¿Cuándo fue la última vez que respiraste hondo y, antes de salir de tu cama, te tomaste un tiempo para agradecer? La Navidad se acerca y, con ella, un tiempo que invita al recogimiento, la reflexión y la gratitud. Aunque la agitación cotidiana pueda opacar el sentido de estas fechas, este es un momento único para detenernos, contemplar y reconocer los dones recibidos durante el año. La hermana Mónica Sáenz, coordinadora de la maestría en Teología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), nos guía en un recorrido por el significado profundo de este tiempo. También, resalta la importancia de vivirlo con un espíritu de agradecimiento.

El Adviento, como nos recuerda la hermana, no es solo una preparación para la celebración del nacimiento de Jesús. Es también una invitación a la introspección. Es un tiempo para preguntarnos: ¿cómo estoy contribuyendo a mejorar el mundo desde mi realidad? Este período de reflexión nos anima a encender una vela cada semana como símbolo de luz y esperanza. Además, a comprometernos con el cambio, no solo en nuestras familias y comunidades, sino también en nuestro interior.

 «Es un momento de detenerse a pensar. De mirar hacia adelante y vivir sabiendo que nos espera la segunda venida del Señor. Esto, mientras cultivamos la gratitud por la salud, la familia y todo lo que hemos aprendido durante el año», enfatiza.

En la vida de Jesús, encontramos un modelo perfecto de gratitud. Desde su humilde nacimiento en un pesebre hasta la eucaristía diaria, cada acto suyo es una acción de gracias al Padre. La hermana destaca cómo Jesús nos enseña a valorar las cosas sencillas, como el pan diario o el amor de la familia.

«La gratitud es un valor noble que proviene de Dios, pero que hemos descuidado en un mundo tan agitado y distraído. Deberíamos inspirarnos en la humildad de Jesús, María y José. Ellos nos enseñan que, incluso sin grandes comodidades, la verdadera riqueza está en el amor y la unión», señala.

La hermana hace un llamado a retomar los gestos de gratitud en nuestras interacciones diarias. «El Papa Francisco nos recuerda la importancia de los pequeños gestos: un saludo, un “gracias” o una sonrisa. Estos son actos sencillos que fortalecen la humanidad y la gratitud en nuestra cotidianidad y, aunque simples, pueden transformar relaciones y ambientes», reflexiona.

Este acto de agradecimiento fortalece los lazos entre las personas, eleva nuestro espíritu y nos conecta con Dios. «No olvidemos que todo lo que tenemos, desde la salud hasta el cariño de quienes nos rodean, son regalos inmerecidos, que debemos agradecer continuamente», agrega.

La hermana nos invita a vivir esta Navidad desde la sencillez, dejando de lado las comparaciones y el materialismo. No se trata de tener el árbol más grande o la mesa más llena, sino de aprovechar estos momentos para fomentar la fraternidad, reflexionar sobre nuestra vida y renovar nuestros propósitos de ser mejores.

Para ella, la esperanza y la gratitud están profundamente conectadas. “Aunque enfrentemos dificultades, siempre hay motivos para agradecer. La esperanza, como virtud, nos invita a mirar hacia el futuro con optimismo y a reconocer las bendiciones, por pequeñas que sean, que nos rodean cada día”, concluye.

En esta Navidad, el desafío es cultivar una gratitud auténtica que trascienda las palabras y se refleje en nuestras acciones. Porque, como señala la hermana, la gratitud es contagiosa y puede cambiar el mundo, un gesto a la vez.

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