Diego Gahona, graduado de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), ha demostrado que las limitaciones solo existen cuando dejamos de creer en nosotros mismos. Su historia es la viva prueba de que el esfuerzo, la dedicación y el amor por aprender pueden derribar cualquier barrera.

Diego, un joven sordo, descubrió desde su niñez su pasión por la enseñanza de matemáticas. Inspirado por su padre, también profesor en esta disciplina, dedicó su infancia a aprender de sus lecciones. Experiencias que más tarde definirían su camino en la vida.

“Mi papá me daba clases y eso despertó en mí el amor por las matemáticas. Desde entonces, soñaba con enseñar y cambiar vidas. Él me repetía siempre, ¡tú puedes hacerlo!”, cuenta con emoción.

Pero su camino no fue fácil. Su educación inicial estuvo llena de desafíos. La falta de herramientas inclusivas y de una comunidad que comprendiera sus necesidades lo llevaron a vivir momentos duros. Sin embargo, sus padres, comprometidos con su desarrollo, decidieron inscribirlo en una institución especializada para personas sordas donde trasformó su manera de comunicarse y aprender.

Tras completar sus estudios en el Tecnológico Universitario de Pichincha y obtener un título en contabilidad y administración de empresas, Diego enfrentó un gran dilema. Era momento de elegir si seguir en el ámbito contable, donde las barreras lingüísticas lo complicaban, o perseguir su sueño de ser profesor. Fue entonces cuando decidió apostar por su vocación.

Ingresó a la PUCE, respaldado por un programa de esta universidad que brinda acompañamiento e intérpretes que apoyan a personas sordas. El inicio no fue fácil. Los términos técnicos, las largas jornadas y el constante esfuerzo por equilibrar trabajo y estudios representaron retos inmensos. Sin embargo, Diego nunca se rindió.

“Había días en los que no dormía, trabajaba y estudiaba hasta el amanecer, pero todo valió la pena al ver mi título con mi licenciatura en educación. Mi padre y mi madre fueron claves en este proceso”, relata con orgullo.

En esta etapa Paulina Luna su intérprete de la PUCE, se convirtió en una figura clave. “Ella fue mi segunda madre en el ámbito académico. Me animaba cuando estaba cansado y creía en mí incluso en mis momentos más difíciles”, recuerda.

Hoy, Diego no solo ha cumplido su sueño de ser profesor, sino que ha ido más allá. Se ha convertido en docente de expresión corporal en la Tecnología Superior Universitaria en Interpretación de Lengua de Señas de PUCE TEC.

Esta labor le permite enseñar a sus estudiantes oyentes la importancia de la lengua de señas y cómo la expresión corporal puede ser una herramienta poderosa para transmitir emociones y mensajes claros.

“Primero enseño cómo comunicar con el cuerpo y las expresiones naturales. Esto es vital porque la lengua de señas no es solo un idioma, sino un puente de conexión emocional”, explica.

Diego ha dejado una huella en cada uno de sus alumnos, quienes reconocen su paciencia y dedicación como los pilares de su enseñanza.

Además, trabaja en una empresa en el área contable, aplicando los conocimientos adquiridos en su primera carrera, demostrando así que la versatilidad y el aprendizaje continuo son parte esencial de su vida.

Para Diego, el éxito no se mide solo en títulos, sino en el impacto que uno deja en su comunidad. Su llamado a los jóvenes sordos es claro y contundente.

“No dejen que las barreras los definan. El camino puede ser difícil, pero con esfuerzo y apoyo se pueden lograr grandes cosas. Sueñen en grande y nunca se rindan”.

Con su historia, Diego no solo inspira a otras personas de la comunidad sorda, sino también a cualquiera que alguna vez haya dudado de sus capacidades. Su vida es un recordatorio de que las barreras están para ser superadas y que la inclusión es una tarea colectiva.

Su travesía no solo refleja su resiliencia, sino también el poder del apoyo familiar y el compromiso de instituciones como la PUCE para crear oportunidades reales.

Hoy, Diego sigue marcando la diferencia, enseñando con el corazón y demostrando que no hay límites cuando los sueños se abrazan con fuerza.

David Escobar, el matemático olímpico de la PUCE

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