¿Temes constantemente que tu pareja te abandone? ¿Sientes angustia cuando no sabes de esa persona especial? ¿Has llegado a dejar tus gustos, planes o valores solo para agradar a otros? Aunque estas preguntas parecen inofensivas, sus respuestas podrían revelar mucho sobre la forma en que te relacionas con los demás: ya sea en el noviazgo, la amistad o incluso dentro de tu familia. Estos patrones pueden ser señales de dependencia emocional, un fenómeno analizado en una investigación de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), en colaboración con la Universidad de Deusto en España.
Sobre la investigación
El estudio Analyzing the Dimensionality of the Emotional Dependency Questionnaire (CDE) in Ecuadorian University Students, evaluó a 440 estudiantes entre 18 y 24 años de cinco sedes de la PUCE en Ecuador. Utilizando el Cuestionario de Dependencia Emocional (CDE), se confirmó: la dependencia emocional es un fenómeno muy presente en las relaciones afectivas de los jóvenes y está fuertemente ligada a la baja autoestima, ansiedad, miedo a la soledad y violencia en pareja.
¿Qué es la dependencia emocional?
“La dependencia emocional es una necesidad excesiva de estar con otra persona para sentirse valioso y seguro”, explica la Mtr. Nathalia Quiroz del Pozo, docente de la Facultad de Salud y Bienestar e investigadora principal del estudio. Las personas con este patrón tienden a sacrificar sus necesidades, evitar conflictos y tolerar situaciones dolorosas por temor a ser abandonadas.
Los resultados del estudio validaron seis dimensiones que caracterizan este fenómeno:
- ansiedad por separación,
- expresión afectiva,
- modificación de planes,
- miedo a la soledad,
- expresión límite y
- búsqueda de atención.
Todas estas, aunque distintas, apuntan a una misma raíz: la dificultad para establecer vínculos afectivos saludables.
El rol del apego y la cultura
Pero este problema no nace en la juventud. La investigación encontró que estos patrones están profundamente influenciados por los vínculos tempranos, especialmente con la figura materna, y por contextos familiares marcados por la violencia o la sobreprotección. “Nuestra cultura tiene una carga fuerte de dependencia afectiva y muchas familias se relacionan incluso a través de la violencia”, señala Nathalia.
La investigadora afirma que muchos jóvenes validan actitudes dañinas por ideas culturalmente arraigadas. “Si me cela, es porque me ama” o “si no me busca, es porque algo hice mal” son mitos que alimentan la dependencia emocional.
Los apegos ambivalentes o evitativos en la infancia pueden derivar en adultos que no toleran la soledad, que cambian sus decisiones para complacer a su pareja o que buscan validación constante. Y aunque suele pensarse que estos comportamientos son más comunes en mujeres, el estudio halló percepciones de violencia y dependencia similares en hombres y mujeres.
Consecuencias emocionales y académicas
No reconocer la dependencia emocional puede tener impactos significativos en la salud mental. La investigación encontró una relación directa entre altos niveles de dependencia y sintomatología clínica como:
- ansiedad,
- depresión,
- baja autoestima,
- dificultad para concentrarse e incluso somatización.
“Todo esto afecta no solo las relaciones afectivas, sino también el desempeño académico y la vida social de los estudiantes”, explica Nathalia.
¿Qué hacer? Se puede salir de una relación basada en la dependencia?
Ante este hallazgo cabe la pena preguntar ¿Se puede salir de una relación basada en la dependencia emocional? La experta menciona que sí. “Con terapia y trabajo psicológico es posible romper el círculo de la dependencia emocional”. “Las terapias cognitivas-conductuales, por ejemplo, ayudan a cuestionar creencias erróneas sobre el amor, como pensar que los celos son una prueba de afecto o que una pareja tiene que completarnos”.
Una investigación que permite actuar
Para la PUCE, este estudio no es solo un avance académico. Representa una alerta y una hoja de ruta. “Con estos resultados podemos diseñar intervenciones específicas para trabajar en autoestima, autorregulación emocional y establecimiento de límites en los jóvenes”, afirma la investigadora.
El mensaje es claro: la dependencia emocional no es amor. Es un vínculo desequilibrado que puede y debe ser atendido. Reconocerlo a tiempo puede marcar la diferencia entre una vida afectiva saludable y una cadena de relaciones destructivas.
“Si los jóvenes reconocen estos patrones, podrán construir relaciones más sanas en el futuro”, concluye Nathali.
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