La muerte de Capullito es un doloroso recordatorio de la fragilidad de la vida. Todo parecía tan perfecto, hasta que alguien pronunció las palabras que lo cambiaron todo: “no hay latido”. En ese momento, “nos golpeó bastante fuerte a mi esposo y a mí, nos agarramos de la mano y lloramos juntos. Siento que me arrancaron a mi hijo. Me invadió un dolor físico intenso por la pérdida y un dolor emocional que llegó afectar mi ánimo. Siempre me reprocharé con mi esposo qué hicimos mal”. Ese es el testimonio de una madre, quien atravesó un duelo perinatal en un hospital obstétrico del sur de Quito.
En situaciones como esta, la atención y el acompañamiento del personal de salud pueden convertirse en un sostén crucial en medio del dolor. Precisamente sobre este tema, una investigación de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) analizó cómo los profesionales de la salud atienden y acompañan a los padres que enfrentan la pérdida de un embarazo o un recién nacido.
María Teresa Benavides Borja, docente investigadora PUCE, decidió poner el foco sobre el tema con su estudio “Percepción de los padres en cuanto a efectos psicológicos en el proceso del duelo y estrategias de afrontamiento”. Este fue presentado en el VI Congreso Internacional de Enfermería en Cuidado Humano.
La investigadora explica que su investigación nació al ver que no era un tema prioritario dentro del campo de la salud en Ecuador. “Se considera un duelo invisibilizado, porque ni el sistema de salud ni la sociedad lo legitiman”, comenta.
Un duelo desautorizado
La pérdida de un hijo antes o poco después del nacimiento suele reducirse a un registro administrativo. “Se considera un resto biológico, no un hijo que estaba siendo esperado y amado”, dice. Esa negación institucional y social lleva a que las madres no puedan transitar su duelo. La experta agrega que se les exige a los padres a recuperarse rápido, volver a su vida, como si nada hubiera pasado.
Durante su estudio, realizado entre 2021 y 2022 en instituciones gineco obstétricas públicas del sur de Quito, María Teresa entrevistó a padres que atravesaban este proceso. De sus testimonios surgieron sentimientos comunes: tristeza profunda, impotencia, miedo y culpa. También ataques de ansiedad con un vientre y brazos vacíos. Mientras las madres sienten que han fallado, muchos padres callan su dolor para sostener emocionalmente a sus parejas.
La falta de acompañamiento agrava el sufrimiento. A menudo los padres se enfrentan a la pérdida solos, sin contención emocional, apoyo emocional, ni espacios adecuados para despedirse. “Hay mujeres que deben llorar a su hijo en una sala donde otras acaban de dar a luz. Eso es una revictimización emocional tremenda”, señala.
El rol del personal de salud
Uno de los hallazgos más duros de la investigación fue la «deshumanización» del personal de salud durante el duelo perinatal. Los profesionales de salud se enfocan en los procedimientos técnicos, pero no en el acompañamiento humano.
“Falta capacitación, empatía y comprensión sobre cómo transita una madre desde la muerte de su hijo hacia el proceso de aceptación. A veces, un gesto de afecto y ternura puede cambiar completamente la experiencia de dolor”, enfatiza.
Por eso, María Teresa propone que se incluya en la formación universitaria un módulo sobre el acompañamiento en el duelo, que no solo sea para psicólogos o psiquiatras sino para todos los profesionales de la salud.
“Cada profesional debería estar capacitado para brindar primeros auxilios emocionales, que muchas veces no requieren palabras, sino un acompañamiento humanizado con escucha y empatía”.
La sala mariposa
Los resultados de este estudio fueron compartidos con varios profesionales de la salud para reflexionar sobre las experiencias que viven los padres durante el duelo perinatal en los hospitales gineco obstétricos del sur de Quito. Gracias a este trabajo, instituciones como el Hospital Nueva Aurora Luz Elena Arismendi, el Hospital IESS San Francisco y la maternidad de corta estancia del Centro de Salud de Chimbacalle cuentan hoy con espacios de contención emocional destinados a acompañar a las familiares. Así, se creó un espacio simbólico denominado la sala mariposa. Se trata de una habitación privada donde los padres pueden despedirse de su bebé con rituales significativos para los padres, para que transiten un duelo más saludable.
“Antes, las madres eran ubicadas junto a otras que acababan de dar a luz, lo cual era tortuoso para la madre. Contar con este espacio es un cambio significativo y profundamente humano”, cuenta María Teresa.
En el proceso de duelo perinatal, los rituales son parte de la aceptación, muchas veces los padres no pueden despedirse de sus bebés y eso ahonda la culpa y el dolor. Por ello, el bautizo, escribirle una carta, darle un nombre, un abrazo o simplemente el llanto con el cuerpito del recién nacido pueden cambiarlo todo.
Más allá de su impacto académico, María Teresa busca que este trabajo inspire un cambio en la atención hospitalaria, promoviendo un trato más humano, digno y respetuoso. Explica que ese cambio se construye mediante una comunicación clara, un entorno que garantice la privacidad, y sobre todo, mediante la empatía, la paciencia y la compasión del personal de salud hacia los padres que enfrentan una pérdida. “El dolor no se borra, pero se puede acompañar. El duelo no debe vivirse en soledad. Estamos trabajando para que cada madre y cada padre puedan transitar este proceso con respeto, empatía y esperanza”.
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