El Jubileo es un tiempo especial de reflexión y renovación espiritual. En este 2025, la Iglesia nos invita a ser Peregrinos de Esperanza, recordándonos que, aún en medio de las dificultades, la fe nos impulsa a seguir adelante con confianza.
Para profundizar en el significado y las implicaciones de este Año Jubilar, conversamos con el doctor Carlos Ignacio Man Ging, S.J., decano de la Facultad Eclesiástica de Ciencias Filosófico- Teológicas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) quien nos ayudará a comprender cómo vivir este tiempo de esperanza.
¿Qué es el Jubileo y por qué es tan especial para la Iglesia católica?
El Año Jubilar se entiende mediante el término hebreo yobel, que significa “cuerno de carnero”. Este instrumento se utilizaba para anunciar el comienzo del año jubilar. El Jubileo tiene su origen en una voz latina que significa alegría y exaltación. Es un momento especial en el que una persona o comunidad recoge lo vivido y se alegra por ello. No es un acontecimiento individual, sino algo que debe compartirse y contagiar a los demás.
A lo largo de la historia, los jubileos se celebraban en intervalos variables: primero cada 100 años, luego cada 50 y, actualmente, cada 25. Esto permite que más generaciones puedan vivir esta experiencia. Durante este tiempo, la Iglesia invita a hacer una pausa, evaluar nuestra vida y emprender una peregrinación, que simboliza nuestro camino espiritual en búsqueda de la reconciliación y el perdón.
El lema del Jubileo 2025 es Peregrinos de Esperanza. ¿Cómo podemos vivir y encarnar este lema en nuestra cotidianidad?
La Iglesia católica nos llama a asumir nuestra vocación bautismal como profetas, sacerdotes y reyes. Esto significa reconocer que hemos sido agraciados en nuestra vida con los dones de la creación, la redención y la salvación. Es decir, podríamos no haber existido, podríamos no tener esperanza por nuestros pecados, pero Dios nos ha dado la oportunidad de vivir, de ser redimidos y de encontrar la salvación. Esto nos invita a valorar nuestra existencia y a vivir con gratitud y esperanza.
La peregrinación representa un viaje interior y exterior. Implica dejar la comodidad de lo estático para caminar hacia una nueva meta, evaluando nuestra vida y buscando mejorar. Es un proceso de reconocimiento de nuestras fallas, un acto de humildad y de renovación de nuestra fe.
Además, no se trata solo de los cristianos católicos; el mensaje del Jubileo es para toda persona de buena voluntad. La esperanza nos permite salir del aislamiento y del pesimismo, nos une como comunidad y nos ayuda a construir un mundo mejor.
¿Cómo podemos entender la esperanza cristiana?
Un buen ejemplo es el mito de Pandora en la cosmovisión griega. Según el relato, cuando Pandora abre la caja, se liberan todos los males del mundo, pero al cerrarla queda dentro la esperanza. Para los griegos según una de las versiones, esto significaba que la esperanza era también un mal, porque mantenía a las personas atrapadas en un ciclo de sufrimiento inevitable, sin salida.
En cambio, en la visión cristiana, la esperanza no es un mal, sino una virtud. No es resignación ni un simple consuelo, sino una fuerza que nos permite esperar contra toda desesperanza. Mientras que en la cosmovisión griega el destino era inalterable, en la fe cristiana, la esperanza nos impulsa a la transformación y la confianza en Dios, incluso en medio de la adversidad.
La esperanza es una virtud teologal que nos permite confiar en que, a pesar de las dificultades, hay un camino hacia la liberación y la sanación.

Uno de los pilares del Jubileo es la conversión y la reconciliación. ¿Cómo nos invita la Iglesia a reflexionar y actuar en torno a estos valores en un mundo marcado por conflictos y desigualdades?
La reconciliación es volver a unir lo que se ha separado. Muchas veces, las divisiones surgen por la desconfianza, la ofensa o la injusticia. Hoy enfrentamos abusos de poder, venganza, incertidumbre… Todo esto nos lleva a vivir en una sociedad fracturada.
Pero la reconciliación no es un acto inmediato; requiere un proceso. Por ejemplo, si alguien ha sido víctima de una injusticia, no podemos pedirle que perdone de inmediato. Es un camino que necesita tiempo, gestos concretos de arrepentimiento y un compromiso de cambio.
A nivel cotidiano, también hay pequeñas acciones que pueden generar conflicto, como la falta de respeto por los espacios comunes o la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno. La reconciliación comienza cuando somos conscientes de estas actitudes y buscamos el diálogo y el bien común.
¿Qué mensaje le daría a aquellas personas que sienten que han perdido la fe y la esperanza?
La clave está en hacer una pausa y evaluar. ¿Qué cosas nos quitan la paz y qué cosas nos llenan de energía? La esperanza nace cuando tomamos conciencia de esto y elegimos vivir con libertad, sin dejarnos arrastrar por la desesperanza o la rutina.
Para recuperar la esperanza, hay que construirla día a día. Se trata de confiar, de abrirnos a los demás, de ser coherentes con nuestras convicciones. Cuando transmitimos paz y esperanza, su efecto es multiplicador.
La PUCE organizará varias actividades por el Jubileo 2025. ¿Podría mencionarnos algunas?
En la universidad inauguraremos la muestra La Puerta de la Esperanza el 20 de marzo a las 19:00 en el Centro Cultural de la PUCE. Será una oportunidad para vivir la Cuaresma, la Semana Santa y el tiempo de Pascua dentro del espíritu del Jubileo. Atravesar la Puerta Santa simboliza conversión y renovación espiritual.
Además, el viernes 21 de marzo a las 10:00, la Facultad Eclesiástica de Ciencias Filosófico-Teológicas ofrecerá la charla Ser peregrinos de esperanza. Está dirigida a jesuitas, colaboradores de obras, seminaristas, religiosos y laicos. El invitado especial será el Padre Claudio Paul, S.J. ¡Están todos invitados!