Cada noviembre, en las cocinas de los hogares ecuatorianos un aroma distinto se percibe. El ambiente huele a ishpingo, cedrón y moras. En cada casa, hay una olla de colada morada que mezcla memoria, identidad y sabor. Pero detrás de esta tradición hay también un tesoro científico. Una investigación realizada por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador – Sede Manabí y la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), analizó los ingredientes nativos de la colada morada. Reveló su enorme potencial antioxidante, antimicrobiano, antiinflamatorio y quimiopreventivo.

Los científicos estudiaron ocho especies nativas presentes en la colada morada:

  • Mora andina (Rubus glaucus)
  • Mortiño (Vaccinium floribundum)
  • Naranjilla (Solanum quitoense)
  • Babaco (Vasconcellea x pentagona)
  • Ataco (Amaranthus hybridus)
  • Cedrón (Aloysia citrodora)
  • Arrayán (Myrcianthes fragrans)
  • Ishpingo (Mespilodaphne quixos)

Todas, según los autores, son “fuentes vivas de compuestos bioactivos con aplicaciones que van desde la salud humana hasta la agricultura sostenible”.

Las frutas moradas como la mora y el mortiño tienen sustancias naturales que cuidan el cuerpo. Estas sustancias ayudan a limpiar y proteger las células, evitando el daño que provoca el estrés, la contaminación o una mala alimentación. Gracias a compuestos como la quercetina, el kaempferol y el ácido ferúlico, estas frutas ayudan a fortalecer el corazón, prevenir enfermedades degenerativas , reducir la inflamación y mantenernos más jóvenes y saludables. Por eso, cada taza de colada morada no solo tiene sabor y tradición, también tiene poder para cuidar la salud.

En esta investigación, las moras andinas, cultivadas entre los 1.800 y 2.500 metros, mostraron una alta capacidad antioxidante comparable a la de los arándanos europeos.

Las hierbas que perfuman la colada también protegen la salud. El cedrón, por ejemplo, contiene geranial y neral, aceites esenciales que ayudan a reducir la inflamación, combatir bacterias y calmar el estrés o la ansiedad.

El ishpingo, conocido como “canela ecuatoriana”, posee cinnamaldehído y eucaliptol, compuestos con acción antifúngica y repelente natural contra mosquitos y bacterias como E. coli y S. aureus. El arrayán muestra propiedades antiinflamatorias y se usa en infusiones medicinales para aliviar dolores digestivos y respiratorios.

El babaco es una joya biotecnológica. Contiene proteasas y lipasas naturales, enzimas similares a la papaína que favorecen la digestión y la regeneración celular. Su semilla, además, posee lectinas con actividad anticoagulante y antimicrobiana.

Por su parte, el ataco, usado desde hace 8.000 años en los Andes, concentra betalaínas y aminoácidos esenciales como leucina y lisina. Estas pigmentaciones rojas simbolizan la vida en los rituales andinos, pero también son antioxidantes y antiobesidad naturales.

Los investigadores identificaron compuestos como ácido elágico, elagitaninos y cianidinas, con potencial quimiopreventivo, es decir, capaces de prevenir la formación de células cancerígenas.

Estos compuestos se concentran especialmente en la mora y el mortiño, y actúan protegiendo el ADN frente al estrés oxidativo.

El estudio muestra que las investigaciones sobre estas plantas crecen un 7,5 % anual, impulsadas por la búsqueda de alimentos funcionales y productos naturales sostenibles.

El reto, según los autores, es conservar estas especies frente al cambio climático y fortalecer su uso en la gastronomía, la medicina y la industria ecológica.

La colada morada no solo une generaciones, también une la ciencia y la tradición. Cada taza contiene siglos de conocimiento ancestral y hoy la ciencia confirma lo que los abuelos ya sabían.

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