A veces el trabajo nos consume, sobre todo cuando se lidia con un mal jefe. En la jornada laboral dejamos nuestra mejor energía, nuestro tiempo y esfuerzo. Pero al llegar a casa, todo cambia: las fuerzas se agotan y lo único que queremos es dormir. En un mundo hiperconectado y exigente, el estrés laboral ya no se queda en la oficina. Atraviesa las pantallas, llega a casa y muchas veces se instala en la vida cotidiana sin pedir permiso.
Esa fue una de las conclusiones más reveladoras de una reciente investigación dirigida por la psicóloga organizacional Karina Silva Jaramillo, especialista en intervención psicosocial y comunitaria y docente de la Facultad de Salud y Bienestar de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), junto a su estudiante de maestría, Melanie Orejuela Carrillo.
El estudio se propuso analizar si existe una relación entre el estrés laboral y las relaciones sociales en personas jóvenes adultas, especialmente de la generación millennial. ¿El resultado? Una correlación fuerte entre altos niveles de estrés en el trabajo y la tendencia a evitar relaciones cercanas, como las familiares o de pareja.
“Cuando una persona tiene un liderazgo no adecuado en el trabajo, tiende a alejarse de quienes más quiere. Ya no se trata solo de ansiedad, sino de evitación emocional”, explica Karina.
Cómo se investigó
La investigación se realizó con una muestra de 200 personas entre 20 y 45 años. Se aplicaron dos instrumentos. El test de estrés laboral de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que evalúa siete dimensiones como clima, estructura y territorio organizacional, tecnología, influencia del líder, falta de cohesión y respaldo del grupo. Adicional, el test que mide ansiedad y evitación en las relaciones cercanas, conocido como SRC (Social Relationships Characteristics).
Aunque este último test fue originalmente desarrollado en Perú, su adaptación al contexto ecuatoriano fue posible gracias al trabajo de las docentes de la PUCE, las doctoras
Elena Díaz-Mosquera, Grace Latorre Vaca, Marie France Merlyn Sacoto y Rodrigo Moreta-Herrera quienes realizaron su validación para su uso en investigaciones locales.
“Este instrumento fue clave porque nos permitió ver cómo las personas que enfrentan altos niveles de estrés laboral tienden no solo a sentirse ansiosas, sino a evitar el contacto con sus vínculos más cercanos”, explica Silva.
El hallazgo
Los datos revelaron que, ante altos niveles de estrés laboral, la probabilidad de que una persona experimente ansiedad se incrementa en un 55%, y la tendencia a evitar relaciones cercanas sube hasta un 68%. Estas cifras reflejan una correlación fuerte entre el malestar en el entorno laboral y el deterioro de los vínculos afectivos, según el análisis psicosocial realizado.
“El clima empresarial hostil en el trabajo nos vuelve más fríos y distantes en casa. En lugar de apoyarse en la familia, muchos llegan al hogar evitando hablar o disfrutar el tiempo en familia”, comenta Karina.
La salud mental es comunitaria
Para la docente, este hallazgo confirma una premisa que atraviesa toda su trayectoria: la salud mental no es un asunto individual, sino colectivo.
“La salud mental es comunitaria. Si el entorno laboral está afectado, las personas no pueden tener bienestar. Por eso proponemos estrategias que van más allá del individuo, y apuntan a entornos seguros y confiables”, sostiene.
Como parte del proyecto, las investigadoras diseñaron una guía práctica para los participantes, que incluye estrategias de afrontamiento y adaptación tanto en el trabajo como en las relaciones personales. Algunas de las recomendaciones incluyen establecer límites claros, practicar técnicas de relajación, fortalecer la comunicación con la pareja y fomentar espacios de conexión familiar.
Tipos de estrés modernos
Durante el proceso de esta investigación también emergió el análisis de otros tipos de estrés que afectan la vida contemporánea. El tecnoestrés, derivado del uso de tecnologías, y el ecoestrés, vinculado a los efectos emocionales del cambio climático y las crisis ambientales. “Estamos ante un ecoestrés constante. Los cortes de luz, los incendios, los terremotos y más genera zozobra, pero también, estrés y ansiedad derivados de estos eventos naturales”.
Además, identificaron el estrés parental, especialmente entre cuidadores únicos de personas mayores o niños y el estrés social. Este es alimentado por las comparaciones constantes en redes sociales.
“La presión de mostrarse exitoso todo el tiempo está afectando profundamente a los jóvenes”, afirma la docente.
Nuevos desafíos, nuevas generaciones
La investigación también mostró que los hombres tienden a evitar más las relaciones cercanas que las mujeres cuando experimentan estrés. Para Karina, esto se debe a una carga cultural. “A los hombres no se les permite llorar ni mostrarse vulnerables. Eso también tenemos que cambiarlo desde la educación y las aulas”.
La generación millennial, según Karina, ha puesto sobre la mesa otras prioridades. “Ya no buscan solo estabilidad económica. Quieren entornos laborales emocionalmente seguros, donde se les respete y valore”.
Frente a un mundo que cambia a ritmo acelerado, la psicología organizacional y comunitaria tienen hoy el reto de proponer soluciones integrales. Porque el bienestar no se construye solo con sueldos o horarios flexibles, sino con relaciones humanas saludables y una cultura institucional centrada en la confianza
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Felicitaciones a la docente y su estudiante por esta interesante y relevante publicación.