etc. Con el tiempo, esto deja de ser solo incomodidad y se vuelve una forma de subordinación.
Los celos en la era 2.0
Hoy los celos tienen un nuevo escenario: el mundo digital. Revisar chats, pedir ubicación en tiempo real o exigir fotos y videollamadas son prácticas cada vez más frecuentes.
“Antes alguien tenía que esperar hasta la noche para llamar, ahora puede seguirte en tiempo real todo el día”, comenta Graciela. Agrega que responde a que cada vez estamos más acostumbrados a la inmediatez y eso refuerza dinámicas conflictivas. Este tipo de control constante no solo desgasta la relación, sino que puede convertirse en un círculo de violencia.
¿Cómo detener la escalada?
Graciela recomienda cuatro pasos clave:
- Aceptar que no podemos controlar al otro. Implica reconocer que cada persona es un ser único, con deseos, pensamientos y decisiones propias. En lugar de intentar imponer control, se trata de trabajar en la consciencia de que el amor verdadero se elige cada día desde la libertad, no desde la imposición.
- Reconocer el límite. “Uno de los dos debe parar, porque si no, la competencia de poder escala y llega a la violencia”.
- Volver a lo real. Aconseja priorizar conversaciones cara a cara, en lugar de resolver discusiones por chats.
- Buscar un mediador. Si los celos se vuelven más intesos, acudir a un tercero (amigo, familiar o terapeuta) que rompa la dinámica de control.
Sentir celos es humano, pero normalizarlos como parte del amor es peligroso. Reconocer las red flags, cuestionar los mitos del amor romántico y establecer límites saludables son pasos clave para relaciones más libres y seguras.
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